Ixone Fernández pone voz a las miles de personas torturadas por la Policía en Euskadi: “Te destruyen como persona”

Ixone Fernández fue detenida en 2005 por la Policía Nacional acusada de colaborar con ETA y durante su custodia sufrió torturas físicas y psicológicas. La Audiencia Nacional la absolvió sin cargos en 2009, tras haber pasado cuatro años en prisión preventiva. “A mí me detuvieron en Cádiz. Yo estaba sola, saliendo del cine y estuve 20 horas detenida sin que nadie lo supiese. Se me echaron encima en plena calle, en esos zarandeos te mueven como un trapo, te tiran al suelo y te agarran de los pelos. Y de repente alguien te dice que estás detenida e incomunicada. Lo primero que pensé es que me iban a matar. Para mí esas horas fueron terribles. Estaba incomunicada y me tenían que llevar a Madrid, pero yo pensaba que en cualquier momento dirían que me había intentado escapar y me pegarían cuatro tiros. Que iba a desaparecer y nadie sabría nada”, relata Fernández visiblemente emocionada frente a una sala repleta de personas torturadas y representantes institucionales.
Está acompañada de su familia y teme contar en público algo que ni ellos mismos sepan acerca de las torturas que vivió. “No eres nadie, estás ahí en un zulo en el que pueden hacer contigo lo que quieren hasta que te destruyen como persona, ese es el objetivo. Está la mano que lo ejecuta y creo que es importante ese matiz, a mí me detiene la Policía por orden de un juez al amparo de un Gobierno en ese momento, pero luego también me visita un médico forense que me dice que no tenga miedo, que estoy en comisaría y que lo que siento es normal. Luego llega una abogada de oficio, cuando ya llevo un montón de días y ya no puedo más y me acabo aprendiendo la declaración que la Policía quiere, pero mientras me están tomando declaración se duerme. La que se supone que tiene que velar por mi integridad en ese momento se queda dormida. Luego, en el juicio, relata que nuestro trato estaba siendo exquisito, dicho por nosotros, los detenidos y las detenidas. El juez ante el que pasé no me miró ni a la cara, Baltasar Garzón. El juez ante el que pase posteriormente para denunciar torturas, me dijo que teniendo en cuenta la acusación que pesaba sobre mí, que lo que yo contaba era novelesco e irrisorio y que teníamos que tener en cuenta que era mujer, que éramos el sexo débil y que como tal, que sentíamos miedo ante situaciones que igual no eran tan graves”, confiesa.
Así lo relata en el coloquio ‘Día internacional en apoyo a las víctimas de la tortura’ organizado en Bilbao por el Instituto de la Memoria (Gogora) en el que, además de Fernández, han participado el médico forense Paco Etxeberria y la psicóloga Olatz Barrenetxea. Antes que ellos, la consejera de Justicia y Derechos Humanos, la socialista María Jesús San José, ha condenado “esta violencia cruel e injusta” y ha mostrado su apoyo y el del Gobierno al que representa para todas las víctimas. “Algo que seguramente, no siempre hemos sabido hacer”, ha destacado.
Fernández recuerda su entrada a prisión como un alivio, ya que creía que con ello llegaría el fin de las torturas. “Tras cinco días incomunicada el juez me notifica que voy a ir a prisión y sentí un alivio terrible porque para mí el infierno se había acabado. Mis hermanas siempre me recuerdan que cuando me vieron en los calabozos de la Audiencia Nacional tenían una persona delante de ellas que no eran capaz de reconocer. Yo estaba fuera de mí. Estaba demacrada. Reconocerte como víctima es complicado. Estás en una situación psicológica en la que sientes que la cárcel va a ser un espacio seguro y luego te das cuenta de que estás encerrada y a muchos kilómetros de tu familia, pero al menos allí no te torturan o eso es lo que crees”, explica tras reconocer que una vez en libertad su cabeza no tiene la capacidad para asimilar lo ocurrido durante el tiempo en el que estuvo incomunicada ni dentro de prisión y que ha vivido de forma aséptica, totalmente desvinculada de sus emociones porque no es capaz de entenderlas ni gestionarlas.
El juez me dijo que era mujer, que éramos el sexo débil y que como tal, que sentíamos miedo ante situaciones que igual no eran tan, tan graves
“Hay toda una historia de la tortura, de los procesos y de las víctimas. Los mecanismos de defensa después de vivir una situación traumática como la tortura son diferentes si salen a la calle o si son encarcelados, porque son contextos totalmente diferentes. Hemos escuchado cientos de veces que el hecho de entrar a la cárcel, aunque no se entienda desde fuera, es como un sitio como protegido, porque ya se acaba, ya no voy a volver a comisaría, aunque vaya a la cárcel. Es el muro donde de alguna manera se acaba la tortura. Si sales a la calle nunca tienes la garantía de que no se va a volver a repetir, que te pueden volver a detener y de hecho pasaba. Siempre ha habido miedo de hablar de lo que ha pasado y si lo contaban era a escondidas, porque no querían o no podían sacar esa vulnerabilidad. El mecanismo de defensa de la tortura es sobrevivir y aunque haya pasado hace años, hoy en día las personas que han sufrido torturas siguen así”, detalla la psicóloga Barrenetxea.
El médico forense Paco Etxebarria lleva años investigando y documentando sobre la tortura, algo que, según describe “es más que esporádica en Euskadi”. “La tortura en el País Vasco ha sido más que esporádica. Cuando el Gobierno vasco diseñó el Plan de Paz incluyó el punto número seis en el que se abordaba esta cuestión que a mí me tocó dirigir. Organizamos la tarea dentro del Instituto Vasco de Criminología y empezamos a recoger la información documental. ¿Qué pasaba? Que había denuncias públicas y privadas por todas partes. Recibimos la información y para elaborar una prueba testifical anunciamos que necesitamos a personas que testificaran. Recogí 500 testimonios en vídeo. Aparecieron cintas y datos. Nos encontraron informes médicos de personas que siendo detenidas y no pasando a disposición judicial, que quedaban en libertad, eran atendidas los viernes por la tarde en el hospital de Basurto, a escondidas. Así, sin fin. Recogimos información desde el año 60 hasta hace bien poco han podido ser detenidas en Euskadi unas 20.000 personas y de ellas tenemos noticias de malos tratos de 5.000. Sin contar los testimonios de personas que han fallecido”, explica el médico forense.
“Es difícil contarle a tu ama, a tu aita, a tus hermanas, el infierno por el que has pasado. Esa parte la llevamos a fuego, el callar, el silenciar por proteger y no nos damos cuenta de que con esos silencios conseguimos que la herida pase de generación en generación y no son silencios que sanan. Yo he pasado de víctima a superviviente después de mucha terapia. Hice terapia en grupo con otras personas torturadas, algo que me ayudó porque aunque pasásemos por comisarías distintas, en épocas diferentes y hayamos sufrido tipos de tortura diferente, el dolor y el trauma es el mismo, nos comunicamos en el mismo idioma y eso ayuda. Interiorizar todo lo que has pasado y lo que has conseguido, te hace darte cuenta de que has sido víctima, pero que puedes empoderarte para ser superviviente. Entonces, todo el trauma vivido pasa de una parte en la que duele y sangra a otra que deja de doler. Yo siempre recuerdo lo vivido, porque es algo que jamás voy a olvidar, pero lo recuerdo desde una parte que no me duele o que al menos no me condiciona la vida”, concluye Fernández.
Fernández forma parte de los 4.113 casos de tortura recogidos en el proyecto de investigación de los malos tratos y la tortura en Euskadi 1960-2014, una investigación impulsada por el Gobierno vasco y llevada a cabo por el Instituto Vasco de Criminología, con Paco Etxebarria. A través de esa investigación se estableció que la tortura y los malos tratos han tenido un carácter sistemático, una herencia del franquismo, con vigencia hasta el siglo XXI. Además, las denuncias, en buena parte de casos, no fueron suficientemente investigadas y estuvieron principalmente vinculadas a periodos de incomunicación, y no recibieron la atención sociopolítica ni mediática que hubieran requerido. En relación a las víctimas, la investigación señala que no han recibido el reconocimiento y la reparación debidos.
Concretamente, este jueves el Parlamento Vasco ha aprobado una resolución propuesta por los partidos del Gobierno, PNV y el PSE-EE, que ratifica el compromiso de la Cámara con el reconocimiento institucional de la “injusticia” y la “grave vulneración de derechos humanos” que supone la tortura. El texto ha salido adelante con la abstención del resto de formaciones. Lo ha hecho tras un debate sobre “torturas policiales” a raíz de una iniciativa de EH Bildu referida a la reciente sentencia de la Audiencia Nacional en la que se constata que la antigua dirigente de ETA Iratxe Sorzabal fue sometida a “tratos inhumanos” por parte de la Policía.
Esa parte la llevamos a fuego, el callar, el silenciar por proteger y no nos damos cuenta de que con esos silencios conseguimos que la herida pase de generación en generación y no son silencios que sanan
Sin embargo, la proposición no de ley de EH Bildu ha sido rechazada. El texto de la coalición soberanista instaba a Gogora a poner a disposición de Sorzabal “todos los medios jurídicos necesarios para que pueda ejercer sus derechos ante la Justicia, y para que se investiguen y clarifiquen las responsabilidades penales de los agentes del Estado autores de aquellas torturas”. A su vez, EH Bildu instaba al Gobierno vasco a adoptar medidas “para que todas las ciudadanas y ciudadanos vascos que han sufrido torturas ejerzan su derecho a la verdad, justicia y reparación, promoviendo los mecanismos jurídicos y los cambios legislativos necesarios”.
En lugar de la iniciativa de EH Bildu, el pleno ha aprobado una enmienda del PNV y el PSE-EE. Ha recibido las abstenciones del resto (EH Bildu, PP, Sumar y Vox). A través de este texto, el Parlamento Vasco se ratifica en el compromiso adquirido en 2019 por unanimidad para adherirse al 'Día Internacional de Apoyo a las Víctimas de la Tortura', “como reconocimiento institucional de la injusticia que supone esta grave vulneración de los derechos humanos”. En la puerta del Parlamento se ha encendido el mismo pebetero que se ilumina como homenaje a las víctimas del terrorismo.
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