Hace tres semanas, con motivo del día internacional para la erradicación de la pobreza, EAPN presentó el informe “El Estado de la Pobreza. España 2017 VII Informe anual sobre el riesgo de pobreza y exclusión”. Merece la pena leerlo y poder ver una radiografía actual del impacto de la pobreza y la exclusión social, poder comprobar que hay informes que nos presentan un diagnóstico de la realidad muy similar al que nos encontramos en los barrios que sufren el abandono secular de las distintas administraciones.
En dicho Informe podemos leer evidencias tan escandalosas como que el trabajo, para quienes lo tienen, no les garantiza dejar de ser pobres: “en el perfil de las personas pobres, sólo el 31,4% están en paro, es decir, no es el desempleo lo que define la pobreza”. Por otra parte, “el 41,7% de la población de Andalucía está en riesgo de pobreza y/o exclusión social… la cifra es de 13,8 puntos porcentuales superior a la media del conjunto nacional”. Detrás de esta cifra hay casi 3,5 millones de personas en Andalucía que malviven. Los datos son de una magnitud alarmante. Más crueles, si cabe, por la indefensión, son los índices de pobreza infantil: “donde el 33,11% de la población menor de 16 años está en riesgo de pobreza y/o exclusión social”.
La última EPA del 27 de octubre aporta datos inaceptables: 1.005.600 personas paradas en Andalucía (el 25,41%). La brecha con la media del Estado es de más de 9 puntos. Cualquier persona en su sano juicio pensaría que las políticas sociales son para las administraciones una prioridad, pero nada más alejado de la realidad. Las zonas más vulnerables de nuestras ciudades, donde se vive la exclusión, son las que cuentan con menos recursos, con más recortes y con menos inversión a corto, medio y largo plazo. No es casualidad, es la indecencia de quienes deberían velar por el cumplimiento de los Derechos Humanos, en especial el artículo 25 de la Declaración de 1948: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios…”.
En la capital andaluza se encuentran tres de los cinco barrios más pobres de España. Las asociaciones y plataformas que están a pie de tajo en esos barrios vienen denunciando por activa y por pasiva la situación alarmante. Fernando Armas, portavoz de la Plataforma Cívica Tres Barrios-Amate decía la semana pasada que la situación de los barrios es “deplorable” y que “el hacinamiento de sus habitantes en un espacio raquítico, las deficiencias de salud, habitabilidad, equipamiento urbano, alimentación, educación y cultura son más que alarmantes”. Por otra parte, la Plataforma del Polígono Sur ‘Nosotros también somos Sevilla’ se manifestaba hace menos de dos semanas para denunciar el abandono al que están sometidos por parte de las distintas administraciones y para reclamar derechos básicos que permitan vivir de una forma normalizada.
A la pobreza consolidada en estos barrios se le ha sumado en los últimos años la falta de control de las viviendas, principalmente públicas. Como consecuencia de este abandono por parte de las administraciones, grupos mafiosos más o menos organizados se han instalado en los barrios y con ellos el desarrollo de sus actividades delictivas, que hacen más difícil e insoportable el día a día, degradando aún más la convivencia vecinal e impidiendo una deseada normalización y sin que nada ni nadie les ponga coto.
Así nos luce el pelo, estamos a la cabeza de los barrios más empobrecidos de todo el territorio español y mientras tanto, Sevilla, ha sido elegida, por Lonely Planet, como el mejor destino turístico mundial para visitar en 2018. Para la guía de viajes, y para cualquier persona que la ha visitado, la capital andaluza es una ciudad importante en lo que a turismo se refiere, pero en ella y fuera de los focos y del interés de las administraciones, hay otra Sevilla Invisible, abandonada y ninguneada, real como la gente que la habita, escondida debajo de la alfombra para que nadie la vea.
¿Para cuándo las administraciones visitarán la Andalucía Invisible y les echarán cuentas a las personas que allí malviven?