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La saga de los Fournier-Alfaro en Vitoria, cuando la historia de una sola familia es la de la toda una ciudad

Paz Larrumbide, durante la presentación del libro, con antiguos operarios de Heraclio Fournier

Iker Rioja Andueza

Vitoria —

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En pocas ocasiones la historia misma de una ciudad ha estado tan ligada a la de una sola saga familiar como es el caso de Vitoria con los Fournier-Alfaro. La simbiosis va mucho más allá de los naipes, de los que ahora se cumplen 155 años. La ubicación de la fábrica de barajas de cartas ha ido marcando el crecimiento del entramado urbano y los personajes más representativos de la familia han explicado la evolución política, social, cultural y económica de la capital. La arquitecta y exviceconsejera del Gobierno vasco Paz Larrumbide ha recopilado estas historias en el libro 'Los Fournier: la aventura de los naipes' (Ediciones Sans Soleil), que se ha ido presentando a lo largo de este mes de junio.

Heraclio Fournier, el patriarca

En 1870, el patriarca de la saga “aterrizó en Vitoria como podía haber aterrizado en cualquier otro lugar del planeta”, de “pura casualidad”, cuenta el historiador Antonio Rivera, que ha acompañado a Larrumbide en las presentaciones del volumen. Ella, en cambio, es de las que consideran que aquella Vitoria de la segunda mitad del siglo XIX era “la Atenas del norte” y que tenía cierta vis atractiva.

Su primer negocio estaba en la plaza de España, bajo los soportales del Ayuntamiento. Hasta hace nada continuaba como librería El Globo. La primera fábrica como tal, eso sí, iba a estar en el paseo de La Florida, en el patio de una casa. Pero “unos hongos” le hicieron perder la inversión de 20.000 pesetas y lo tocó volver a su punto de partida. Sin embargo, “mientras espera a mejorar, hubo unas elecciones municipales nada más haberse retirado los fueros”. “Y, aunque venga de Burgos y tenga ascendencia francesa, coge el banderín de la foralidad. Y se mete en una candidatura”, explica la autora del libro. Así arranca el contacto con la política de los Fournier-Alfaro, con una breve estancia como concejal alavesista del mismísimo Heraclio Fournier, que también tiene el honor de haber sido el titular del primer teléfono de Vitoria, en 1882.

Félix Alfaro, el hombre de los sellos de Franco

La línea familiar salta a los nietos. Heraclio Fournier solamente tuvo hijas y una de ellas, Mercedes, la mayor, se casó con Juan Bautista Alfaro. “Para Heraclio era como el hijo que nunca tuvo”, explica la escritora. Quien heredó el negocio de la imprenta de naipes fue Félix Alfaro Fournier, director de la fábrica hasta su muerte en 1989.

Elevó los estándares de calidad de la fábrica y le abrió a nuevos negocios. La Guerra Civil y el franquismo, de hecho, fueron para él una oportunidad en clara connivencia con los golpistas. De Heraclio Fournier salieron los mapas que empleó la Italia fascista que asistía a Francisco Franco y los primeros sellos con la efigie del dictador. Intentó también lograr el monopolio de la emisión de billetes de banco, mas no lo logró. Más tarde emitió sellos para países de todo el mundo y para la ONU.

Llegó a ser procurador en las Cortes Generales de la dictadura, un sucedáneo de Parlamento. “Félix fue de derechas. Pero no reaccionario o franquista en el sentido estricto. De hecho, hizo una cosa muy rara en esa época, dimitir. Representaba esa derecha local instrumentalmente franquista”, concreta Rivera, que apunta también a una cierta calidad en las condiciones laborales en la fábrica de naipes. Muchos de sus antiguos operarios aún le llaman “don Félix” y se han hecho algunas iniciativas para poner en valor la labor de las conocidas como “naiperas”, las mujeres de la empresa.

La ciudad era su escenario y muchos museos actuales tienen origen en sus colecciones. Tuvo también un periódico como órgano de difusión, 'Norte Exprés'. Larrumbide y Rivera coinciden que estaba metido en todo o casi todo. Los jefes de Estado Francisco Franco y Juan Carlos I le recibieron con honores. Fue también de los primeros empresarios en denunciar públicamente la extorsión de ETA.

Tomás Alfaro, el alcalde republicano

Una de las piruetas más llamativas de la historia de Vitoria es que Félix Alfaro se empeñara en imprimir en 1938 los primeros sellos de Franco uno tras otro cuando se hermano Tomás fue el primer alcalde republicano depuesto en toda España tras el 18 de julio de 1936. Era “el verso suelto” de la familia. Su padre, por ejemplo, era 'datista', es decir, seguidor del conservador Eduardo Dato, presidente del Gobierno con Alfonso XIII y muy apegado a Vitoria, cuya calle principal aún lleva su nombre.

Tomás Alfaro era “un renacentista, un enciclopedista”. “Le da a todo y todo lo hace bueno”, comenta Rivera, que también ha publicado trabajos sobre su figura. “Es perito mercantil pero, en realidad, se dedica a la literatura, a la historia, a la pintura, a la composición musical. A las artes, en definitiva. Nada humano le es ajeno. Es claramente el primer historiador moderno de esta provincia más allá de los cronistas”, agrega.

Pero también fue político. Era un hombre “genuinamente de izquierdas”, “azañista” [por Manuel Azaña] y nada extremista. “Tenía una mirada del republicanismo muy crítica con los propios republicanos, con el izquierdismo, lo que él llamaba la 'zafiedad'. Era muy beligerante también con la CNT pero se llevaba bien con los socialistas”, sostiene Rivera. Como el alcalde Teodoro González de Zárate pedía “muchas licencias” era su sustituto habitual. Fue “el auténtico alcalde” republicano de Vitoria con la excepción del período del derechista Luis Ginés Ostolaza, no salido de las urnas. Y en esa condición de regidor le llegó el estallido de la Guerra Civil.

“Salvó la vida por las recomendaciones. Su familia movió hilos para que no perdiera la cabeza”, explica Rivera. González de Zárate y otros ediles sí fueron asesinados pero él 'sólo' padeció cárcel y destierro, aunque ya tras la contienda pudo recuperar parte de su actividad artística y empresarial. “Siguió siendo un hombre beligerante con aquel régimen de la dictadura”, señala Rivera. Tomás Alfaro tiene una calle en Vitoria no como alcalde sino como artista, junto con otros pintores. Entre ellos está Carlos Sáez de Tejada, fichado por su hermano como grabador de la imprenta y uno de los más destacados propagandistas del primer franquismo. Larrumbide recuerda que en prisión escribió unas memorias “de su puño y letra” que son un valioso relato histórico de la época.

Heraclio Alfaro, el aviador estadounidense

El nieto que toma el apellido del abuelo es, posiblemente, el Fournier más conocido en el mundo, aunque no tanto en su tierra de origen. Heraclio Alfaro Fournier era aviador. Y se desplazó a hacer carrera al otro lado del océano. “De su etapa en Estados Unidos tiene una treintena de patentes”, contó en su momento a este periódico el periodista y piloto Pedro Gorospe, que participa en el aeroclub de Vitoria, llamado Heraclio Alfaro, como la calle de Salburua que conduce hasta el antiguo campo de aviación. Su principal desarrollo técnico fueron los 'flaps'.

Tiene una mención como pionero de la aviación en el Museo Nacional del Aire y el Espacio de Washington D.C. Pero es que, antes de emigrar, fue “el tercer piloto civil” de la historia en España, montó con Leoncio Garnier la primera escuela civil de aviación en Vitoria y construyó “el primer aeroplano” de fabricación española allá por 1914, que se estrenó con un vuelo sobre su ciudad, según la Real Academia de la Historia.

Tras la II Guerra Mundial, volvió a España (en barco) para completar su vida. “Era un fenómeno. En Madrid, intentó montar una industria aeronáutica civil, pero el régimen le dijo que tururú, que todo eso dependía de lo militar. Como premio de consolación le dieron un avión”, según Gorospe. El avión que se le asignó es el matriculado como EC-AJR. La Royal Air Force británica (RAF) 'civilizó' los Auster que empleó en el desembarco de Normandía y los vendió. La España realineada tras la caída de sus socios nazis y fascistas adquirió algunos de esos aparatos y cedió uno de ellos a Heraclio Alfaro, que aterrizó en la ciudad a bordo del aparato. Lo hizo en plena dictadura y en un campo de aviación de Salburua que había sido la base aérea de la fuerza aérea de la Alemania nazi durante la guerra. Esa avioneta se conserva en la ciudad.

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