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La lucha de la familia de Felipe Bediaga, gudari desaparecido en la Guerra Civil, por encontrarle y recordarle cada año

Felipe Bediaga, comandante del batallón Arana Goiri, que murió en la batalla del monte Saibi, a la izquierda de la foto

Maialen Ferreira

Bilbao —

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En casa de Teresa Usaola, como en muchas otras, la historia de qué ocurrió con su tío abuelo, el hermano de su abuela desaparecido en la Guerra Civil, ha sido siempre un tabú. Hasta que ella, que desde pequeña fue curiosa por naturaleza, empezó a preguntar por él. “Mi amama, viendo el interés que tenía, empezó a hablarme de la historia del tío Felipe. En la última etapa de su vida, cuando se mudó a nuestra casa, empezó a contarme mucho más y a transmitirme la angustia y el miedo que sintieron cuando desapareció y, sobre todo, la tristeza de sus padres y hermanos por no haber podido encontrarlo ni haber podido rescatar de él alguna de sus pertenencias. No pudieron tener ni su placa de identificación, ni siquiera su reloj”, explica Usaola a este periódico.

Felipe Bediaga fue un gudari, comandante del batallón Arana Goiri, que murió en la batalla del monte Saibi, situado en el parque natural de Urkiola (Bizkaia). Iniciada el 31 de marzo de 1937 la ofensiva franquista definitiva sobre Bizkaia con el bombardeo de Durango, Otxandio cayó el 4 de abril. En los días siguientes siguió la ofensiva con el objetivo de capturar los puertos de montaña. El objetivo de la I Brigada de Navarra fue concretamente el puerto de Urkiola, donde se encuentra el monte Saibi, también llamado Saibigain, que se trataba de una posición clave. Tras un duro combate, los franquistas consiguieron tomarlo, pero los gudaris y republicanos reaccionaron con fuerza. Durante la segunda semana de abril la posición cambió varias veces de manos.

El 14 de abril, sexto aniversario de la II República, el batallón Arana Goiri, encabezado por su comandante Felipe Bediaga, reconquistó la cumbre. Sin embargo, los franquistas devolvieron el golpe con fuego aéreo y artillería y Bediaga, según detalla el investigador memorialista Aitor Miñambres, que lleva años documentándose y divulgando sobre memoria histórica, “murió de un disparo en el mismo instante en que colocaba la ikurriña en la posición recién tomada”. Finalmente, el bando fascista tomó la estratégica cima. “En medio de una tormenta y de las complicaciones de la guerra, el cuerpo del comandante y los de sus hombres muertos jamás fueron encontrados, siendo muy probable que aún permanezcan en el terreno”, sostiene Miñambres.

Han pasado 88 años desde que asesinaran a Bediaga y la familia sigue sin tener rastro de su paradero. Sin embargo, gracias al trabajo realizado por Usaola, han conseguido que cada vez más gente se interese por ese capítulo de la historia y cada año realicen un homenaje en su memoria. El encuentro de este año, además de a familiares, ha reunido a la alcaldesa de Durango, Mireia Elkoroiribe, al exvicekehendakari Josu Erkoreka, a representantes de distintos ayuntamientos de Durangaldea y miembros de asociaciones memorialistas en un evento que ha contado con ikurriñas, banderas de Asturias (debido a que algunas víctimas tenían origen asturiano) y enseñas tricolores republicanas y que ha concluido con el canto del Eusko Gudariak. “Nos reunimos cada 14 de abril para hacerles un homenaje en el monte Saibi, en recuerdo de nuestros familiares que están allí aunque no sepamos dónde. Se trata de un homenaje emotivo y en recuerdo de nuestros familiares, pero también de un trabajo que se realiza para conseguir encontrarles”, reconoce Usaola.

En este sentido, destaca la labor realizada por la Sociedad de Ciencias Aranzadi y Euskal Prospekzio Taldea sobre el terreno en el marco del Programa de Búsqueda de Personas Desaparecidas durante la Guerra Civil que desarrolla el Instituto Vasco de la Memoria (Gogora). Tras tres exhumaciones realizadas durante 2024, han logrado recuperar los restos óseos completos de un combatiente de la Guerra Civil, además de restos no completos, es decir, fragmentos, de otros combatientes. Junto a los restos óseos completos de la persona encontraron también restos de la indumentaria, como fragmentos del chaquetón y del cinturón con la hebilla del Ejército Vasco, una pistola de la marca Astra, munición, y algunos objetos personales, como un mechero, dos monedas y dos ampollas de medicamento. “El hallazgo se sitúa en una de las laderas de la cima del monte Saibi (954 m.), próxima a la línea de una trinchera cavada en zigzag, en una zona baja, que podría ser una especie de refugio”, explican desde Aranzadi.

Para poder identificar a estas personas, Usaola destaca la importancia de que las familias que sospechen que algún familiar pudo haber desaparecido por la zona aporten su ADN. “Quiero hacer un llamamiento a las familias que puedan intuir que tienen un familiar allí. Que entreguen su ADN, porque es indispensable para poderles llevar a donde les corresponde”, insiste.

“En la zona de Saibigain tuvieron lugar duras batallas durante la Guerra Civil, entre el 6 y el 15 de abril de 1937, con muchos combatientes fallecidos según la documentación y los testimonios que se conservan. No en vano la cima tiene el sobrenombre de ‘monte de la sangre’ en referencia a cómo quedó el lugar, plagado de cadáveres, tras los diferentes combates para hacerse con el control de la cima, un lugar estratégico desde el punto de vista militar. De ahí el interés y la necesidad de llevar a cabo en esta zona una prospección sistemática y exhaustiva, siguiendo una metodología científica, que ha permitido recuperar los restos pertenecientes a tres personas, aun sin identificar. Tras el análisis de los restos óseos se procederá a la toma de muestras de ADN para su estudio genético”, sostienen desde Aranzadi.

El sueño de Usaola es poder encontrar a su tío abuelo, pero su búsqueda no es solo suya, se ha convertido en una lucha por defender los derechos humanos. “Yo siempre digo que no es una búsqueda únicamente personal. Si aparece mi tío abuelo me doy por satisfecha, pero también me sentiría satisfecha si aparece uno solo que pueda volver con su familia. Puedo estar equivocada, pero creo que es una herida que nunca se va a poder cerrar hasta que lo emocional no esté curado. Entonces, para curar las heridas emocionales necesitamos que toda esa gente esté donde le corresponde y podamos crear una sociedad menos polarizada políticamente. Ya va siendo hora, que son 88 años, ya somos otra generación. Tenemos que conseguir un poco de estabilidad, de hacer las cosas con coherencia. No estamos hablando de derechas o de izquierdas, estamos hablando de derechos humanos”, concluye.

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