España suspende ante Europa por sus desequilibrios macroeconómicos
En el examen anual del Procedimiento de Desequilibrios Macroeconómicos (PMD) publicado por la Comisión Europea en su reciente Alert Mechanism Report 2015, España suspende en 5 de los 11 indicadores del scoreboard: cuota mundial de exportaciones, deuda privada, deuda pública, tasa de desempleo y posición de inversión internacional neta (deuda externa neta). La definición y umbrales de los indicadores se muestran en un cuadro al final.
Tuvimos 7 incumplimientos en 2007 y 6 entre 2008 y 2012. De cara al informe del año que viene, que corresponderá a 2014, mantendremos probablemente los mismos 5 suspensos actuales. Las notas de nuestros pares en la eurozona, mientras, varían significativamente, desde los 2 suspensos de Austria o Eslovaquia a los a los 6 de Chipre, pasando por 3 en Alemania, Francia e Italia o 4 en Holanda, Portugal o Irlanda. Por lo general, los países periféricos seguimos en el furgón de cola.
¿Qué es el PDM? Es un mecanismo de detección de desequilibrios potencialmente perjudiciales lanzado como parte del paquete de gobernanza económica “Six Pack”. Un informe anual (Alert Mechanism Report o AMR) identifica los Estados miembros para los que es conveniente realizar un estudio más exhaustivo (in-depth review o IDR) para valorar su vulnerabilidad y determinar si los desequilibrios son problemáticos. La Comisión se apoya en este IDR para emitir recomendaciones de políticas, y puede proponer al Consejo activar el “brazo correctivo” (Excessive Imbalance Procedure o EIP) cuando existan desequilibrios excesivos o severos que pongan en peligro el correcto funcionamiento de la eurozona, pudiendo acabar en sanciones a los estados reiteradamente infractores (sanciones que, al igual que en caso del Pacto de Estabilidad, son más políticas que financieras). Una explicación sencilla del procedimiento se puede leer aquí. En el caso español el AMR de nov-13 llamó a realizar un IDR, que en marzo concluyó que no se requería abrir un EIP.
El análisis se basa en una tabla de 11 indicadores (cinco “indicadores externos y de competitividad” y seis “indicadores internos”) que cubren diversas fuentes de desequilibrios. La interpretación de la tabla no se realiza de manera puramente mecánica, sino que se considera también el número de incumplimientos, la evolución, severidad y la combinación de los mismos, un conjunto extenso de indicadores auxiliares, o los efectos positivos o negativos sobre otros países (economic spillovers).
¿Es necesario el PDM? Uno de los fallos más graves de diseño de la eurozona ha sido el reparto desigual de los instrumentos de política económica entre los estados y Europa. Mientras que la política monetaria fue centralizada bajo el mandato del BCE, otros instrumentos quedaron en manos de los gobiernos nacionales. La cesión de soberanía en materia fiscal –a través del muchas veces remendado Pacto de Estabilidad- fue la única excepción, y fue en todo caso parcial. De esta manera, la coordinación de las políticas económicas en un sentido amplio no se trasladó al nivel europeo.
La opción ideal desde el punto de vista de un funcionamiento adecuado, duradero y equilibrado de la eurozona es la unión política. Este drástico salto es impensable a día de hoy en Europa. Pero existen algunos mecanismos intermedios para mejorar la gobernanza del euro -como un “Fondo Monetario Europeo”, eurobonos o una mayor coordinación de las políticas económicas-, que sí pueden resultar útiles en ausencia de unión política. En este marco se encuadra el PDM.
El PDM tiene diversos problemas. Primero, el informe del mecanismo de alerta (ARM) se publica en noviembre y se refiere al año previo. ¿Qué clase de alerta temprana es esta? Segundo, los indicadores no miran hacia adelante sino que son “backward looking”, dificultando la detección de futuras crisis que se puedan estar gestando. Además, algunos se calculan en medias móviles de varios años, lo que puede retrasar la detección de los desequilibrios y la confirmación de que se han resuelto. Tercero, un correcto funcionamiento de la eurozona requeriría el uso de umbrales relativos de cada país frente al conjunto del área, que considerara como desequilibrios las desviaciones frente la tendencia agregada y no la superación de umbrales absolutos. Y cuarto, algunos de estos son asimétricos (el de la Cuenta Corriente se incumple con superávits superiores al 6% del PIB o déficits mayores al 4%), una anomalía acordada por influencia y en beneficio de Alemania (“Don’t mention the surplus”, ironizó The Economist sobre este aspecto, en recuerdo de la divertidísima serie Fawlty Towers de John Cleese).
Pero existe una preocupación más fundamental. Se vigilan indicadores sobre los que el gobierno tiene poco o ningún control. Los casos de la deuda privada o la cuota mundial de exportaciones son evidentes. La mayoría de indicadores adolece, en mayor o menor medida, de este problema, incluida la deuda pública, que como cualquier stock es “fijo” a corto plazo.
Pensemos en esta crisis. Muchas de las dinámicas perversas que la provocaron o acentuaron fueron de raíz monetaria y financiera. En particular, las burbujas inmobiliarias fueron alimentadas por una desaforada expansión del crédito. Pero los instrumentos para controlar la dinámica local del crédito no está en manos del gobierno –ni siquiera del Banco de España, imponga las “provisiones anticíclicas” que imponga-, sino que se han cedido a las autoridades monetarias del área euro. De esta forma, exigir la rendición de cuentas a un gobierno por resultados que en muchos casos caen fuera de su área de influencia es problemático. Para el país, pero también para Europa: si se activan las medidas punitivas del PDM, un país podría quedar sujeto a una supervisión reforzada, y eventualmente afrontar sanciones, incluso aunque no pudiera hacer mucho para evitar su infracción reiterada. Si no se activa el “brazo correctivo”, el PDM será poco más que papel mojado: no servirá para detectar fuentes de problemas si los países no se sienten concernidos, y fracasará. En la práctica nos quedaremos en algo intermedio: Europa mantendrá una vigilancia de baja intensidad, aspirando a sacarle los colores a los gobiernos e intentando implicarles en una gestión más activa de los desequilibrios, intentando evitar que estos se laven las manos sin más.
En suma, el PDM es un instrumento “second best” (lo segundo mejor entre lo posible, siendo el first best la unión política) y además, incompleto. Pero supone un avance si la alternativa era quedarse de brazos cruzados. Propiciar una mayor coordinación de las políticas económicas, en un espíritu similar al Pacto de Estabilidad en materia fiscal, constituía una asignatura pendiente.