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“Los medios, durante la Transición, tuvieron un papel central en la ”constitucionalización“ del cambio político”

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Agenda Pública

¿Cuál es el futuro de la prensa? ¿Hasta qué punto Internet está provocando cambios en los medios de comunicación? ¿Y en el oficio de periodista? Para responder estas y otras preguntas reunimos a Lluís Bassets, director adjunto y columnista de El País, y a Diego Beas, investigador invitado en el Oxford Internet Institute, que estuvieron moderados por Ramón González Férriz, editor de la revista Letras Libres.

Ramón González Férriz (RGF): Los periódicos son instituciones muy viejas que han superado crisis sucesivas, como cuando nacieron la radio o la televisión. ¿Creéis que esta crisis sí puede ser el final de la prensa escrita?

Lluís Bassets (LlB): La teoría que yo defiendo es que, efectivamente, esta no es una crisis acumulativa. Cada vez que aparece una nueva tecnología se produce una primera reacción de alarma. Luego hay una segunda reacción que es cuando se produce el asentamiento y se comprueba que hay un desplazamiento en la ecología de los medios, pero que estos funcionan de forma acumulativa e incluso se refuerzan. Esto ha sido así hasta la aparición de Internet.

Lo que ocurre con Internet es que no es un medio, en el sentido de instrumento de comunicación, sino más bien un medio en el sentido de entorno. Internet es, como dice Jeff Jarvis, una tecnología disruptiva que modifica el entorno en el que penetra. Lo modifica hasta el punto que no se produce acumulación sino absorción, o incluso canibalización, de los viejos medios.

En este contexto es evidente que la prensa diaria en papel está condenada a desaparecer, o en todo caso a dejar las ediciones en papel como una especie de reliquia, con un rol muy marginal dentro del modelo económico. Pierde la centralidad comercial pero también la centralidad política, porque efectivamente no tiene nada que ver el periodismo que está surgiendo en este entorno respecto al periodismo que hemos estado viviendo en la prensa en papel.

Diego Beas (DB): Desde el punto de vista del efecto de estos cambios sobre la opinión pública, creo que es un cambio brutal la manera como se están fragmentando las audiencias y como se está creando un producto de opinión muy diferente. Ya no es ese medio tradicional que de alguna manera dictaba los términos de una conversación pública, sino que se están creando muchas escisiones que crean opinión de una forma distinta a la radio, la televisión, o cualquier otra tecnología.

El problema quizás es que no sabemos ni cómo estudiar, ni entender este fenómeno. Muchos intentos de explicarlo son realmente desatinados, no se sabe hacia dónde vamos.

RGF: Lluís en su libro explica cómo los medios tradicionales contribuyeron a fortalecer la democracia durante la Transición. En este sentido, ¿es una buena noticia lo que está pasando? No me refiero a la situación de crisis económica de los medios, por supuesto, sino más bien al fin del modelo empresarial periodístico.

LlB: El diario de papel, que ha sido un modelo económico de éxito, es un modelo jerárquico, vertical. Es un modelo de apropiación de la información y del espacio público por parte de unos monopolios. Unos monopolios que, por cierto, vienen de la impresión, de la capacidad de imprimir, que están en muy pocas manos.

La circunstancia actual, en la que cualquier ciudadano puede convertirse en editor y en emisor de sus mensajes, que tiene que pelear y ganarse su espacio gracias a su habilidad, su interés, a la profundidad de sus ideas, esto no tiene parangón. Por lo tanto, objetivamente hemos pasado de una fase en la que se produce una apropiación por parte de los ciudadanos de unos medios tecnológicos que estaban en propiedad de muy poca gente. Esto tiene efectos como hemos visto en la primavera árabe, el 15M, en China, Rusia, etc. Todo esto tiene que ver con las nuevas tecnologías y su capacidad de dar más poder al ciudadano.

DB: Pero esto me lleva a hacer una pregunta: ¿hasta qué punto, si no existen esos medios que aglutinen, se puede crear una opinión pública lo suficientemente consolidada que provoque los cambios políticos necesarios? En lo general, el incremento y diversificación de medios enriquece la conversación publica; pero también la diluye y hace más caótica.

LlB: En el caso de la Transición, los medios tienen un papel central en el cambio político y en lo que llamo su “constitucionalización”. Esto es lo que no ha ocurrido, por ejemplo, en las revueltas árabes. Tienen su momento de ruptura, su momento fundacional, pero no han constitucionalizado la libertad.

DB: ¿Y eso tiene que ver con esta estructura nueva de los medios? ¿O son otros factores?

LlB: Tiene que ver con muchos factores. Uno son las estructuras de poder, como en el caso de Egipto y su ejército. Pero sí es verdad que los nuevos medios, las redes sociales, son muy disruptivas, muy buenas para organizar la revolución. Pero son menos buenas para organizar el día después, la organización de partidos, gobiernos, reconstrucción del Estado, etc. Los nuevos medios son muy individualistas, muy buenos desde el punto de vista de la libertad, pero son muy malos construyendo.

RGF: Os planteo dos escepticismos de los nuevos medios respecto a los tradicionales. El primero es sobre la fragmentación de la discusión pública. Hasta hoy el debate público estaba marcado por muy pocos actores. En cambio, en la red, al menos en el caso español, tengo la sensación de que cada medio alcanza audiencias mucho más pequeñas. ¿Crees que hay una fragmentación de dicha conversación?

DB: Sí, es clarísimo. Incluso iría un paso más allá y hablaría de las competing narratives, que son las versiones distintas de un hecho que son igual de válidas para mucha gente. Hay un problema sobre cómo validar la información, mucha gente tiene acceso a información más empobrecida. Aun así, es cierto que empiezan a nacer medios más especializados capaces de dar información muy detallada sobre temas muy concretos. Es una contradicción en términos: tenemos la mejor información posible y, a la vez, la conversación pública, por el momento, se ha empobrecido.

LlB: Yo creo que no es que desaparezca la conversación nacional y aparezcan múltiples conversaciones distintas, lo que se produce es una fragmentación de versiones de la realidad. Aquí el reto es si somos capaces de organizar una comunidad política, una polis, si ni tan sólo hay consenso alrededor de la realidad. ¿Cómo consigues que la gente que vive en modelos paralelos se organice en una democracia? Es muy grave y afecta a la propia esencia de una democracia. La situación normal es que tengas un consenso sobre la realidad y luego un disenso sobre su interpretación. Mientras que ahora el disenso se produce sobre los datos, sobre la propia realidad.

En parte esto nos lleva a pensar que la actividad en las redes sociales no se traduce en hechos políticos, porque no sabemos qué efecto tiene. Estamos viendo mucha actividad en las redes pero no nos damos cuenta de que es una actividad encerrada en sí misma.

DB: ¿Puede ser que estemos viendo cómo emerge una nueva forma de consumir información en la que la lectura es menos profunda a la vez que es más democrática, en el sentido de que llega más rápido a más gente? La pregunta entonces es: ¿cómo afecta esto la estructuración de la opinión pública? ¿Enriquece o empobrece la democracia? La respuesta a estas interrogantes es bastante menos obvia de lo que podría parecer.

LlB: Lo que pasa es que todo es más transparente. ¿Antes no teníamos lecturas superficiales de periódicos? Yo creo que sí, lo que pasa es que no eran tan evidentes. Ahora hay información mucho más ligera, cierto, pero también hay información mucho mejor. Lo tenemos todo conviviendo a la vez, mientras que antes teníamos un mundo centralizado con sus distintos rellanos, que nos hacía creer que había una opinión pública estructurada con unos consensos básicos pero con mucha gente que no participaba de este debate.

Ahora todo es más transparente. Los medios actuales reflejan mejor cómo es la gente y por eso nos dan una realidad mucho más rica a la vez que contradictoria. Mientras que antes los medios eran como éramos los periodistas. Éramos una élite que moldeaba una realidad que funcionaba como un espejo en la que se podían ver los ciudadanos.

RGF: Cuando compras un periódico por un euro tienes una versión completa del mundo: política, internacional, deporte, etc. Ahora, con la fragmentación, la gente sólo entra en lo que le interesa. No tenemos una visión global.

DB: Sí, además esto también tiene unas consecuencias en el modelo de negocio del periódico. Somos consumidores de información mucho más especializada, pero no necesariamente más amplia, más extendida a todos los temas que impactan la esfera pública. Unos pocos consumen más y mejor información al tiempo que la mayoría consume versiones empobrecidas de la realidad.

RGF: Es cierto que igual nos estamos apresurando un poco, y que la televisión y la radio, y por supuesto que también los periódicos tradicionales, que aún retienen a la mayoría de la audiencia, sigan generando consenso de la misma forma que lo han hecho hasta ahora.

DB: Ahí quizás hay un tema generacional. No es lo mismo un consumidor de información que sobrepasa la cuarentena a uno que no. Los hábitos de consumo han cambiado radicalmente de una generación a otra.

LlB: También tenemos que tener en cuenta que hay otro elemento que ha saltado por los aires. La lectura de un periódico estaba muy vinculada a la forma de organizar el espacio político soberano. Esto tiene que ver con las ciudades y con las naciones estado. Dentro de la globalización esto está patas arriba. Las generaciones más jóvenes ya no tenéis una referencia mental respecto a los estados nacionales. Antes el medio ayudaba a crear conciencia alrededor de un Parlamento, un sistema jurídico, un gobierno, etc.

Ahora esto está evolucionando a toda velocidad en el mundo globalizado. La gente no se organiza estrictamente como antes y esto hace que los mismos diarios pierdan centralidad. El cuarto poder clásico era una referencia. Otro elemento más de un espacio delimitado.

RGF: ¿También en el ecosistema de la prensa escrita va a haber espacio para grandes medios escritos –The Economist, Financial Times, New York Times, etc.– y otros pequeños muy especializados, y que por tanto los que van a salir perdiendo son los medios de “clase media”?

DB: En el mundo anglosajón, sin ninguna duda, esta es la tendencia.

LlB: Sí, lo has descrito perfectamente. Sucede en Estados Unidos, con el cierre de prensa de distintos estados, sucede aquí con prensa –o canales televisivos– autonómicos. Para sobrevivir necesitarás ir más allá del ámbito nacional. O tienes un medio global con capacidad de generar ingresos o, si no, te puedes convertir en estos medios pequeños con gran capacidad e inteligencia pero reducidos a un ámbito menor.

Luego lo que creo que está teniendo éxito son los medios soberanos. Medios públicos o parapúblicos. Al-Jazeera es un ejemplo, pero existen también en China, Rusia o Venezuela. Es un nuevo tipo de medios que poco tienen que ver con las reglas de juego de los demás, ni con comportamientos éticos respecto al periodismo clásico, que estarán jugando ahí.

DB: Claro, pero ¿cómo hacer que El País tenga influencia, por ejemplo, en el ciudadano argentino o chileno?

LlB: Este es uno de los grandes retos. Por un lado está el modelo de negocio. Por otro la capacidad de poder actuar de forma no subordinada en opiniones públicas que no han sido las tradicionales de un medio. La capacidad para marcar la agenda propia. Creo que, cuando más poder global tienes, más capacidad tienes de penetrar en el espacio local.

DB: Lo curioso es que en América Latina no ha llegado la crisis de la prensa. Aun así, están saltando estadios mucho más rápido gracias a los avances tecnológicos y curiosamente se están potenciando los monopolios de los grandes medios.

RGF: Da la sensación de que hay una audiencia para medios globales como el The Economist pero no estoy tan seguro de que medios en español, como El País, puedan conseguirlo. ¿Puede haber medios con instinto “globalizador” pero que no encuentren mercado suficiente?

LlB: En América Latina esto puede ser un problema, es verdad. Podría ser que la salida sea la comunidad hispánica de Estados Unidos, que son un mercado muy importante. De todas formas, estos temas aún están en una fase muy temprana, habrá que ver cómo evolucionan.

RGF: Otro escepticismo respecto de los medios digitales frente el papel es el de la calidad. Primero, ¿los medios pequeños tienen recursos para generar periodismo de investigación serio? Segundo, ¿puede ser que estos pequeños medios tiendan a la opinión frente a la información? Parece que este es el modelo económico que algunos han encontrado y que de momento les funciona.

LlB: La opinión es más barata que la información. Es una deriva muy clara del periodismo, y lo podemos enlazar con el debate de los nuevos medios. Creo que es falso el argumento de que va a haber un nuevo modelo que sustituya el viejo. No va a haber un nuevo modelo. Va a haber muchos modelos, distintas vías de actuar. Por ejemplo, un periodista freelance, si quiere, puede convertirse en un medio. O estas pruebas que se van haciendo de crowdsourcing. Habrá multiplicidad de modelos y de formas de trabajar.

DB: ¿Crees que el crowdsourcing es una forma de desprofesionalizar el periodismo?

LlB: Sí y no. Puede conducir a la desprofesionalización pero también hay nuevos modelos que están funcionando.

DB: Quizás lo que hecho de menos en España es originalidad en los modelos que se presentan. Es un modelo que sigue tirando de las formas tradicionales en un entorno totalmente cambiante. Los lectores adaptan sus hábitos e intereses de lectura; los medios de comunicación, no.

RGF: ¿Podría ser un problema de falta de lectores? España es uno de los países de la UE donde se venden menos periódicos.

LlB: Para los periodistas que escribimos en español es evidente que tenemos un problema, el mercado es muy pequeño. ¿Qué rentabilidad tiene tu producto comparado con algo que se hace en Estados Unidos? Cualquier cosa que hacemos aquí es muy modesta y muy limitada. Por eso a todos los que empiezan les digo que también tienen que trabajar en inglés.

DB: Por eso igual hay que encontrar modelos de negocio desvinculados del número de lectores y vinculados a nuevos factores que antes el ecosistema de la información no lo permitía. Desde vincularse con organizaciones muy especializadas en determinados temas hasta modelos de financiación basados en alguna forma de filantropía. Como ya comienza a suceder en Estados Unidos. Lo cierto es que los días en los que los periódicos podían financiarse como productos comerciales con lectores y publicidad están terminando. Y esto no se termina de comprender y aceptar plenamente en España.

LlB: Yo he hecho el ejercicio puramente imaginativo de qué sucedería si escribo un libro en inglés. No sucedería nada, sencillamente porque no existo en el mundo anglosajón. Existo en un mundo mucho más pequeño, que es el español. Esto es muy importante para la gente que empieza. Los nuevos modelos probablemente tengan que pensarse con esta lógica. Me viene el caso de dos periodistas que han escrito un libro sobre China, lo venden directamente en Londres y lo publican en inglés. Son formas nuevas de ganarse la vida como periodista.

RGF: ¿Puede ser que estemos matando al enfermo antes de que se muera? Me refiero a que de momento El País y El Mundo aún son los que marcan la agenda política. ¿No puede ser que el día que acabe la crisis, y se recupere el consumo y la inversión en publicidad, el modelo que quede sea parecido al de ahora aunque ciertamente más reducido?

LlB: Hay tres planos distintos: modelo de negocio, institución, y oficio periodístico. El modelo para mí está enterrado. Tardará más o menos, pero el modelo de equilibrio que te permitía incluso prescindir de determinados anuncios para mantener tu posición, eso ya no funciona. Esto está en crisis final.

La institución periodística también está en crisis. De hecho, es lo que está peor. La reputación, los códigos, los géneros, etc. En cambio, lo único que no está en crisis es el oficio periodístico. No sólo eso sino que está en su mejor momento.

DB: Yo no pensaría que hoy mismo en una redacción de un medio tradicional se piense que el oficio está en su mejor momento.

LlB: Porque lo que está en crisis es la organización, pero no el oficio. Cualquiera tiene los medios para recoger información, procesarla, y publicarla. El problema es cómo hacemos que esta actividad sea rentable.

DB: En el mundo anglosajón sí que veo el germen para encontrar cómo hacer ese tránsito hacia la rentabilidad en la era digital. Las grandes instituciones periodísticas se muestran abiertas y flexibles al cambio. Se ensaya constantemente con nuevas fórmulas y se acepta con más rapidez que las cosas no volverán a ser como eran antes. Ahí está el ejemplo de un diario como The Washington Post, comprado por un empresario de Internet, Jeff Bezos. En España, en definitiva, no está sucediendo lo mismo.

RGF: ¿Creéis que los grandes acontecimientos periodísticos recientes como Wikileaks, Snowden, etc., pueden suponer un gran cambio en el papel de los periódicos o estamos exagerando lo que es la tradicional gran filtración?

DB: No creo que estemos exagerando. Estamos ante un cambio de cómo se pueden hacer las cosas. Es muy interesante ver cómo se llega ahora a la información. El periodista Greenwald usa canales digitales desde Brasil para llegar a los documentos de Snowden, para finalmente publicarlo en The Guardian. Las formas de recolectar, analizar y publicar la información han cambiado radicalmente.

LlB: La comparación entre Wikileaks y el caso Snowden es importante porque hay un salto cualitativo. El caso Wikileaks ha quedado totalmente minimizado al lado de las revelaciones de espionaje masivo de Snowden que ha abierto una ventana al mundo que era desconocida al gran público. Especialmente en las dimensiones y la profundidad en las que se producía. Así como Wikileaks era la revelación de algo que todo el mundo presuponía que existía, en el caso de Snowden tiene un impacto extraordinario y sí que ha debilitado de verdad la posición de poder de Estados Unidos. Ha sido un bofetón tremendo.

En términos periodísticos, es probable que haya habido algo más que un mero chico que trabaja en una empresa de este tipo y decide hablar. Es difícil pensar que Rusia y China no hayan estado implicados porque es una golosina.

DB: Aquí sí que son las nuevas tecnologías las que permiten este nuevo juego. Una esfera pública más porosa y difícil de controlar de forma centralizada. En términos de política internacional, la prestigiosa revista Foreign Affairs incluso habla de lo que llama el fin de la hipocresía en las relaciones internacionales. Es decir, el fin de la acentuada tradición en política exterior de actuar y decir una cosa en público y hacer otra en privado. Las tecnologías de la información sí que acortan y reducen la distancia entre estos dos ámbitos. Estrechan, en otras palabras, el margen de maniobra del Estado. Y eso, en términos generales, es algo bueno.

RGF: Una última pregunta, ¿tenéis miedo de que los nuevos medios sean peores que los medios tradicionales controlando los poderes? ¿Serán tan efectivos, o tan poco efectivos, como han sido hasta ahora los medios?

DB: Miedo, no; pero sí que inquieta el desfase que hay entre los marcos legales de los países y las nuevas capacidades y exigencias de una esfera pública mucho más compleja. En este sentido los parlamentos nacionales se han visto completamente incapaces de legislar y crear un marco legal adaptado a esta realidad. La pregunta que se tendría que responder a conciencia y profundidad es cómo se ‘constitucionaliza’ la libertad en este nuevo entorno de comunicación bidireccional. Es decir, cómo se adapta el marco legal actual para permitir un funcionamiento democrático sin crear un cuasi estado policial. O impedir que empresas privadas se apropien y lucren con la conversación pública o los datos privados de los ciudadanos. Ese es el verdadero reto. Y hasta ahora la clase política se ha mostrado tremendamente incapaz de abordarlo. Ni siquiera de discutirlo con inteligencia.

LlB: El uso del Big Data por parte de las empresas privadas o gobiernos es un tema que tarde o temprano habrá que plantear internacionalmente. Como hay reglas de comercio internacional, deberán plantearse reglas de privacidad.

Sobre la pregunta que hacías, creo que la secuencia que va de Wikileaks a Snowden lo responde. Me explico, Wikileaks, o mejor dicho, Assange, es un tipo que viene a decirnos que los estados están ocultando sus secretos, y que ellos van a reventar estos secretos y a convertir el mundo en un sitio más transparente. Según ellos, la democracia requiere transparencia y todos los secretos merecen salir a la luz. Con esta idea nos van entregando la información que tienen desde una organización internacional que no se sabe donde está. Además él hizo un tuit gracioso el 30 de noviembre de 2010, que dice la historia del mundo está a punto de cambiar.

La respuesta a todo esto la da Snowden. Que viene a decir “ustedes querían un mundo más transparente, y mientras revelaban datos y la gente lo compartía, ciertas empresas recogían información y se la pasaban a los gobiernos”. Tenemos la utopía de la transparencia y la bofetada que es la contra-utopía del Estado que ha recogido los datos para aumentar su control. Para mí la moraleja es que cada medio abre nuevos espacios de libertad pero cierra otros.

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