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¿Debería el gobierno proponer una mujer para el puesto de Comisaria europea?

Dídac Gutiérrez

Las elecciones del pasado 25 de mayo han cerrado una etapa y han abierto otra, en la que se decide no solo la renovación de los 751 nuevos eurodiputados, sino la de una gran parte de los cargos políticos a nivel europeo. El presidente del Consejo Europeo, el presidente del Eurogrupo, el equipo de la Alta Representante… todos ellos cambiarán de jefe. La pregunta sobre la igualdad de género ya marcó el proceso de elección de Catherine Ashton. Apostar por una igualdad normalizada desde el primer momento es una de las cuestiones que los estados pueden prever y comprometerse desde el día uno, no solo por un tema de derechos inalienables, sino también por su propio interés político.

A pesar de que el Parlamento Europeo ha multiplicado por dos el porcentaje de eurodiputadas entre 1979 y 2009, los resultados de las elecciones del 25 mayo tienen varias lecturas. Del total de la Eurocámara la presencia de mujeres sube solo un 1,25%. En total, un 36,75%, lejos del 2% de margen que algunas leyes (como la francesa) considera debería ser lo habitual para respetar y garantizar la paridad en el ámbito político. A ese ritmo se alcanzaría dicho equilibrio en la legislatura de 2098.

El principio de la igualdad de género, que defienden en teoría todos los partidos (como por ejemplo puso de manifiesto la campaña de una de las asociaciones punteras en España sobre la cuestión, FemTalent), queda siempre mermado en la práctica. El quotaproject (quotaproject.org), del instituto internacional IDEA, ha compilado las leyes electorales que existen en Europa. En Francia, apuestan por listas paritarias aunque no incluyen ninguna propuesta respecto al posicionamiento en las listas (las famosas listas cremallera). Muchas mujeres que podrían ocupar escaños en la Assemblée Nationale quedan desplazadas al final de las listas. En Alemania no hay ninguna disposición legal, pero los propios partidos se han autoimpuesto cuotas, un tercio en el caso de la CDU de Merkel, un 40% en el SPD, o un férreo 50% en el caso de los Verdes. En España la ley electoral pide a los partidos que creen sus listas con el objetivo de que al menos 40% de los puestos elegidos sean mujeres. Algo que los resultados al Parlamento Europeo en 2014 validan. El ratio 40/60 tiene que ser respetado no solo en el cómputo general de las listas, sino también de forma progresiva, cada cinco puestos.

Sin embargo, con la vista puesta en la próxima Comisión, la igualdad no se presenta solo como una cuestión de derechos y principios. También es una cuestión eminentemente política. Según los primeros trabajos prospectivos solo 5 países de 28 están pensando en nominar a una mujer para el puesto que cada Estado ocupa en la Comisión. En una potencial situación desequilibrada como ésta los gobiernos de Bulgaria, Dinamarca, Hungría, Holanda y Rumanía, por el hecho de proponer a una mujer, salen con una ventaja comparativa decisiva para ocupar la cartera de su preferencia. No sería descabellado pensar que el próximo Presidente de la Comisión (el que adjudica de forma oficial las carteras) preferirá optar por aquellos países que le faciliten la tarea a la hora de formar un equipo lo más paritario posible. Si para ello tiene que utilizar el reparto de las carteras como un incentivo, es de suponer que así lo hará.

¿Acaso no hay ninguna francesa, española, italiana, alemana, o polaca (por citar las principales potencias europeas) que pueda ocupar el puesto de comisaria? Una Comisión comprometida con la igualdad pasa por aumentar las 9 comisarias que hay actualmente hasta por ejemplo 14 (por utilizar el 40% que dice la ley española). Sin estados que propongan a mujeres, las matemáticas no salen, y el futuro presidente de la Comisión deberá escoger entre aceptar una Comisión con más del 80% de hombres, o ‘forzar’ a muchos estados a buscar una alternativa. Una igualdad por ‘defecto’ en vez de una igualdad normalizada y sincera. El peor camino, el menos eficiente, y el más alejado del principio de la meritocracia en igualdad de condiciones.

Además, los Comisarios deberán ser auditados, uno por uno, y ratificados colegialmente por el Parlamento Europeo a partir del mes de septiembre y octubre. Se hace particularmente difícil pensar que la cámara que llega abogando por la igualdad de género con cierta vehemencia en los últimos años acepte cualquier retroceso en la composición actual (ya desequilibrada) de la Comisión. Que los gobiernos ignoren esa realidad política a la hora de formalizar sus candidatos a Comisario es ignorar cualquier prospectiva política.

La igualdad ha sido también garantía de éxito en el colegio actual. Las comisarias que dejarán su puesto han hecho un trabajo brillante, se han convertido en el estandarte visible del ejecutivo: Viviane Reding y sus debates ciudadanos, Neelie Kroes y su agenda digital o Andrea Vassiliou y su Erasmus Plus.

Las comisarias 2009-2014

Quinielas: Tabla basada en las proyecciones junio 2014 (más información en la web 'Europe Decides')

Una posible solución sería que cada país, para evitar la igualdad por ‘defecto’ que se avecina presentara una dupla de candidatos, un hombre y una mujer, al mismo nivel. Algo que ya empezó a documentar uno de los bloggers europeos sobre instituciones europeas en su blog Bruxelles2. El próximo Presidente de la Comisión tendría el doble de candidatos (2 por estado) con el que poder repartir las carteras de una Comisión paritaria.

De lo contrario, los estados que decidan seguir ignorando el desequilibrio evidente corren el riesgo de ver como la presión del Parlamento y la del futuro Presidente de la Comisión, les obliguen a tragarse ‘su’ candidato. Haciendo el ridículo delante de sus respectivos países y dejando al descubierto una derrota diplomática de envergadura.

Apostar por la igualdad en las próximas cuatro semanas es maximizar las posibilidades en la lucha política que determinará la composición del ejecutivo europeo. España no puede quedarse atrás.

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