Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Nuestros chicos

Cuando los athleticzales que acumulamos trienios hablamos de “nuestros chicos” podemos referirnos a nuestros jugadores (o jugadoras), a los que apoyamos y mimamos por provenir de nuestros mismos pueblos y vestir por ello la zamarra rojiblanca. Y podemos también hacer referencia a los jóvenes seguidores del Athletic, a la chavalería que siempre ha (hemos, en algún momento) poblado las gradas de San Mamés, asegurando la continuidad de la simpar especie zurigorri. Pues bien, al usar en este último sentido ese posesivo inclusivo, hoy en día, se vienen haciendo notar distintos colectivos de eventuales juveniles aficionados, algunos de los cuales estamos lejos de considerar como propios. Es conveniente distinguirlos.
En primer término, están aquéllos que mayoritariamente forman la actual grada popular de animación, aquella juventud que acude a San Mamés y a desplazamientos mostrando su adhesión al equipo. Respecto a los grupos que, a su vez, conforman esa Herri Harmaila ha habido (y nos gustaría hablar ya en pasado) discrepancias con la actual directiva, y aun con el resto de la cátedra, por motivo de tener que aceptar las reglas de comportamiento exigidas en el campo. Podemos debatir sobre las razones de su posicionamiento, pero es necesaria esa básica aceptación en el marco de un acuerdo al que están abocadas las partes, incluido el propio club. La última actitud de ese sector de la grada parece en el buen camino.
Lo que realmente es de preocupar es, y en segundo término, la existencia de un determinado colectivo, externo (queremos creer) a la actual grada de animación. Hablamos, para entendernos, de “los de negro”, de los que se aprovechan del Athletic y de los partidos internacionales para dar su lamentable nota. Se trata de un grupúsculo claramente identificable, que ha merecido, por su participación en incidentes, no poder acceder ni a San Mamés ni a las salidas. Pululan hoy por Europa, sin entradas pero al parecer con medios. Su intento de entrar en el Ibrox Stadium de Glasgow fue de lo más patético, y su implicación en agresiones a hinchas escoceses les vuelve a situar como individuos a los que sólo cabe aplicar la norma punitiva. Sobran en el mundo del Athletic, del fútbol y de nuestra sociedad, y su aislamiento y responsabilidad por las fechorías causadas resulta inapelable.
Pero hay todavía una tercera categoría de muchachada cuya permanencia entre nosotros resulta descorazonadora, posiblemente como residuo de una situación social que creíamos superada. Son niñatos violentos, con cerebros jibarizados, refractarios al deporte, que sólo buscan el enfrentamiento con la Policía, a la que hacen responsable de sus desorientadas vidas, aprovechando sus despliegues para sembrar el caos, como se valen de cualquier otra situación de conflicto, preexistente o creada por ellos mismos.
Resulta, por tanto, oportuno advertir el quién es quién de estos colectivos locales a propósito de los incidentes provocados. Porque, efectivamente, el sustancial problema no está en el comportamiento de hinchas foráneos, en enfrentamientos causados por éstos, ya que la terca realidad ha demostrado que “nuestros” energúmenos se bastan por sí solos para la bronca. La presencia de rivales no es sino una excusa, y la misma celebración de partidos de fútbol también. Estos imberbes (quizá manejados por veteranos nostálgicos de la kale borroka) son triste consecuencia de las deficiencias educativas de nuestra sociedad, y mientras sus ascendientes no consigan reconducirlos habrán de ser objeto de la aplicación estricta y eficaz de la ley. No pueden impunemente atacar a personas, o destruir bienes materiales, y tampoco mancillar la imagen de un club como el Athletic, una ciudad como Bilbao o una sociedad como la vasca que no está ya por revivir escenarios de barbarie, y menos por mero divertimento de inadaptados sociales.
No es fútbol ni deporte, es puro orden público a preservar. Y no, no son nuestros chicos, pero sí es nuestra la necesidad de solucionar el problema, con unos medios o con otros.
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