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Una baja no es absentismo
Recientemente el que hasta ahora ha sido presidente de la patronal alavesa SEA, Pascal Gómez, se ha despedido del cargo. Y se ha despedido a lo grande, argumentando que el absentismo laboral está detrás de una nueva crisis y que es mucho más, porque se relaciona con la pérdida de valores que subyace en el subconsciente de la clase trabajadora y acaba por hundir empresas. En esto de la pérdida de valores y a quién afecta en mayor medida ahondaremos ahora.
Sus palabras fueron por cierto corroboradas por el lehendakari Iñigo Urkullu. Dos días después el electorado apeó a su partido, el PNV, a la tercera plaza en los resultados de las elecciones europeas en Euskadi. Uno no es revanchista, pero en ocasiones gusta ver cómo la clase trabajadora marca el paso a la clase política.
Nuestras patronales llevan mucho tiempo relacionando absentismo con el problema que en realidad quieren reflejar sin nombrarlo: las bajas médicas. Y no lo nombran porque se les caería el invento y el relato en sí, debido a que estar de baja médica no es absentismo. Según la definición que da la Organización Internacional del Trabajo, el absentismo es no presentarse a trabajar cuando desde la empresa se esperaba que acudiera. Estando de baja médica la empresa ya sabe que la persona trabajadora no tiene que presentarse a trabajar, o al menos debería saberlo, así que no le tiene que estar esperando. Ergo no es absentismo. Y lo mismo podríamos decir de otros muchos conceptos igualmente justificados que empresas y patronales meten en el saco del absentismo.
Que lo sigan llamando así si quieren, que en CCOO seguiremos llamándolo derecho a la recuperación de una patología. Porque estar de baja es algo tan absolutamente legal que lo que nuestras patronales pretenden hacer ver no tiene un pase. Implica que una o un profesional sanitario certifica dos cosas: que tenemos una patología, la que sea, y que nuestras condiciones de trabajo, las que sean, interfieren de forma negativa en el proceso de recuperación. Y por eso nos prescribe una baja médica, para aislarnos de esas condiciones de trabajo. Para protegernos.
Llegados a este punto sí que toca abordar la pérdida de valores, pero que no afecta precisamente a la clase trabajadora, sino a las empresas. Y no diremos que a todas porque hay que huir de las generalizaciones, pero existen empresas (no pocas) en las que las medidas preventivas que estas tienen la obligación de implantar para que las condiciones de trabajo no dañen la salud brillan por su ausencia. Porque requieren una inversión económica básicamente.
Hay un número indeterminado (pero grande) de procesos de baja que son por enfermedad común, pero que en realidad derivan de las condiciones de trabajo y tendrían que ser considerados de origen profesional. Si esto es así es porque las mutuas son las entidades que tienen en primera instancia legalmente atribuida la capacidad de reconocer lo que es un accidente de trabajo o una enfermedad profesional y lo que no lo es, y derivan a la contingencia común del sistema público de salud estas dolencias que están originadas por las condiciones de trabajo para que no computen como tales. Esto afecta especialmente a patologías relacionadas con la salud mental y los riesgos de tipo músculo-esquelético.
Hablamos pues de derechos. Derecho a aislarse del trabajo si se está sufriendo acoso moral por un encargado o un superior y esto está deteriorando nuestra salud mental, por ejemplo. O derecho a recuperarse de las patologías osteomusculares originadas por mover cajas de 25 kg en un almacén o por tener que arreglar un número imposible de habitaciones de hotel en un tiempo record, por hablar de situaciones igualmente habituales. ¿Qué se hace en no pocas empresas para prevenir todo esto? Nada, y eso que estarían legalmente obligadas a ello. No es un problema sólo de pérdida de valores, que también, sino que lo es de incumplir la legislación.
Tampoco se les ocurre pensar a muchas empresas que la carga física o mental de trabajo sea causa de todo esto. En el informe “Precariedad laboral y salud mental” que ha editado el Ministerio de Trabajo y Economía Social en 2023 se recoge que a la semana se realizan en el conjunto del estado 2,89 millones de horas extras, que equivalen a 72.430 empleos a jornada completa. Estas serían sólo las no remuneradas (no se preocupan ni de pagarlas, como para que se preocupen de prevenir los efectos que generan en la salud), con lo que habría que añadir las remuneradas para un cálculo de esa carga total de trabajo. No disponer del tiempo suficiente para el ocio, no tener una vida familiar normalizada o no poder atender debidamente a un familiar dependiente genera situaciones de ansiedad, estrés y enfermedad mental que están detrás de algunas de estas bajas.
Cuando desde empresas y patronales se lanzan discursos similares a lo escuchado en la última asamblea general del SEA podemos estar ante varios objetivos. El primero sería criminalizar a las personas que están de baja médica y disfrazar de fraude situaciones de enfermedad. Querer instalar esta idea en la cabeza de la gente es una atrocidad que va contra el derecho a defender nuestra salud. Detrás de este objetivo hay un segundo, consistente en enfrentar a las personas trabajadoras. Si la empresa va mal y hay que “tomar medidas” es porque hay mucho vividor y mucha vividora que son el lastre de esta gran familia y de esta trainera en la que todas y todos tenemos que remar en la misma dirección, que es la empresa. Esta estrategia no es nueva, existe desde que las empresas son empresas y las patronales, patronales.
Tercera cosa que se pretende, aprovechando la coyuntura: cuestionar la labor de las personas que trabajan en la atención primaria del sistema público de salud, Osakidetza en nuestro caso, que es donde está residenciada la atribución de prescribir bajas médicas en los casos de contingencia común. El Gobierno Vasco se ocupa de degradar el modelo y el discurso patronal de cuestionar las funciones. Pues igual hasta resulta que hay más implicados de los que pensábamos en un primer análisis.
Sobre el cuarto objetivo ya hemos hablado. Ocultar la incompetencia o el desinterés, según el caso, para aplicar medidas preventivas para que las condiciones de trabajo no dañen la salud de las personas. Si la gente está trabajando y en su puesto de trabajo, señal de que todo el mundo está bien y las condiciones de trabajo son dignas del primer mundo. Pero no, el problema a veces es el contrario, la genta aguanta sufriendo.
Pongamos además el caso de las personas que están de baja médica por enfermedad común, que es el más habitual, aunque muchas de esas enfermedades comunes están, como ya se ha explicado, originadas por el trabajo. Estas personas están sometidas al control del personal facultativo de atención primaria, que es quien prescribe la baja y la posterior alta médica. El control del sistema público se completa con el de las inspecciones médicas de la propia Osakidetza y del Instituto Nacional de la Seguridad Social.
En la parte privada tendríamos las citaciones a revisión para el control de la baja médica que pueden efectuar las mutuas en las empresas en las que gestionan la prestación económica por contingencias comunes.
Y el artículo 20.4 del Estatuto de los Trabajadores amplía este control al hecho de que el empresario pueda verificar el estado de salud del trabajador mediante reconocimiento a cargo de personal médico a través de empresas privadas de controles médicos.
No referimos todos, pero hay hasta ocho pares de ojos vigilando a las personas de baja médica por enfermedad común. Hay criminales de guerra que han pasado por el Tribunal Internacional de la Haya que están menos vigilados.
Pero se acabó la fiesta. Nos suena porque es el invento a través del cual un indefinible, distópico y muy peligroso agitador neofascista se ha colado en el Parlamento Europeo. Pero también parece la idea que nuestras patronales quieren trasladar a la opinión pública en relación a lo que es estar de baja médica: una fiesta que tiene que acabarse en favor del bienestar de la sociedad. Y esta fiesta pasa por reflejar la imagen de un sistema público de salud semejante a un zoco o un mercadillo, en el cual las bajas médicas son poco más o menos que un artículo apto para el regateo, y que luego encima acaban regalándose.
Qué triste paralelismo en torno a una fiesta que tiene que acabarse. Y no es el único que podría hacerse, porque de la misma manera que la ultraderecha hace con otros muchos temas, parece que hay quien tiene interés en meter las bajas médicas en el espacio de lo que se conoce como batalla cultural.
Desde CCOO vamos a seguir informando a las personas sobre la necesidad de estar de baja médica si hay que proteger la salud. Quien quiera seguir llamándolo absentismo que lo haga, nos da igual, que bienvenido sea para aliviar el sufrimiento de la clase trabajadora.
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