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Navarra reconstruye la puerta de la antigua cárcel franquista de Pamplona y la convierte en lugar de memoria

Puerta de la antigua cárcel de Pamplona.

Rodrigo Saiz

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En 2012, el Ayuntamiento de Pamplona, gobernado por UPN, aprobó derribar la antigua cárcel de Pamplona, situada en el barrio de San Juan y a escasos metros del Palacio de Justicia de Navarra. En el solar no fue colocado ningún monolito ni inscripción que hiciese referencia a que por aquel penal pasaron miles de presos de la dictadura franquista, de los que más de 400 fueron asesinados. Diez años después, y tras la petición de varias asociaciones memorialistas, el Gobierno de Navarra ha reconstruido la puerta del centro penitenciario y la ha convertido en lugar de Memoria. “Es un símbolo que mantendrá viva la memoria de quienes fueron represaliados”, apuntan desde el Gobierno navarro.

Su reconstrucción ha sido posible, destaca la consejera de Relaciones Ciudadanas, Ana Ollo, tras un convenio firmado el pasado verano con el Ayuntamiento de Pamplona y el Ministerio del Interior para la cesión al Gobierno foral de las piedras que componían la puerta interior de acceso a la prisión. Durante los últimos meses se ha recuperado el diseño original de la puerta, que en los últimos días ha sido colocada en el solar en el que se encontraba la cárcel hasta hace una década.

7.000 presos y más de 400 asesinados

La antigua prisión provincial de Pamplona fue inaugurada en 1908 y estuvo en servicio hasta su derribo en 2012. Contaba con 194 celdas, cuatro patios y tres plantas. Unas instalaciones “insuficientes” para albergar a los más de 2.000 presos que llegaron a convivir allí en 1940 según la dirección del penal. Según datos del informe sobre cautividad elaborado por el Fondo Documental de Memoria Histórica de Navarra 7.364 personas pasaron por la prisión provincial desde 1936, de las que al menos 425 fueron asesinadas, casi siempre en las sacas nocturnas.

Los presos políticos eran conducidos para su asesinato a diferentes parajes de la geografía navarra, como Ibero, Etxauri, El Perdón, Paternáin o Valcardera, entre otros. A lo largo de toda la Guerra Civil siguieron desfilando por la prisión muchos prisioneros pendientes de juicio, para cumplir condena o para ser enviados a otro destino. Durante la dictadura franquista sus muros siguieron custodiando tanto a presos sociales como políticos. 

Los testimonios que se conservan sobre la vida en prisión destacan las penosas condiciones sanitarias y de higiene, pero sobre todo “el clima de terror” que se vivió en el interior, donde los presos eran conscientes de los continuos asesinatos bajo la apariencia de puesta en libertad o traslado. Muchos de estos presos llegaban a escribir cartas a sus familiares contándoles que iban a ser liberados cuando en realidad iban a ser fusilados.

“Hubo quien fue asesinado bajo esa misma puerta al negarse a subir a los vehículos donde sus asesinos los querían transportar hacia la muerte”, recordaba hace unos años Jokin de Carlos, presidente de la Asociación de Fusilados de Navarra (AFFNA-36), en un pleno municipal en el que solicitó la recuperación de la puerta tras el derribo del penal.

Ahora, el Gobierno de Navarra ha “resignificado” el solar de la antigua cárcel “como área de transmisión de la memoria” y en él organizará diferentes actividades, dirigidas especialmente a escolares, para explicar “qué fue este lugar”, señala Ana Ollo, quien recuerda que al centro penitenciario también fueron encarcelados en la década de los 90 insumisos y objetores de conciencia que se negaron a realizar el servicio militar obligatorio.

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