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La fumata blanca de Pedro Sánchez: cinco días de aislamiento, pánico y una disculpa al PSOE

Pedro Sánchez, en una imagen de archivo

José Enrique Monrosi

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El sábado de madrugada, horas después del Comité Federal del PSOE, Pedro Sánchez tomó definitivamente la decisión: no iba a dimitir. Pero no se lo dijo a nadie ni en su partido ni en el Gobierno y prefirió mantener el suspense. La obsesión era evitar filtraciones. A última hora de la tarde del domingo mandó un mensaje de Whatsapp a los dirigentes más cercanos: su director de gabinete en Presidencia, Óscar López; los números dos y tres del partido, María Jesús Montero y Santos Cerdán; y el ministro de Presidencia y Justicia, Félix Bolaños. Era una indicación escueta para convocarlos en la Moncloa a las diez en punto de la mañana de este lunes. Con ninguno de ellos compartió todavía la información que todo el Partido Socialista y buena parte del país esperaban con ansia. 

Una hora antes de comparecer en las escalerillas del Palacio de la Moncloa, el presidente recibió en su despacho a los cuatro. Acababa de llegar de Zarzuela de trasladar también su decisión al rey. A Montero, Cerdán, Bolaños y López les pidió disculpas por un hermetismo que sabía que había llevado a sus compañeros de partido y de Gobierno a una situación de máxima tensión, con unas dosis de suspense imposibles de gestionar. También les dio las gracias. “Lo del sábado me emocionó”, les dijo en referencia al Comité Federal tributo que le habían rendido en la calle Ferraz.

Tras cinco días con el agua al cuello, los cuatro respiraron aliviados cuando oyeron de boca del presidente del Gobierno que no dimitía, que se quedaba. Que ese fugaz y a la vez eterno tiempo de retiro de la vida pública le habían servido a él y a su familia para acumular las fuerzas necesarias para seguir adelante. “Voy a seguir. Hay mucho trabajo por hacer y lo vamos a hacer juntos”, les indicó. 

En su ánimo, según una de las personas presentes, se podía percibir un cierto alivio respecto al hombre desencajado que desapareció del Congreso tras la sesión de control del pasado miércoles y al que no volvieron a ver hasta este lunes en su despacho de la Moncloa. “Si llega a tomar la decisión ese día, se va”, aseguran en el PSOE para desechar la acusación de la derecha de que todo responde a una meditada estrategia de cálculo político.

La certeza de que el presidente del Gobierno no tuvo claro lo que hacer hasta pocas horas antes de comparecer la tienen los propios dirigentes socialistas que han mantenido un pequeño hilo de interlocución con él durante estos días. Muchos confiesan que llegaron a estar convencidos de que se marchaba hasta este mismo lunes por la mañana. Aunque todo resultaba indescifrable, otros habían empezado a atisbar algunas señales que invitaban al optimismo el sábado por la noche, justo cuando tomó la decisión, según reveló el propio Sánchez este lunes en TVE.

Esa noche Sánchez hizo algunas llamadas. Muy pocas. Y todas para dar acuse de recibo del mensaje que le había trasladado su partido desde el Comité Federal: un respaldo sin fisuras de sus compañeros y de su militancia, agolpada a las puertas de la calle Ferraz para lanzar el llamamiento unánime de que se quedase. “Él mismo ha explicado en su comparecencia que lo del sábado le dio fuerzas”, apuntan en el PSOE, donde explican que las imágenes de ese día le reforzaron un sentimiento de responsabilidad colectiva hacia el proyecto que él lidera. 

El partido había hecho un esfuerzo importante de movilización para escenificar que todos, sin excepción, estaban detrás de Pedro Sánchez. La implicación incluso del presidente castellanomanchego, Emiliano García-Page, el acérrimo crítico del líder socialista, da buena muestra de la cota de homogeneidad alcanzada. Tras recibir cientos de peticiones de agrupaciones socialistas de todo el país, la Secretaría de Organización decidió dar un paso al frente y convertir el Comité Federal en una cosa muy diferente a la prevista.

Entendieron en Ferraz que no tenía sentido que el orden del día se ciñera a la confección y aprobación de las listas de las elecciones europeas en un momento en el que todo giraba en torno a la posible dimisión del secretario general y presidente del Gobierno. Y, por eso, el cónclave fue ante todo un acto de reconocimiento a la figura de Sánchez y de apelación a sus sentimientos para intentar esquivar el abismo que se cernía tras su marcha.

La cita de ese Comité Federal fue para el PSOE una especie de terapia colectiva: ministros llorando, abrazos en plena calle entre políticos y militantes y una cascada de loas y de mimos al bunkerizado líder. Los socialistas venían de 48 horas de absoluta parálisis. Tras el pleno del miércoles en el Congreso, Pedro Sánchez se encerró en casa con su familia y solo dio dos órdenes: publicar la carta en la que anunciaba la suspensión de su agenda y una reflexión sobre su posible dimisión y que nadie, salvo causa de fuerza mayor, se pusiera en contacto con él. Todo el mundo decidió respetarlo. En la entrevista en TVE de este lunes, el presidente repitió varias veces que esa carta la escribió solo y que ni siquiera su mujer conocía el contenido hasta su publicación. Al leerla, aseguró en la misma entrevista, ella misma le pidió que no dimitiera.

“Él nos había dicho expresamente que lo dejáramos tranquilo y sabíamos, por cómo estaba, que esta vez había que cumplirlo a rajatabla”, explican en la dirección socialista sobre la falta de comunicación con Sánchez. Cuando hizo pública su carta él se retiró, pero en la Moncloa se improvisó una especie de gabinete de crisis sin su presencia. En el despacho de Óscar López se reunieron entonces Pilar Alegría, Óscar Puente y el resto de dirigentes que acudieron a la llamada de este lunes del presidente. El tsunami acaba de producirse. La carta llevaba un par de horas en circulación y nadie sabía muy bien qué hacer salvo esperar y cruzar los dedos. 

El trato en la cúpula socialista fue que todos se mantuvieran al tanto entre sí de las posibles interacciones que cada uno pudiera tener con el presidente por si eso servía de pista sobre cómo iban las cosas. Pero Sánchez solo contestaba de forma escueta con algún emoticono de cariño o alguna palabra de agradecimiento a los mensajes de afecto que recibía. Nada parecido a una señal, nada que sirviera como luz.

Al ‘shock’ del miércoles y a la parálisis del jueves y del viernes le sucedió el desconcierto del sábado. Diseñado como un intento de convencer a Pedro Sánchez de que no arrojara la toalla, la jornada alternó tintes festivos y dramáticos. Dirigentes como Félix Bolaños, Óscar Puente o Teresa Ribera acabaron llorando. Aquello aspiraba a ser un revulsivo aunque bien podría haber pasado como homenaje póstumo. 

Las caras en Ferraz constataban un hecho que nadie se esforzaba siquiera en disimular: no había nadie que no viera a Pedro Sánchez más fuera que dentro. “Cruzamos los dedos, pero no sabemos nada de él desde el miércoles”, reconocía el sábado a mediodía una de las personas más cercanas al presidente. Si hubiera decidido quedarse, pensaban entonces en el seno del partido, ya lo habría comunicado para tranquilizar a un PSOE desquiciado.

Tal y como apuntaba en su carta, al quinto día reapareció. Sánchez confesó a su equipo en el cónclave del lunes por la mañana en la Moncloa que tanto él como su familia eran plenamente conscientes de que la campaña de acoso no solo no cesará, sino que puede ir a más. “Él necesitaba saber que su familia estaba fuerte para seguir adelante pase lo que pase a partir de ahora. Si su familia está fuerte, él también lo está”, cuenta una de las personas que mejor lo conoce en el partido.

En Ferraz describen que, a pesar de que aún haya quien pueda sentirse descolocado tras el enésimo giro de guion en la trayectoria política de Pedro Sánchez (y el malestar recorre varios sectores del partido), lo que prima ahora es un profundo alivio e incluso cierta sensación de euforia. Más que nada, porque no había plan ‘b’. “Solo estábamos en convencerlo. El plan ‘b’ era volvernos de Moncloa con el rabo entre las piernas y montar un gabinete de crisis para ver qué hacíamos”, cuenta otro dirigente para ejemplificar hasta qué punto el partido ha vivido en la más absoluta de las incertidumbres. Así que, también al quinto día, el PSOE descansó.

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