Francesco Tonucci: “La calle es peligrosa porque no hay niños”
La obsesión de Francesco Tonucci es el papel de los niños en el mundo, su desarrollo cognitivo, su comportamiento y la relación con la metodología educacional. Apertura y diversidad, sus señas de identidad. Considera “simplemente ridículo” el hecho de apostar por una educación diferenciada: “Una escuela de superdotados es pobre, porque falta la diversidad”. 'Frato', como es conocido, se apoya en su perfil científico-psicopedagógico para mojarse, sin dudarlo, en cuál es el mejor modelo para la educación: una escuela abierta, plural, donde se potencien las capacidades de cada alumno. Aspira, incluso, a cambiar las estructuras urbanas: “La calle es peligrosa porque no hay niños”.
Nacido en Fano (Italia) en 1941, este psicopedagogo y retratista de sus investigaciones ha acercado a Sevilla su particular visión de los niños y la escuela, concretamente al Factor Universitario: la Educación Pública a debate que organiza la Hispalense. Durante la entrevista se muestra defensor a ultranza de la educación pública, “a pesar de cuál sea su gestión”. La palabra “diversidad” sale de su boca al primer envite. “La escuela debe ser pública, de iguales y abierta a la diversidad”. Sobre la educación diferenciada, escepticismo: “Dicen algunos que es más eficiente. Bueno, me gustaría mucho discutir qué siginifica ser eficiente”, se pregunta.
Tonucci argumenta su posición a favor de la escuela mixta apoyándose en que todas las investigaciones que se han hecho, especialmente procedentes de EE.UU, demuestran que “el éxito escolar no tiene ninguna relación con el éxito en la vida”. Tonucci insiste: “Dicen que separar los géneros es más eficiente ¿Por qué? ¿Porque consiguen mejores resultados en la escuela? No me interesa”. Atendiendo a su 'apertura', el psicopedagogo acepta con cierta desgana que “si consiguen mejores resultados en la vida y son más felices, podríamos discutirlo…”. Su conclusión, de cualquier forma, es toda una declaración de intenciones: “La escuela debe ser, sobre todo, un lugar donde se aprende a vivir. Y a vivir bien”.
Este veterano estudioso, de gran relevancia en su ámbito y que apuesta por modificar tanto el concepto de escuela como la forma de trabajar en ella, no está de acuerdo con la separación de clases por edad en los colegios. “Este es uno de los puntos que hay que superar. La coetaneidad es pobre”. El enriquecimiento mediante el aprendizaje recíproco, según algunas experiencias recientes llevadas a cabo por su equipo en “escolas” italianas, proviene de la “ayuda mutua”. Chicos de diez años que enseñan a niños menores que ellos a leer y a escribir. Esta relación de trabajo “es formativa para los dos”, reitera, ya que “el grande”, por decirlo de algún modo, siente “orgullo” al trasladar sus conocimientos a los pequeños, que no ven llegar la hora de segUir aprendiendo de niños como ellos, aunque mayores, quienes a su vez se dan cuenta de que haber aprendido a leer ha merecido realmente la pena“.
“Los adultos somos peores si no nos controlan los niños”
En 1991, cuando fue nombrado presidente del Comité Italiano de Televisión y Menores, celebró su medio siglo de vida dedicada a la educación llevando a cabo en su pueblo natal el proyecto de Ciudad de los Niños. Los niños en el centro de todo. El investigador cita un estudio localizado en Suecia que concluye que “el tiempo más peligroso del día para un niño es el que pasa en el coche con sus padres”, explica Tonucci, cuyo experimento propone que las ciudades estén estructuradas y pensadas para los más pequeños, “protegidos” por sus mayores.
“La desaparición de los niños de las calles afecta mucho a la ciudad; la ciudad sin niños es peor”, apunta Tonucci, quien resalta que “los adultos somos peores si no nos controlan los niños, peores como personas, como conductores, etc. y la ciudad se hace más insegura”. Paradójicamente, “no dejamos salir solos a los niños, pero la calle es peligrosa porque no hay niños”. Llevada a la educación, su propuesta es que los niños han de aprender a llevar escuelas solos, con sus compañeros, sin adultos, desde los seis años en adelante.
“Es un experiencia complicada pero funciona, y da muchas satisfacciones tanto a los niños como a las familias que descubren que tienen hijos más capaces de lo que creían”, destaca el psicopedagogo, que asegura contar con años y años de este tipo de experiencias sin que se hayan registrado accidentes. Mientras, es cotidiana la experiencia de incidentes domésticos, etc. “Los lugares más peligrosos para un niño son la casa y el coche de sus padres”, asevera con seguridad.
Un alcalde para todos
El proyecto “político” de la 'Ciudad de los niños' pretende pedir a los regidores de las ciudades que consideren a los pequeños como parámetros principales para cambiar las estructuras urbanas y adecuarlas a sus necesidades. El niño como “valor paradigmático” que supera su propia categoría y generación, representando a 'los otros'. Es decir, el poder del ‘alcalde’ y los adultos por un lado, y el resto (ancianos, discapacitados, mendigos, etc), representado por los menores, por el otro. La hipótesis filosófica y cultural es que los niños “son capaces de observar la realidad, interpretarla y representar los intereses” de 'los otros'. La finalidad es que un alcalde que esté dispuesto a escuchar a los niños “llegará a ser realmente un alcalde para todos”.
Tonucci va más allá y recuerda, en este sentido, que el artículo 12 de la Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas (“no lo dice un grupo de voluntarios”) señala que “los Estados Partes garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un juicio propio el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que afectan al niño, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones del niño, en función de la edad y madurez del niño”. “Esto es una promesa de un nivel muy alto y de una falsedad inmensa”.