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¿Es de izquierdas reivindicar un Estado independiente?

ERC,CUP,ICV

Cesáreo Rodríguez-Aguilera

Doctrinalmente no deja de sorprender que una buena parte de la izquierda política catalana haya optado por el independentismo ya que la tradición ideológica de los partidos vinculados al movimiento obrero fue siempre la de primar la solidaridad de clase entre los trabajadores por encima de las lealtades patrióticas. No obstante, es bien sabido que tal principio genérico se rompió a nivel internacional en fecha tan temprana como 1914.

En realidad, tal como Lluís Orriols ha recordado recientemente, los catalanes independentistas que se consideran de izquierdas no lo son tanto en esta segunda dimensión como creen serlo. El eje etno-territorial (Cataluña versus España) es transversal y no está objetivamente conectado con el eje derecha/izquierda, aunque sí lo está en la percepción subjetiva de los sectores mencionados, pese a tratarse de una asociación metodológicamente errónea. El razonamiento determinista de fondo sería el siguiente: si se es independentista, aunque de Convergència, se es “progresista”, pero si alguien se identifica con Ciutadans se es prácticamente un “fascista” (de acuerdo con la tópica banalización actual de este término). Podemos puede plantear ahora un interesante dilema: si bien asume la autodeterminación, no es un partido independentista, y además, se considera de izquierdas, al menos mientras siga vinculado al grupo Izquierda Unitaria Europea en el Parlamento Europeo.

¿Por qué ERC, la CUP y la mitad de ICV son independentistas? A mi juicio, porque parten de dos apriorismos indemostrables: 1) el Estado español no tiene arreglo posible y 2) una Cataluña independiente sería una conquista progresista que prácticamente podría “garantizar” la igualdad y el bienestar sociales, al margen de quién gobierne y sin considerar el enorme poder condicionante de las grandes corporaciones financieras y empresariales existentes. Convendría hacer otra reflexión: ¿cuándo estuvo peor Cataluña? Sin duda alguna bajo la siniestra dictadura franquista. ¿Reivindicaron entonces las izquierdas catalanas la independencia? En absoluto ya que entonces se luchó por restablecer la democracia y recuperar la autonomía. Por tanto, si ni siquiera bajo la dictadura se reivindicó la independencia, ¿por qué se hace ahora, en una situación incomparablemente mejor que la de entonces? Las carencias de la democracia española y las insuficiencias del autogobierno territorial no tienen por qué ser permanentes y, es más, hay síntomas de que la actual situación estancada podría desbloquearse políticamente en 2015.

Dicho de otro modo, no se entienden las prisas de los independentistas: Québec ha debatido (y votado en dos ocasiones) durante unos treinta años la autodeterminación y Escocia unos diez. Un asunto tan serio como la secesión no se puede liquidar sin profundos y plurales debates en apenas año y medio como se pretende. ¿Vive hoy Cataluña sometida a una tiranía explotadora insoportable que no deje más salida que la secesión? No lo parece desde ningún punto de vista objetivo: la independencia es, por supuesto, un objetivo legítimo y respetable (siempre que se exprese de modo democrático, pacífico y legal), pero no se comprende el entusiasmo de buena parte de la izquierda catalana por esta opción tan drástica e incluso anticuada en pleno proceso de integración europea, con todas sus contradicciones.

A mi juicio, la izquierda independentista presenta tres flancos débiles en sus tesis:

1) No tiene sentido reproducir a escala catalana el anacrónico y decimonónico modelo del Estado-Nación, justo lo que se critica (acertadamente) en el caso español. Es cierto que algunos independentistas afirman que no son nacionalistas, pero para ser creíbles deberían asumir que un Estado catalán independiente sería plurinacional. Y es que si España es plurinacional (y lo es), Cataluña también (así lo muestran las encuestas sobre identidades cívicas), una realidad incómoda para los independentistas/nacionalistas.

2) La independencia de Cataluña tendría efectos negativos no sólo internos (que también), sino para el resto de España porque haría mucho más difícil mantener operativamente los vínculos de solidaridad entre los trabajadores y con los movimientos progresistas. No tiene sentido reducir España -la única supuestamente posible- al PP (que no estará siempre en el gobierno) y ni siquiera a éste y el PSOE y UPyD: más allá de los partidos (y debe recordarse que IU y Podemos reconocen el principio de la autodeterminación) muchos ciudadanos españoles no se identifican con partido alguno. Por tanto, si Cataluña se escindiera, la izquierda sociológica española quedaría muy debilitada y políticamente se haría más difícil vencer a la derecha, precisamente porque ya no podría contar en las elecciones con el peso de la izquierda catalana.

3) La izquierda catalana siempre se ha declarado europeísta, pero un Estado catalán le plantearía un problema muy serio a la UE. No tanto por los problemas del reingreso (que serían notables y no rápidos de solucionar, incluso en el caso de una separación amistosa con “España”, el único modo hipotéticamente posible de proceder con mínimas perspectivas de éxito), sino porque no es una buena idea aumentar el número de Estados comunitarios. Si una UE de 28 no funciona bien, una con -por ejemplo- el doble de miembros quedaría prácticamente paralizada. Esto sería así porque, a más Estados (y los pequeños están sobrerrepresentados en las instituciones de la UE) más intergubernamentalismo y más dilación y confusión en la toma de decisiones comunitarias de calado. En otras palabras, la perspectiva de una Europa política federal (cada vez más difícil) quedaría aplazada sine die si el número de Estados miembros se va multiplicando indefinidamente.

Por tanto, si la izquierda catalana quiere seguir siendo europeísta (y parece que sí, aunque la CUP está en contra de la actual UE) no parece una muy buena idea crear un nuevo Estado-Nación que introduciría una dificultad añadida. Por lo demás, cada nuevo Estado no hace más que fragmentar la coordinación eficaz entre grupos progresistas de diversos países- un problema que no tiene el gran capital- y debilita la fuerza para intentar regular los mercados ( si los Estados grandes tienen dificultades al respecto, los pequeños muchas más).

En suma, una Cataluña independiente quedaría de inmediato integrada en el orden neoliberal global y quién crea lo contrario desconoce cuál es la real correlación de fuerzas europeas e internacionales. Por último, no se ve cómo podría garantizarse más justicia social en una Cataluña independiente con el tan mediocre personal político que hoy hay y con el poder de la oligarquía financiera y empresarial absolutamente intacto.

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