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Adiós a Emma Cohen, musa todoterreno del cine underground
Una obrera de la interpretación de ideas libertarias. Así era cuando empezó a tomarse enserio aquello de aquello de actuar. Lo hizo entre manifestaciones, militancias en la CNT, tomos de ensayo político y una carrera de derecho que nunca quiso terminar. Polifacética y rebelde, Emmanuela Beltrán Cohen hizo de todo, incapaz de limitar sus aspiraciones a la actuación, probando sus capacidades con novelas y guiones. La barcelonesa falleció el lunes por la noche, después de una larga lucha contra un cáncer que había llevado casi en secreto.
Llevaba un tiempo retirada de la vida pública y la profesión cuando le detectaron la enfermedad. Acorde a su voluntad, su entierro se llevará a cabo “en la más absoluta intimidad”, según ha informado Jesús Cimarro, íntimo de la actriz y director del Festival de Mérida.
Cuenta el director de teatro Mario Gas que, cuando él y Emma Cohen se conocieron en la universidad, la facultad entera estaba enamorada de ella: “siempre fue una mujer bellísima, de rostro y de alma”. Juntos estudiaron Derecho en la Universidad de Barcelona y siempre fueron amigos.
Fue una de las primeras actrices a las que dirigió y Gas supo desde el primer momento que “tenia un futuro absolutamente fantástico”. Luego llegó el cine, la popularidad y su unión con Fernando Fernán Gómez.
Cohen, viuda del célebre director y actor, conoció al que sería su compañero en 1969. Fue durante el rodaje de Pierna creciente, falda menguante, de Javier Aguirre. Con él mantuvo una relación de largo recorrido que se hizo “oficial” en el año 2000, cuando contrajeron matrimonio. Fernán Gómez, que le llevaba 24 años, falleció en 2007.
Mario Gas cuenta que decidió en un momento de su vida “organizarlo todo de puertas adentro, alejándose cada vez un poco más de la actividad exterior”. Eso no quería decir, precisa, que no trabajara, sino que se concentró en escribir novelas, guiones, dibujos y pinturas. “Fue por decisión propia y después de la desaparición de Fernando, también sin hacer ruido, se fue quedando en su casa. Cada vez tenía menos contacto con la vida pública, pocas amistades y muy pocas salidas. Siempre que quedábamos en los últimos tiempos quería que fuera en su casa”, recuerda Gas.
Poco a poco, señala, fue decantándose “por otras cosas”, centrándose en un mundo interior, “siempre con un sentido del humor muy cálido como forma de vida, de leer y entender el mundo”.
Cohen dice que era una mujer “muy valiosa y discreta, que mantenía una actitud muy firme sobre las cosas, con un criterio muy formado. Desapareció del mundo público pero nunca hizo dejación de su esencia observadora y opinadora”.
Una musa todoterreno
A lo largo de su carrera fue dirigida por cineastas como Jorge Grau, Eloy de la Iglesia, Mariano Ozores, Javier Aguirre, Fernando Colomo, Roberto Bodegas, Juan Luis Buñuel, José Luis Garci, Imanol Uribe. Todos se fijaron en la belleza de su rebeldía. “Era una de las mujeres más guapas de su época y por eso Fernando Fernán Gómez se fijó en ella. Era una actriz que en los años 70 trabajó mucho y muy bien y se hizo muy popular”, cuenta Jesús Cimarro.
La actriz, hija de un teniente de alcalde de la ciudad condal, fue considerada “la musa del cine underground catalán”. En 1965 intervino brevemente en la película Doctor Zhivago y tres años después debutó en el cine con Jorge Grau y Luis Marquina en la película Tusset Street, protagonizada por Sara Montiel.
Vivió en París el mayo del 68 y tras su regreso en 1969 dirigió cortometrajes como La primera historia de Bartio o Los siete días del sol. Ese mismo año comenzó como actriz de teatro profesional en el Teatro Romea con Noche de Reyes, de Shakespeare y sustityó a Gemma Cuervo en “A puerta cerrada”, dirigida por Nuria Espert.
En el cine hizo todo tipo de títulos, desde La larga agonía de los peces junto a Joan Manuel Serrat; hasta Cabezas cortadas, de Glaubert Rocha, pasando por El extraño caso del doctor Fausto, de Gonzalo Suárez o Historia de una chica sola de J. Grau.
En los setenta se trasladó a Madrid e intervino en la serie para TVE El conde de Montecristo y fue doña Inés en Don Juan Tenorio junto a Carlos Larrañaga, a las que siguieron Visto para sentencia, o Un cuento californiano.
Por entonces empezó a trabajar en teatro con Fernán Gómez, con quien hizo, entre otras, El enemigo del pueblo, de Ibsen; El mal anda suelto, de Audiberti y coprotagonizó Vodevil.
En 1976 probó suerte detrás de las cámaras con La plaza y En el túnel y protagonizó, entre otras, Bruja, más que bruja, película que, precisamente, recibirá un homenaje hoy en la Academia de Cine.
Su primera incursión en la literatura fue con la novela Toda la casa era una ventana a la que siguieron, entre otras, La isla del aire, Loca Magnolia y Ese vago resplandor, su única novela autobiográfica. Uno de sus últimos trabajos fue el estreno de la obra de radioteatro Peter Pan y Wendy y una lectura de Las bicicletas no son para el verano.
Una actriz “libre hasta las cachas”
Fue “una mujer en el más amplio sentido de la palabra, toda una personalidad y, sobre todo, una tía del copón y libre hasta las cachas”, dijo ayer el actor José Sacristán sobre la que fue su amiga íntima. Sacristán hacía mucho que no sabía de ella, pero su muerte, dice, ha sido un auténtico shock. “Sé que la maldita enfermedad, esa -en referencia al cáncer- había vuelto y también que ella se resistía a aplicarse medidas”, ha señalado.
El actor, siente su muerte “en el alma”, ya que fue ella quien la principal responsable de que Sacristán trabajase con Fernan Gómez. “Los dos éramos tan tímidos, tan incapaces de decir las cosas, que si no hubiera sido por ella no habríamos hecho nada juntos”, rememora. “Emma era, como Fernando, profundamente tierna pero como la necedad es homicida, tenían que protegerse de los tontos. Recuerdo perfectamente la primera vez que se vieron. La cara que puso él al verla bajar del coche lo dijo todo”, ha recordado emocionado.