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Descontentos, pero no excluidos. Los votantes de Podemos y sus infelices circunstancias

Podemos consulta a los ciudadanos los acuerdos de investidura en varias comunidades

Pau Marí-Klose

Hoy se presenta en el Centro Cultural Blanquerna Los Votantes de Podemos, un concienzudo estudio de sociología electoral del politólogo José Fernández Albertos. Fernández Albertos es exponente de una nueva generación de sociólogos, economistas y politólogos que, operando intensamente desde plataformas digitales, están suministrando detallados análisis sobre fenómenos emergentes, aportando nuevos enfoques, una preparación técnica inusual por nuestros lares en la explotación de datos cuantitativos, y grandes dosis de intuición, cimentada en una sólida formación teórica. Me atrevería a decir, con permiso de los demás, que Fernández Albertos es, posiblemente, el más brillante e imaginativo entre ellos.

En su nuevo libro, el lector encontrará una extensa radiografía del voto de Podemos con los datos disponibles, tanto a nivel agregado, como en las encuestas cuyos microdatos están a disposición de los analistas. Fernández Albertos ofrece una acertada descripción del descontento con el funcionamiento con el sistema político que precedió a la irrupción de Podemos y caracteriza la ventana de oportunidad que se abre a al partido de Iglesias, estudia concienzudamente los determinantes del voto a Podemos el 25-M, sus perfiles sociológicos y políticos, y proporciona un trabajado análisis “ecológico” del voto a la formación podemita.

Los resultados de este análisis acreditan que la incidencia local de la crisis influyó positivamente en el apoyo a Podemos. Este apoyo fue más pronunciado en municipios con más votantes de izquierdas. Fernández Albertos es cauteloso, y advierte apropiadamente de los riesgos de falacia ecológica. El hecho de que en los municipios con más aumento de desempleo el voto cosechado por Podemos es mayor no significa necesariamente que los desempleados tengan más inclinación a votar Podemos. Sería posible, por ejemplo, que Podemos concitará el apoyo de personas que no sufren directamente las consecuencias de la crisis, pero están preocupados por la deriva social de sus municipios, el deterioro de sus entornos, o la suerte de sus conciudadanos más afectados.

Pero no todo lo que escribe Fernández Alberto merece mi aplauso entusiasta. El libro adolece, a mi juicio, de importantes debilidades para justificar su subtítulo: Del partido de los indignados al partido de los excluidos. Fernández Albertos sostiene varias veces en su libro (y especialmente en el capítulo 4) que, a medida que creció el apoyo a Podemos, atrajo cada vez votos de las capas más vulnerables de la población, lo que terminó transformando las bases sociales del apoyo al partido. En la página 108, Fernández Albertos llega a especular sobre la posibilidad de que lleguemos a ver “voto de clase” a Podemos.

Lo cierto es que su análisis evidencia fundamentalmente que Podemos atrajo el voto de los ciudadanos descontentos con su situación económica, lo que no es exactamente lo mismo que los votantes excluidos, los más vulnerables, ni siquiera los votantes más castigados por la crisis. Fernández Albertos acredita que, en los sondeos recientes, la percepción sobre la situación económica personal cobra importancia como determinante del voto a Podemos.

Sin embargo, Podemos no se convierte, de ningún modo, en el partido de los excluidos. Exclusión social es un concepto complejo, que hace referencia a la falta de oportunidades de los ciudadanos para participar de forma plena en la vida social, económica y cultural de sus sociedades, debido a la carencia de derechos, recursos y capacidades básicas. En términos prácticos, quienes estudiamos la exclusión identificamos a las personas que la sufren a partir de indicadores básicos de acceso a la educación, el mercado laboral, una vivienda adecuada, tecnologías de la información, oportunidades de participación política, etc.

¿Sufren los votantes de Podemos exclusión social en mayor medida que los de otros partidos? En particular, ¿atrae Podemos un porcentaje mayor de voto “excluido” que su principal rival en el espacio progresista por el que compite, el PSOE? La respuesta es inequívoca: no. Aunque en los últimos sondeos disponibles de abril, Podemos y PSOE andan bastante a la par en intención de voto, lo que podríamos considerar votantes excluidos (a partir de los indicadores disponibles en los barómetros electorales, que son limitados) se decantan mayoritariamente por el partido socialista.

Por ejemplo, en el último barómetro de abril de 2015, un porcentaje mayor de parados (los principales “excluidos laborares”) se decantan por el PSOE que por Podemos (19,8% por el PSOE, 13,8% por Podemos). Un porcentaje mayor de personas con bajo nivel educativo, sin estudios o con estudios primarios (los principales “excluidos educativos”), se decantan por el PSOE que por Podemos (24,8% y 6,5%). Una proporción mayor de obreros no cualificados se decantan por el PSOE que por Podemos (22,4% y 15,1%, respectivamente). El PSOE es también el partido que, en el espacio progresista, prefieren las mujeres (16,3% y 11,7% respectivamente). El único grupo “vulnerable” donde Podemos presenta claras ventajas sobre el PSOE, su verdadero núcleo irradiador, son los jóvenes y jóvenes adultos (fundamentalmente los jóvenes de clase media, estudiantes y titulados recientes). Sabemos además que los votantes de Podemos son, por término medio, votantes con un mayor grado de información y compromiso con actividades políticas. Su voz encuentra más fácilmente cauces por los que expresarse.

Podemos no es el partido de los excluidos. No sería difícil alegar que, en cambio, es el partido favorito de los privilegiados en el espacio progresista. Es el partido que prefieren mayoritariamente los individuos que el CIS clasifica como clase alta/media alta (14,7% tiene intención de votar a Podemos, 7,3%% al PSOE). Es también el partido de los individuos con ingresos más elevados.

A partir de los datos de la encuesta postelectoral y los distintos barómetros, he calculado la intención de voto en tres intervalos de ingresos del hogar (hasta 900 euros mensuales, de 900 a 1800, y más de 1800 euros), estimando así mismo el peso de estos votantes en el conjunto de votantes de Podemos. En las encuestas del CIS, que fijan rígidamente 11 tramos, los tres intervalos que hemos escogido no tienen un peso demográfico homogéneo. Escojo el primer intervalo (compuesto por cuatro tramos fijos del CIS) porque representa poco más o menos el 20% de entrevistados más pobres en los distintos barómetros (una cifra que suele corresponder al umbral de la pobreza), y el último porque captura aproximadamente al 20% de hogares más ricos.

Los pregunta sobre los ingresos del hogar del CIS tampoco permite realizar ajustes por la composición del hogar, por lo que si la composición de los hogares de los votantes de Podemos es muy diferente a la de los hogares del PSOE, habría razones para poner en cuestión las conclusiones. Por eso hay que tomarse los datos con cierta cautela, pero nos pueden resultar orientativos

Como podemos observar en el siguiente gráfico, entre el 25-M de 2014 y enero de 2015, Podemos mejora sus expectativas de voto entre personas el intervalo de ingreso más bajo, aunque moderadamente y nunca llega a ser el partido más apoyado en este segmento.

Apoyo a Podemos en las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas en el tramo bajo de ingresos (ingresos del hogar inferiores a 900 euros mensuales)

Fuente: Estudios 3028, 3033, 3041, 3050, Centro de Investigaciones Sociológicas

En realidad, si abriéramos el foco, las expectativas de Podemos mejoran en todos los tramos de ingreso, en otros incluso más que en este tramo más bajo. De hecho, los datos no nos permiten concluir que, a lo largo del tiempo, el peso de los votantes económicamente más desfavorecidos aumenta en relación al conjunto de votantes de Podemos (como se representa en la línea continua). Respecto al porcentaje global, sus votantes más pobres están siempre infrarepresentados (como se demuestra por el hecho de que las columnas moradas se encuentren siempre por debajo de la línea continua en el gráfico).

Si atendemos a los datos que tenemos de recuerdo de voto, en la encuesta postelectoral de 2014, el recuerdo de voto a Podemos en el tramo de ingresos bajo era, en términos relativos, un 12,6% más bajo que su media total. Recordaban haberlo votado un 11,1% de personas en el intervalo bajo de ingresos (hasta 900 euros mensuales), por un 12,7% en el conjunto de la población entrevistada. En julio, ya en un sondeo que indagaba directamente sobre lo que votaría la gente en unas supuestas elecciones generales, la desviación era del -3,4%. Tenían intención de votarlo el 11,4% de personas con ingresos inferiores a 900 euros mensuales (y el 11,9 de todos los votantes). En octubre de 2015, el voto de Podemos en el tramo de ingreso bajo se apartaba de la media en un -11,1%. En enero de 2015 en un -14%.

El apoyo al PSOE, en cambio, está siempre claramente sobrerepresentado en los intervalos de ingreso más bajo en relación a la media de intención de voto a este partido. En enero, por ejemplo, coincidiendo con su intención de voto más baja en la en el tramo inferior de ingresos (16,6%), todavía tenía bastante más apoyo en la esa franja económica que en el conjunto de la población (12,4%).

En el otro extremo de la escala económica, las cosas son distintas. Con el paso del tiempo, Podemos se afianza como el voto de las personas progresistas que viven en los hogares más acomodados (más de 1800 euros al mes). Salvo en mayo, su intención de voto en este tramo adinerado está claramente por encima de la intención media de voto en todos los tramos. En este segmento, la intención de voto al PSOE se sitúa por debajo de Podemos a partir de julio de 2015.

Apoyo a Podemos en las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas en el tramo alto de ingresos (ingresos superiores a 1800 euros)

Fuente: Estudios 3028, 3033, 3041, 3050, Centro de Investigaciones Sociológicas

Dicho de otro modo, descontento con la situación económica personal no equivale a vulnerabilidad o exclusión. Podemos atrajo fundamentalmente un votante de clase media, soliviantado por su situación económica, y no tanto a los grupos más desfavorecidos. Es difícil saber si las razones de esa irritación de las clases medias son estrictamente económicas, o han sido construidas como tales, conformando la percepción de individuos que sienten que su situación es mala a pesar de que, objetivamente, es mucho mejor que la de otros.

En últimos años, la clase media se ha arrogado muchas veces el protagonismo de la crisis, a pesar de que los indicadores apuntaban claramente a que el desplome de rentas se estaba dando en los grupos más desfavorecidos. Fernández Albertos mismo lo ha señalado en uno de sus artículos más brillantes. Como partido cuyo sustrato electoral está fundamentalmente anclado en las clases medias, Podemos ha estado abanderando estratégicamente esa invocación al sufrimiento de la gente, pasando por alto fracturas sociales de enorme calado en el magma pretendidamente amorfo de los “de abajo”, y alimentando así percepciones más o menos justificadas de agravio en segmentos de la población menos vulnerable.

De ahí a que a estos colectivos debamos considerarlos “los excluidos” media un mundo.

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