Hacia la participación desafecta, el cinismo y la polarización
- La sexta ola de la Encuesta Social Europea (ESS) confirma el aumento del interés por la política de los españoles. El mayor seguimiento de la actualidad política y social no deriva solo de la crisis. Carol Galais analiza algunas de las consecuencias de la relación que se pueda establecer entre la creciente desafección política y la mayor exposición de la ciudadanía a programas de infoentretenimiento y el hecho de que la política se haya convertido en algo conflictivo y morboso.
Siempre es una buena noticia cuando los medios se hacen eco de los resultados de investigaciones y los académicos tienen la ocasión de devolver un poco de lo que han recibido de la sociedad. Esto ocurrió la semana pasada con la presentación de los resultados de la sexta ola de la Encuesta Social Europea (ESS). Esta encuesta, de extraordinaria calidad, lleva realizándose cada dos años en diversos países del continente europeo desde 2002 (en 29 en esta edición), en un ejemplo de constancia remarcable. Más notable es aún que España haya formado parte de todas las ediciones.
En la presentación de los principales resultados del estudio, se subrayó un aumento del interés por la política de los españoles con respecto a ediciones anteriores –que ya habíamos señalado por aquí, y que nos mantiene, sin embargo, por debajo de la media europea-, además de una elevada propensión a ciertas formas de participación, principalmente en manifestaciones, asociaciones o recogidas de firmas. Entre los resultados menos halagüeños, varios indicadores de desafección política habituales que han empeorado considerablemente. Los gráficos 1 y 2 reproducen la evolución de algunos de estos indicadores respecto a olas anteriores de la ESS. Así, vemos que, efectivamente, la confianza en las instituciones políticas representativas cae en barrena, casi dos puntos en cuatro años, desde el comienzo de la crisis. Una evolución similar siguen la satisfacción con el estado de la economía, el gobierno y el funcionamiento de la democracia; lo cual sugiere que los ciudadanos conectan ambos fenómenos, economía y política, y que probablemente atribuyen responsabilidades al gobierno del devenir de la primera. Pero no desdeñemos la capacidad de las élites de soliviantar a la ciudadanía sólo con su actividad estrictamente política.
A este respecto, Europa Press recogía este aserto del catedrático de la UPF que dirige el equipo español de la ESS, Mariano Torcal: “Parece claro que nuestro sistema político tiene que reaccionar. Si no, puede haber un efecto contaminador que desencadene en movilizaciones más radicales”. Efectivamente, ése es uno de los escenarios posibles. Más interés político y más desafección son los ingredientes necesarios de la participación política desafecta, de la protesta. Aunque dependiendo de sus otras actitudes, a los ciudadanos les puede dar también por apoyar nuevos partidos -incluso antisistema-, a tecnócratas o a líderes populistas; lo que también debería preocupar a los gobernantes. Existen datos del CIS que sugieren que la siniestra “Democracia Invisible” –de la que me ocuparé en otro artículo- tiene muchos adeptos en España. De momento, los datos de las sucesivas olas de la ESS muestran que la proporción de españoles que se sienten cercanos a algún partido político ha descendido desde el 56% en 2004 al 42% actual. Esto crea una ventana de oportunidad a nuevas formaciones políticas como el Partido X, Podemos o Vox. También apuntando a realineamientos, el gráfico 4 muestra cómo la proporción de españoles que se sitúan entre el 2 y el 4 de la escala ideológica (que va de 0 a 10, siendo el 0 extrema izquierda y el 10 extrema derecha) cae un 14% en los últimos 4 años. El centro de la escala parece absorber un 5%, y la extrema izquierda aumenta un 8% sus apoyos . Un punto porcentual también sube la extrema derecha.
Indiscutiblemente, la crisis económica ha tenido algo que ver con esta desafección y realineamientos. Según los datos de la sexta ola de la ESS, los individuos en paro buscando activamente trabajo se sitúan de media 0.6 puntos más a la izquierda del espectro ideológico; confían medio punto menos en el parlamento y los políticos y están también significativamente menos satisfechos con la economía, el gobierno y el funcionamiento de la democracia. Pero la ESS también revela que en los últimos años han aumentado los estímulos políticos a los que el individuo se expone. El papel de internet ha sido recientemente señalado pero el medio de comunicación más utilizado sigue siendo en este país la televisión. El gráfico 4 realizado a partir de las seis olas de la ESS nos muestra que el nivel de exposición a contenidos de naturaleza política ha aumentado, y particularmente desde que el PP gobierna, no especialmente desde que la crisis comenzó. Aunque la categoría mayoritaria “menos de una hora” no se muestra aquí, la misma ha caído de un 74% en 2008 a un 63% en la última ola de la ESS. También disminuye ligeramente el grupo que no dedica ningún tiempo a ver programas de actualidad y sube un 7% en la última ola los que dedican entre una y dos horas a ello. También los que pasan más de dos horas viendo este tipo de programas aumentan en 2012, volviendo al valor inicial de la serie. Es curioso, porque 2002 fue un año de lo más conflictivo: movilizaciones contra el trasvase del Ebro, la LOU, la intervención militar en Irak y hasta una huelga general silenciada. Parece que cuando el PP gobierna por mayoría absoluta hay ganas de seguir la actualidad política… Todo esto sugiere que a mayor conflicto entre las élites políticas y entre éstas y la ciudadanía, mayores estímulos de naturaleza política en los medios, mayor seguimiento de los mismos y más sofisticación e implicación de la ciudadanía.
Así, este aumento en el seguimiento de la actualidad no deriva solo de la crisis (aunque durante un tiempo todos seguimos la evolución de la prima de riesgo como si de los resultados del mundial se tratase). Se lo debemos también a las distintas leyes-rodillo del PP, al enfrentamiento entre élites autonómicas y estatales, a los sucesivos escándalos de corrupción y a las muestras de descomposición de las instituciones del Estado. La política se ha convertido en un tema morboso, conflictivo, y por tanto, los contenidos políticos ya no sólo satisfacen las funciones de formar e informar que tienen los medios de comunicación, también la de entretener. Se han multiplicado los programas de infoentretenimiento, que enfatizan el conflicto político porque la controversia es una herramienta de narrativa periodística análoga a la dramaturgia, útil para contar algo, aunque enseñe a percibir el mundo de manera maniquea. La política puede seguir siendo “mala”, pero difícilmente es aburrida. Y sin saber quién es Luís el Cabron o qué hacía Ana Botella cuando dijo lo del relaxing cup, uno no puede pillar un chiste de los Chanantes, o entender el último meme de Facebook.
Pero ojo, porque aunque enganche e interese, la información política presentada de manera conflictiva puede hacer que algunos espectadores se alineen con el poder contra el agente presentado como el originador del conflicto-un movimiento social, sin ir más lejos-, o convencerles de que no hay alternativa y fomentar su inacción. Aunque el seguimiento de la información política no promueve el cinismo –comprobado con los datos de la 6ªESS: los que más se exponen a programas de información no sienten menos confianza en las instituciones-, sí que polarizan a la audiencia. Por ejemplo, los que miran más de tres horas de este tipo de emisiones tienen distribuciones de su confianza en el sistema legal y en la satisfacción con el funcionamiento de la democracia más centrífugas, menos cerca del valor mediano (5). Lo mismo ocurre con la ideología: los que miran emisiones televisivas de actualidad más de tres horas al día se sitúan más a la derecha de media pero, sobre todo, presentan distribuciones más dispersas que los que se exponen a este tipo de información menos tiempo.
En definitiva, gracias, ministros refractarios a la opinión pública, y gracias, Salvados, Intermedio, Tuerka, 59 segundos y Gato al Agua por contribuir a la sofisticación política de los ciudadanos. Queda por ver cuántos de los nuevos ciudadanos politizados siguen votando a los dos principales partidos, cuáles exploran las novedades en el mercado y cuántos se lían la manta de la protesta a la cabeza. Mientras se acercan las siguientes elecciones generales, es de esperar que en los dos años de mayoría absoluta que tenemos por delante la ciudadanía siga polarizándose en torno a un número creciente de temas. Si tiene dudas y en su familia hay gente de distintas sensibilidades políticas, pruebe a sacar el tema del aborto en la próxima reunión familiar y me cuenta.