El declive del bipartidismo
Artículo publicado previamente en Policy Network - State of the left: The decline of two-party politicsPolicy Network - State of the leftThe decline of two-party politics
La política española terminará este año en un escenario paradójico. Mientras que la economía está mostrando señales modestas de recuperación, la vida política se pierde en una recesión sin precedentes. De hecho, si comparamos el panorama económico actual con lo que ocurrió en octubre de 2012, hace tan sólo un año, cuando un plan de rescate nacional parecía un escenario muy realista, incluso se podría ser optimista. Las expectativas parecen mejorar después de cinco años de profunda crisis social y económica. La pérdida masiva de puestos de trabajo se ha detenido y las últimas cifras de empleo sugieren una mejoría en el mercado laboral, junto con un aumento de las exportaciones y otros indicadores clave. Es cierto que estos brotes verdes son sustancialmente modestos en comparación con el optimismo mostrado por el gobierno.
Por el contrario, la evolución del panorama político lleva de cabeza a los partidos y sus dirigentes. Desde su victoria en las elecciones generales de noviembre de 2011, Mariano Rajoy ha gobernado con una mayoría parlamentaria sólida, que se vio reforzada con las mayorías que el PP obtuvo en 12 de los 17 gobiernos autonómicos y la mayoría de las principales ciudades.
Sin embargo, esto no ha podido evitar una disminución continua de apoyo popular, hasta alcanzar los peores resultados en intención de voto de un gobierno entrante, así como la peor valoración de un presidente desde el inicio de la democracia española (por debajo de 30%). Esta tendencia ha continuado durante el 2013, provocada por las políticas de austeridad que las autoridades europea impusieron a las instituciones españolas y probablemente el mayor escándalo de corrupción en relación con las finanzas del partido, el caso Bárcenas.
Como consecuencia de la erosión de su base electoral, los críticos en la dirección del Partido Popular ya no sólo vienen de fuera sino que también se mueven dentro del partido. Rajoy ha afrontado la polémica con su particular idiosincrasia política: guardar silencio y retrasar muchas de las decisiones más difíciles, lo que le ha permitido evitar errores importantes ‘no forzados’. En esa línea, la estrategia política del ejecutivo continuará apostando por una recuperación económica, que llegará tarde o temprano pero al menos en un margen de tiempo suficiente para justificar las decisiones más difíciles y así recuperar la mayor parte de los votos que se han perdido en esta primera mitad de legislatura.
Significativamente, la vulnerabilidad mostrada hasta ahora por el Gobierno no ha puesto en peligro su supervivencia, ya que se ha visto favorecida por un factor externo: la debilidad del PSOE como principal partido de la oposición. En efecto, a pesar de que el partido de Rajoy perder ha perdido más del 25% de su apoyo electoral, los socialistas no se han beneficiado en absoluto de esta volatilidad electoral.
Alfredo Pérez Rubalcaba no ha sido capaz todavía de recuperar la confianza de los millones de votantes que abandonaron el partido en los últimos años de la era Zapatero. Si bien los efectos de la crisis en la sociedad española están dañando el gobierno del PP y poniendo en peligro el sistema de bienestar en España, también están complicando la tarea del PSOE de recuperar la credibilidad como potencial alternativa.
La combinación de ambas tendencias ha llevado a una situación sin precedentes en las últimas encuestas, que predicen la posibilidad de cambios en el sistema de partidos que podrían transformar por completo el equilibrio entre fuerzas políticas de los últimos 30 años. La suma del voto estimado de PP y PSOE ha descendido ya por debajo del 60%. En comparación con el sistema de partidos altamente competitivo de las últimas dos décadas, donde alrededor del 75% de los votos se agrupaba a las dos partes principales (ver Figura 1). Algunas encuestas realizadas por medios españoles ofrecen pronósticos aún más ajustados.
Varios partidos están en disposición de beneficiarse de este declive de PP y PSOE. A la izquierda, IU ha mejorado sustancialmente sus posibilidades electorales, y se está convirtiendo en un actor clave en la política de coaliciones a nivel autonómico (el partido tiene, por ejemplo, una coalición con el PSOE en Andalucía y Asturias y da apoyo parlamentario al PP en Extremadura).
Por su lado, UPyD está amenazando la tercera posición de IU en las encuestas, gracias a capacidad para arrastrar votantes de centro tanto al PP como al PSOE. Del mismo modo, los partidos regionalistas y nacionalistas también se benefician de esta volatilidad, sobre todo en Cataluña y el País Vasco. Con todo, debemos destacar también la falta de apoyo a los partidos de extrema derecha, en un contexto en el que estos partidos parecen estar mejorando posiciones en el resto de Europa.
Las razones de esta situación son, por supuesto, de origen económico (entre los problemas más importantes, los ciudadanos señalan el desempleo como principal cuestión -77,3%- y la economía en general en tercer lugar, 32,5%) pero también político (la corrupción y el fraude político como segundo problema que preocupa al 37,1% de los españoles, mientras que para el 28,2% lo son los partidos políticos y la política en términos generales).
La desafección respecto a la política lleva tiempo siendo un tema clave en el debate público español, sobre todo tras la irrupción del Movimiento 15-M, y sus principales críticas se centran en la política de partidos. Consecuentemente, algunas de las iniciativas puestas en marcha por académicos y activistas están reclamando una profunda reforma de la ley de partidos (por ejemplo, el Foro + democracia o el Manifiesto por una nueva Ley de Partidos). Este aumento del reformismo político en España puede ayudarnos a entender por qué la opinión pública no parece estar muy atraída por el populismo de derechas, y sigue manteniendo la confianza no sólo en la democracia y los partidos democráticos, sino también en la propia Unión Europea.
En resumen, la política de partidos en España se enfrenta a un debate crítico sobre las normas y el funcionamiento de sus actores, y los motivos por los cuales se han erosionado sus bases sociales. Sin embargo, gran parte de este escenario todavía se lleva a cabo sólo en las encuestas electorales y los pronósticos. Los efectos mayoritarios del sistema electoral español probablemente ayudarán a reducir el impacto de la potencial transformación en el comportamiento electoral de los españoles.
La evolución de la situación política seguirá profundamente condicionada por la evolución de la economía, pero también por algunos de los debates abiertos entorno al sistema político. El principal de ellos se refiere a la cuestión catalana y las aspiraciones de un importante sector de la sociedad catalana para ser considerados como una nación soberana y obtener la secesión o un “estatus especial” dentro de España). La siguiente etapa de esta evolución serán las elecciones europeas en mayo de 2014. Sus resultados confirmarán o modificarán la perspectiva aquí esbozada. Los comicios europeos abrirán la precampaña oficial del super-ciclo electoral del año siguiente, cuando se celebrarán elecciones municipales, autonómicas y generales. Cuando en 2015 vuelva a preguntarse a los ciudadanos cómo distribuir casi todo el poder político que hay en España, comprobaremos el grado de resistencia real del bipartidismo español.