Los irreductibles de Villalar: “Esto sirve para recordar lo que es Castilla, una patria que ha sido marginada, partida y explotada”

Si hay algo que define al que va a Villalar es 'irreductible': se ha enfrentado al desdén de una sociedad que se ha olvidado de él, a la promesa hueca de un presente que no ve con certitud y a la vana esperanza de que el futuro será mejor. ¿Quién dijo miedo? Miles de personas, este 23 de abril, han dicho 'yo, no', y han apostado por la revolución de amar el arte y de pensar que un mundo mejor es inevitable.
El 23 de abril, Castilla y León (aunque con el rechazo de los leonesistas) conmemora la batalla de las Comunidades de 1521. Que sí, que fue un momento histórico relevante en el siglo XVI, protoliberal y que convirtió a los comuneros en héroes y referentes trescientos años después. Pero es la fiesta de muchos, y cada uno lo vive a su manera.
Es una fecha que busca celebrar, pero también crear conciencia, reivindicar los derechos, los valores y un sentimiento que se traduce en poesía, música y trabajo. Tiene un tinte político inherente a la fiesta, pero no todos coinciden en que esto sea un “aquelarre de la izquierda”. “Los que dicen eso no creen en Castilla y León ni en lo que es Villalar, son falsos castellanos”, dice María José, que lleva muchos años viniendo con su marido Luis, que cree que esta fecha sirve para “recordar lo que es Castilla, una patria que ha sido marginada, partida, dividida y explotada”.
Una 'patria', o una tierra, que muchos reivindican y festejan: con la dulzaina, el tamboril, o la trompeta. Lo importante en Villalar es cantar y bailar: “Que luego nadie se siente identificado con la cultura castellana y hay mucho que reivindicar”, dice Jimena, que compara cómo se ha puesto en valor el flamenco y no otros bailes tradicionales como la jota. Que nadie es más que nadie, y Villalar busca a su tribu perdida, esa de la que procedemos.

Juan Carlos, con una bandera autonómica y una boina para protegerse del sol, lleva viniendo a Villalar desde el primer año. “Es una fiesta nuestra, es tan política como levantarte todos los días”, suscribe. Él aprovecha esta fecha para comer con los amigos, tomar el café y a bailar una jota: “lo nuestro”. Por eso este año, Villalar ha reunido a grupos musicales de Castilla y León que precisamente reivindiquen sus orígenes, su sonido propio y su tradición: como La Regadera, Obús, El Nido, Dulzaro, San Miguel Fraser, Bravo Maldonado o El Naán. Más o menos consolidados, con el corazón palpitante.
Esta es precisamente una oportunidad para descubrir la tuya propia; en cada uno de los escenarios o carpas que coexisten en la campa, a pocos metros de donde se congregan cientos de personas en recuerdo a los líderes del movimiento comunero, donde se depositan flores y se reclaman derechos. Porque eso es lo que simboliza Villalar: la memoria resentida, la tormenta y la guardia del olvido más punzante, mientras te preguntas qué harán ahí esos mirones que no saben bailar. Porque hay que vivir bien las tristezas, pero mejor las alegrías.
Y sin renunciar a lo nuestro. “Que en Castilla pasan cosas”, dice Carlos en el que es su primer Villalar, donde ha venido “para ver qué es lo que pasa aquí”. Porque Villalar es político, sí, pero también va más allá.
Muchos buscan transmitir de generación en generación. Muchos de los que venían de niños con sus padres, hoy 'arrastran' a amigos, hijos o sobrinos. Porque esta fiesta permite combinar dos aspectos fundamentales: “jugar al Uno con los más pequeños y reivindicar”. Como dicen aquellos, aún nos queda el encinar.
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