Mujeres surrealistas: mucho más que musas
Leonora Carrington, Dora Maar y Frida Kahlo compartieron siglo y un irrefrenable deseo de transgredir las convenciones de su época. En sus obras hay también inconfundibles elementos surrealistas. Por todo esto el Museo Picasso de Málaga reúne algunas obras suyas y de otras contemporáneas, en una exposición que ha titulado Somos plenamente libres. Las mujeres artistas y el surrealismo. “No es una opción separatista, sino una tarea de recuperación”, decía en la inauguración el comisario de la muestra José Jiménez. La exposición puede visitarse hasta el próximo 28 de enero.
El propósito es reunir un conjunto de obras que demuestra que la identificación del surrealismo como un movimiento artístico masculino es un error y reivindicar el protagonismo de las mujeres. No se trata de una muestra cerrada, aunque abarca una muy amplia representación de las artistas relevantes del surrealismo. Hay obras de Carrington, Maar y Kahlo, quizá las más conocidas para el gran público, pero también de Toyen, Germaine Dulac, Claude Cahun, Lee Miller o Remedios Varo, hasta un total de 124 obras (pinturas, dibujos, collages, fotografías o películas) de 18 autoras. Se proyecta también La coquille et le clergyman (Germaine Dulac, 1928), según muchos la primera película surrealista.
Inconformistas y libérrimas, las surrealistas se enfrentaron no sólo a los dogmas artísticos, sino a una concepción del arte machista, que con frecuencia considera a la mujer, ante todo, como inspiradora. El surrealismo, con todo su componente anti-academicista, no escapa a la tendencia. Los artistas surrealistas contemplaban a la mujer en un plano idealista y pasivo, frecuentemente como eterna mujer-niña, musa y objeto sexual, como un enigma que debía ser descifrado a disposición de su imaginación y de sus deseos. Ahí están los casos de Nadja y de Dora Maar, musas de André Breton y de Picasso, y aquí reivindicadas por su singularidad artística.
“Si soy mis pensamientos, entonces podría ser cualquier cosa, desde una sopa de pollo hasta un par de tijeras, un cocodrilo, un cadáver, un leopardo o una pinta de cerveza. Si soy mis sentimientos, entonces soy amor, odio, irritación, aburrimiento, felicidad, orgullo, humillación, dolor, placer y así sucesivamente. Si soy mi cuerpo, entonces soy el feto de una mujer de mediana edad que cambia a cada segundo”, decía Leonora Carrington, a la par que anhelaba una identidad: “Si existe una verdadera identidad individual me gustaría encontrarla, porque como la verdad en el descubrimiento, ya se ha ido”.
Las artistas surrealistas se ajustan a esa frase de Paul Éluard que se recuerda en el recorrido: “Hay otros mundos, pero están en este”. Frida Kahlo decía que sólo pintaba su propia realidad, y en esta exposición se recoge Frida y el aborto, donde se representa por dentro y por fuera, hasta lo más doloroso e íntimo. Son realidades muchas veces lindantes con lo onírico, o no normativas como en el caso de Claude Cahun, que proyecta su androginia en los espejos, símbolo de la identidad múltiple. André Breton decía que Dorothea Tanning puso todo su frenesí en la construcción de “un mundo maravilloso” y en Pequeña serenata nocturna hay algo de eso: una escena onírica y casi pesadillesca, con una sugerente puerta entreabierta dejando pasar la luz y un girasol en el centro de todo. “Toda puerta que se consigue abrir conduce a otra puerta, que hay que abrir de nuevo”, decía también Breton.
La muestra revela también cómo las creadoras se sumergieron en el inconsciente como medio de autoconocimiento, con un sentido más introspectivo que lúdico. El arte en sus diferentes formas se convierte así en la herramienta con la que explorar su ser femenino en el mundo y tiene en estas mujeres un marcado componente autorreferencial. Ese proceso de liberación a través del arte fue en muchas ocasiones doloroso y dramático. Muchas de las artistas cuya obra recopila ahora el Museo Picasso tuvieron un final trágico: Kay Sage se suicidó, igual que Unica Zürn, que saltó por una ventana después de sufrir graves problemas mentales. Nadja sufrió alucinaciones que la llevaron al internamiento, hasta que murió con 39 años. Aunque no es una tesis aceptada por todos porque no se le hizo la autopsia, muchos afirman que Frida Kahlo murió por una sobredosis de medicamentos.
Estas mujeres libres aportaron una nueva sensibilidad al surrealismo. Su contribución ha sido minusvalorada con frecuencia y el Museo Picasso reivindica ahora el papel protagonista que jugaron en uno de los principales movimientos artísticos del siglo XX, en una muestra que puede visitarse hasta el próximo 28 de enero.