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El reto de las políticas de cuidado en Europa

Marga León

El llamado “Cuarto Pilar del Estado de Bienestar” que engloba a las políticas de cuidado hacia personas mayores dependientes y a la infancia, tiene un peso cada vez mayor en el conjunto de las políticas sociales de todos los países europeos. En el libro que Palgrave acaba de publicar The Transformation of Care in European Societies explicamos por qué. El envejecimiento de nuestras sociedades, la mayor y más estable participación de las mujeres en el mercado laboral, los cambios en nuestras formas de pensar y vivir, la por lo general insuficiente cobertura de servicios y prestaciones, son todos ellos factores del lado de la demanda que ejercen una presión considerable en unos estados de bienestar creados por y para un contexto en el que el cuidado era principalmente asunto privado y de mujeres.

Las presiones para que los gobiernos actúen en este ámbito de bienestar son comunes a todos los países y encontramos también una cierta similitud en las respuestas: por una parte, desde mediados de los años 90 todos los gobiernos han experimentado con procesos complejos de “externalización”, Es decir, la barrera entre lo que es público (estado) y lo que es privado (mercado/tercer sector) está cada vez más desdibujada. Además, asistimos a una creciente “re-familiarización” que implica otorgar a las familiar un protagonismo (renovado en algunos escenarios, antiguo en otros) a la red familiar como sustento básico y principal en la satisfacción de las necesidades básicas de las personas.

Estas dos pautas se conjugan para dar un protagonismo cada vez mayor a las mujeres de origen inmigrante en el sector de los cuidados, ya sea formal o informal, y además se acentúan claramente desde los comienzos de la crisis económica.

Pero ahí terminan nuestras semejanzas, porque dentro de este marco unificador aparece un mosaico de colores, formas, texturas y volúmenes, que acaban construyendo realidades y relatos enormemente dispares. Dinamarca gasta en cuidados de larga duración (lo que aquí entendemos por “dependencia”) casi un 2.5% de su Producto Interior Bruto, España apenas supera el 0.5%. En Dinamarca un 18% de las personas mayores de 65 años reciben asistencia a domicilio o institucional, en Polonia poco más del 2%. En Alemania o Austria niños y niñas se escolarizan tarde y las madres tienen facilidades para ausentarse del mercado laboral durante esos años, en Italia o España la escolarización es temprana y universal pero prácticamente no existen medidas que permitan la conciliación entre la vida familiar y la laboral cuando hay niños/as por debajo de la edad escolar. En Inglaterra un 20% de las cuidadoras en residencias son de origen extranjero, en España éste porcentaje es inapreciable y en cambio tenemos la proporción más elevada de personas (en su mayoría mujeres extranjeras) cuidando en hogares privados.

Estas diferencias y muchas más tienen implicaciones evidentes en cuanto al alcance y la calidad de prestaciones y servicios, la segmentación en el mercado laboral y los roles de género.

Por toda esta complejidad y diversidad nuestro libro, distribuido en un total de 14 capítulos escritos por 16 investigadoras/es de distintos centros de investigación europeos, no alcanza unas conclusiones que permitan cerrar argumentos. Más bien, pone sobre la mesa las piezas del puzle con ánimo de ofrecer pistas sobre políticas públicas y formas de organización social que permiten crecimientos más o menos armónicos.

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