“Guantánamo es pura propaganda, no tiene nada que ver con el terrorismo”
“Parecía un pajarillo con las alas rotas”. El abogado Dennis Edney describe así la primera impresión que lo produjo el joven canadiense Omar Khadr. Conoció a su cliente en Guantánamo, después de litigar durante años con los gobiernos de Estados Unidos y Canadá. Omar, de nacionalidad canadiense, se convirtió en un niño soldado con 15 años. Su padre, presuntamente conectado con Al Qaeda, lo reclutó y se lo llevó a Afganistán para luchar contra el ejército americano.
Un enfrentamiento con las fuerzas estadounidenses lo dejó malherido y en coma. Al despertar, le esperaba un infierno peor, Guantánamo, donde se encontraría con su abogado tres años después. En libertad desde el año pasado, Edney y su mujer lo han acogido en su propia casa. Cuenta el abogado y activista que Khadr es feliz y “no se baja de su bicicleta”.
Eldiario.es Andalucía tuvo la oportunidad de entrevistar a Edney en Ámsterdam tras la proyección del documental 'El Niño de Guantánamo: Omar Khadr' en el Festival Internacional de Documentales (IDFA).
¿En qué estado mental y físico se encuentra Omar Khadr?
Ha perdido por completo la visión de un ojo y parte del otro, además de tener problemas con su espalda. Tenía solo 15 años cuando despertó de un coma de siete días. En cuanto se despertó, lo comenzaron a torturar. No ve porque le metían un bolígrafo hasta el fondo del ojo. A pesar de todo, es feliz.
¿Cómo se sobrevive a tanto dolor?
No lo sé. La condición humana es algo increíble. Hay una capacidad humana innata para sobrevivir y hacer el bien.
Omar cuenta en la película que controlar sus sentimientos le ayudó a sobrevivir.
Lo que Omar quería decir es que había un soldado que todos los días iba a su cama, le bajaba los pantalones y lo violaba, mientras enfermeros, médicos y soldados se reían de la humillación sexual. En un momento dado, Omar llegó a la conclusión de que gritarle a ese hombre no servía de nada. “No quería perderme en mi ira ni en mi odio, así que me dije que podría poseer mi cuerpo, pero no podría hacer lo mismo con mi alma”, cuenta.
¿Qué opinión le merece Omar Khadr?
Es una persona muy especial. A pesar de los horrores que se han cometido contra él, ha mantenido su humanidad. Ahora es más fuerte que cuando abandonó Guantánamo. Hay bondad en casi todos los seres humanos, si dejamos que ésta salga a la luz. Ahí es donde hay que poner el foco. El gobierno canadiense no quería que saliera de Guantánamo para que la gente le siguiera teniendo miedo.
¿Quiere decir que el gobierno canadiense tenía miedo de que la gente se diera cuenta de que Omar no es un monstruo?
Exacto. Los gobiernos hablan de miedo, de la guerra contra el terrorismo, de que ellos son los malos. Usan un lenguaje simplista. La palabra terrorista es una de las más nocivas del mundo.
¿Pone Omar Khadr en entredicho la idea que tenemos de un terrorista?
Guantánamo es pura propaganda, no tiene nada que ver con el terrorismo. Por Guantánamo han pasado cientos de personas desde 2002. ¿Si los reclusos de Guantánamo eran tan terribles, por qué Estados Unidos no ha cogido y los ha llevado a juicio para encausarlos por sus delitos y justificar así la suspensión de los derechos y libertades civiles, así como los millones que se han gastado en seguridad? Si no lo han hecho es porque no pueden demostrar que los detenidos de Guantánamo sean tan terribles.
¿Cómo terminó involucrado en este caso?
Tras leer mucho sobre Guantánamo, me di cuenta de que había muchos menores encerrados allí. Aquello me perturbó muchísimo y en un momento dado me ofrecieron llevar el caso de Omar Khadr. Presioné al gobierno canadiense para que me ayudara a saber qué pasaba con aquel niño de Guantánamo. Conseguí los vídeos en los que se veía que Omar Khadr había sido interrogado por la CIA y el servicio de inteligencia canadiense. Lo llevé ante los tribunales canadienses para demostrar que Canadá había sido cómplice de la tortura de un chico canadiense. No tenía ni idea de cómo iba a llevar el caso, pero decidí cogerlo. 12 años después, he conseguido ganar tres casos en Canadá y uno en Estados Unidos, ante el Tribunal Supremo. Este caso dice mucho de los límites de la ley cuando te enfrentas al poder descomunal del Estado.
¿Cuál fue su primera impresión al entrar en Guantánamo?
Pisé Guantánamo por primera vez en 2007 y fue muy traumático. Dejé Guantánamo destrozado y rompí a llorar al salir. Omar Khadr estaba en un sitio sin ventanas, bajo un silencio sepulcral y donde hacía muchísimo frío. Luego me enteré de que era una técnica para que los detenidos se sientan incómodos y no puedan descansar ni dormir. Cuando llegué, Omar Khadr estaba en el suelo y parecía un pajarillo con las alas rotas. Tenía 20 años y llevaba tres en Guantánamo sin que se le imputaran cargos de ningún tipo. Menos conmigo, que era su abogado, tenía prohibido cualquier tipo de contacto con el exterior.
¿Qué representa Guantánamo?
Hay que entender Guantánamo como una herramienta de propaganda de Estados Unidos. Todos los gobiernos tienen la obligación de proteger a sus ciudadanos, pero a la hora de protegerlos tienes que mantener el equilibrio adecuado entre seguridad y derechos civiles. Si te equivocas, terminas como Estados Unidos, un país donde impera el miedo y la ilegalidad, porque permite que exista una cárcel como Guantánamo.
¿Hay alguna prisión que se le asemeje?
Nunca he estado en los gulags rusos, pero son el símbolo de una sociedad enferma, de un gobierno enfermo. Después de haber leído mucho sobre los gulags, he llegado a la conclusión de que es imposible que fueran peores que Guantánamo. Cuando sacrificas la humanidad en aras de la seguridad y la paranoia, pierdes el rumbo y dejas de ser una sociedad civilizada.
¿Cuál es su idea de la justicia internacional?
Nunca ha habido una generación con tantos tratados internacionales. El problema es que tenemos gobiernos, como el de Estados Unidos o el de Canadá, que no los cumplen. En realidad, tampoco se diferencian mucho de España, Francia o Bélgica. Cuando George Bush dijo aquello de “o estás con nosotros o con los terroristas”, no hubo prácticamente ningún país occidental que se atreviera a criticar a Estados Unidos por la base de Guantánamo. Y no lo han hecho a pesar de que claramente incumple todo tipo de tratados internacionales. Los ciudadanos tienen la responsabilidad de luchar y hacer que sus gobiernos les tengan en cuenta.
¿Qué lección saca de este largo proceso?
He conseguido que los gobiernos se rijan por la ley y lo he hecho con éxito tanto con el gobierno canadiense, como con el americano. Si una personita como yo, un simple ciudadano de Escocia (Canadá), puede luchar y vencer, imagínate lo que podemos conseguir todos juntos.
¿Qué diferencias hay entre Estados Unidos y Canadá u otros países de Europa a la hora de proteger los derechos humanos?
Dice mucho de la salud de los movimientos sociales canadienses, que yo no haya perdido ningún caso contra el gobierno de Canadá. En cambio, dice mucho de Estados Unidos, que haya perdido todos los casos contra la base de Guantánamo. Los gobiernos tienen que enfrentarse a los tribunales.
¿Qué opina de la reacción de los países occidentales tras los atentados de París?
Que tienen que encontrar un equilibrio entre libertades y seguridad. Si no lo haces bien, terminas reprimiendo a tus ciudadanos, que es lo que en el fondo pretenden los terroristas. Tenemos que enfrentarnos a este problema de una manera mucho más sana. Nos hemos gastado miles de millones de dólares en guerras y seguimos teniendo problemas de terrorismo. Hace 30 años, Estados Unidos se adueñó de Oriente Medio para proteger su suministro de petróleo. Desde entonces, Estados Unidos ha invadido 14 países de Oriente Medio: desde Pakistán hasta Libia. Por el camino, nos hemos llevado por delante infraestructuras de todo tipo y hemos matado a millones de personas. Por tanto, no resulta para nada sorprendente que haya gente que piense que los terroristas somos nosotros y no ellos.