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Donostia hace caja con Springsteen: “Facturamos más que con la Real o durante el festival de cine”

El músico estadounidense Bruce Springsteen, junto a su guitarrista Steven Van Zandt, durante el concierto que ofrece con la E Street Band el 21 de junio en el estadio de Anoeta, en San Sebastián.

Mattin Izaguirre Eguiguren

Donostia —
24 de junio de 2025 21:46 h

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10:15 de la mañana, hotel María Cristina. Algunos seguidores del músico estadounidense Bruce Springsteen, que esta noche ofrecerá su segundo concierto en la ciudad, esperan con ilusión frente al emblemático establecimiento de cinco estrellas. Según los clientes del hotel, el artista está en el interior. Entre los seguidores está Felipe, llegado desde Madrid. “Es mi ídolo, soy muy fan”, afirma con entusiasmo. “Llegué ayer, y hoy me quedaré por aquí a ver si le veo antes del concierto”, sueña. Después, como muchos otros, se dirigirá al centro de la ciudad a comer.

El caso de Felipe se multiplica por miles. Donostia acoge estos días a feligreses del 'boss' llegados desde distintos puntos del Estado e incluso extranjeros. Este tipo de eventos multitudinarios causan una transformación temporal en la ciudad: hoteles llenos, incremento en el uso del transporte público, mayor consumo en hostelería y tensión en los aparcamientos. En definitiva, un fenómeno que toca todos los sectores clave del tejido urbano.

Hacer el agosto en junio

Uno de los sectores más beneficiado ha sido el hotelero. Desde un conocido hotel del barrio de Amara –zona en la que se celebra el concierto–, su jefe de recepción asegura que el evento ha sido “un auténtico impulso”. “Este tipo de situaciones ayudan mucho a llenar hoteles y a subir precio”, reconoce. “El 80% de nuestros huéspedes vienen por el concierto. Sabíamos que, al ser la única cita de Bruce en el Estado, la afluencia iba a ser masiva”, añade. Desde el Astoria, también en Amara, confirman el alza de las reservas: “Tenemos clientes que han venido desde Baleares o Barcelona. Es un evento que ha traído gente de todo el país”.

En cuanto a la hostelería, el efecto se deja notar desde primera hora. Pasear por el Casco Viejo a media mañana basta para ver a bares y restaurantes trabajando a pleno rendimiento. En el bar Okendo, local clásico de la Parte Vieja, lo tienen claro: “Facturamos un 40% más que en un día normal. Más incluso que en partido de la Real o durante cualquier día del Zinemaldi”.

Xabier, del bar Egosari, por otra parte, añade que el efecto de los dos conciertos comenzó incluso antes del fin de semana. “Para el concierto del sábado, el jueves a la noche ya se notaba gente. Han sido cuatro días muy intensos. Al coincidir con el fin de semana y ser el único concierto en todo el Estado, ha venido literalmente todo el mundo”, reseña. Según él, este tipo de turismo cultural es “positivo, saludable y de calidad”: “El público que viene tiene poder adquisitivo medio-alto, se mueve, consume, pasea. Así da gusto trabajar”.

“Un caos”

El transporte público también ha tenido que adaptarse al volumen de desplazamientos. Un taxista lo resume así: “El evento nos beneficia, sobre todo por la tarde. Entre 19:00 y las 21:00 todo el mundo se mueve hacía Anoeta. El tráfico es una locura. En Donostia diría que ha sido el evento del año, ya que se llene con 40.000 personas por día, se nota”.

Por otra parte, para facilitar los desplazamientos, Dbus ha organizado servicios especiales de autobús tanto el sábado 21 como el martes 24. La cola el sábado de madrugada tras el primer pase era kilométrica. Un conductor lo explica de la siguiente manera: “Tenemos refuerzos específicos tanto a la ida como a la vuelta del concierto. A la salida, las líneas desde Anoeta hacia los barrios se saturan. Es mucha gente carga de trabajo. Está bien para la ciudad, nos pone en el mapa, pero quienes vivimos del transporte acabamos agotados”.

En los parkings, la situación es parecida. A las 11:00 del martes, Iñaki, responsable de un aparcamiento en Amara, lo confirma: “Nos quedan apenas 15 plazas. El sábado colgamos el cartel de completo a las 12.00. Y eso que muchos abonados no vinieron a trabajar. Algunos incluso vinieron el día antes a aparcar y se fueron a casa en autobús. La ciudad gana dinero, pero para quienes vivimos aquí, puede ser un caos”. El primer día era verdaderamente imposible encontrar aparcamiento incluso en la estación y otros estacionamientos más alejados de Anoeta.

La estación de autobuses también ofrece una imagen representativa del día: decenas de fans lucen camisetas con rostro o el nombre de Springsteen. Entre ellos, una mujer estadounidense que actualmente reside en Portugal: “Mi primer concierto de Bruce fue en 1988, cuando vivía en Chile. Fuimos hasta Argentia. Era parte del tour de Amnistía Internacional”. Desde entonces ha asistido a más de 60 conciertos. Esta vez ha viajado desde Lisboa en avión y desde allí a Donostia en autobús. A medida que se acerca la hora del espectáculo, el ambiente de la ciudad va en aumento. En el puesto del “merchandesing”, las camisetas cuestan 50 euros en los alrededores del estadio. Las gorras ascienden a 40. Y la sudadera ronda los 90 euros.

Convivencias y tensiones en torno al estadio

Son las 17:22 de la tarde. En el bar Tick Tack, situado cerca del estadio, se mezclan los vecinos del barrio con los seguidores del músico estadounidense, repartidos en diferentes mesas del local. A medida que se acerca la hora del espectáculo, el ambiente de la ciudad va en aumento.

Un vecino comenta con resignación: “Este tipo de eventos no benefician demasiado al barrio. Al igual que con el fútbol, lo que hace es que se llene, y que no podamos descansar la gente del barrio”. A escasos metros, en otra mesa, los fans del artista disfrutan de un ambiente distendido, rodeados de familiares, niños, amigos y parejas. El público que sigue al músico suele acudir en grupo, y muchos viven con impaciencia los últimos momentos previos al concierto. Dos maneras de vivir una misma realidad, cada vez más frecuentes en la ciudad de la Bella Easo.

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