Adama Keita no es jugador de fútbol: cruzó el Estrecho en patera
Adama Keita no es jugador de fútbol, aunque por el nombre lo parezca. Cruzó el Estrecho el lunes en una patera. La primera persona que lo atendió –Rocío López, una joven DUE que lleva trabajando más de 9 años en el fenómeno de la inmigración clandestina- asegura que “tenía la vista perdida y era incapaz de articular palabra”. Más tarde, cuando el frío que tenía apelmazados sus huesos y hacía temblar sus labios desapareció, el joven Adama Keita, de 16 años, relató, como pudo, la tragedia de la que ha sido protagonista. No salió sólo. Viajaba con más compañeros en una embarcación hinchable. Todos salieron de Tánger. Sólo llego Adama a la costa española.
Dice que viene de Mali y se apellida Keita, como el que fuera mediocentro del Fútbol Club Barcelona. Sin embargo, un abismo separa estas dos vidas. El primero es un privilegiado del mundo del fútbol. El segundo, se ha enfrentado al mar como muchos de sus compatriotas que han intentado sumarse al “Sueño Europeo”. Su objetivo, librarse de su paupérrima situación en un país inmerso en un conflicto armado, con más de 18.000.000 habitantes y en el que más de la mitad de la población vive en el umbral de la pobreza.
Adama Keita se aventuró al alba en mitad de un Estrecho azotado por el viento de levante. Eran las siete de la mañana cuando, desde una escondida playa de Tánger, se montaba en una balsa hinchable. “Es una forma asequible de cruzar (cuesta unos 3.500 dirham, 350 euros). Hay cada vez más gente intentándolo, y ven que puede ser posible”, explica Helena Maleno, investigadora experta en migraciones.
Keita se echó al mar acompañado de un grupo. En Salvamento Marítimo de Tarifa hablan de cuatro personas más. El Colectivo Caminando Fronteras, que trabaja sobre el terreno en Tánger, asegura que echan en falta a ocho personas. Sea como sea, la zodiak llegó sólo con Adama que, tras poder aferrarse al plástico de la embarcación antes de que el levante la alejara, tuvo las fuerzas suficientes para subirse a bordo y abandonarse a su suerte. Suerte de poder hoy contarlo. Suerte de poder recuperarse en un centro de acogida de la fuerte hipotermia con la que fue encontrado gracias a un marino alemán. Suerte, por la presencia del personal de Salvamento Marítimo que, a bordo de la Salvamar Alkaid, lo rescataba sobre las cuatro de la tarde del lluvioso y ventoso lunes, tras nueve horas de peligrosa travesía y el recuerdo de sus malogrados compañeros de viaje.
Fue llevado al puerto de Tarifa y fue atendido primero por el personal de Salvamento Marítimo y después por el de Cruz Roja. Todos ellos, asombrados ante la “temeridad” de quien en tales condiciones –olas de dos metros y rachas de viento superior a los 70 kilómetros por hora- se había aventurado a realizar la peligrosa travesía.
Adama Keita es un nombre en esta historia y un nombre afortunado: ha sobrevivido. Sus compañeros, casi con toda seguridad cadáveres, están siendo buscados junto a otros dos desaparecidos más de otro naufragio que tuvo lugar el sábado. “Es imposible que a estas horas haya supervivientes en mitad del Estrecho”, afirma un experimentado marinero de la zona.
Las de este fin de semana han sido de las primeras embarcaciones en intentar cruzar el Estrecho este año. “Y ha habido un cambio. Antes aguantaban hasta que mejoraba un poco el tiempo”, explica Maleno. “No ayuda que el nivel de represión en Marruecos haya aumentado”. Por eso, Keita y sus compañeros se lanzaron al mar en medio del mal tiempo, en medio de la mar embravecida. “Este año va a ser duro”, pronostica la experta.
El joven Adama Keita se recupera de su “aventura” en el centro de acogida de menores Nuestra Señora de El Cobre en Algeciras, destino de niños y chavales que proceden de Marruecos, Ghana, Camerún, Argelia y otros países desde los que hombres, mujeres y niños huyen en busca de un futuro mejor.
Sus compañeros de viaje, aún desaparecidos, parecen condenados a sumarse a un rosario de cuentas dramáticas que tiene ya 25 años. El de los incontables nombres desconocidos que dejan “marcas” en las costas andaluzas desde que un 1 de noviembre de 1988 se produjera la primera muerte registrada por el naufragio de una patera.