José Antonio Nieto, nuevo número dos de Interior: el alcalde de Córdoba que dejó escapar la mayoría más absoluta
José Antonio Nieto (Guadalcázar, Córdoba, 1970) esperaba con paciencia una salida de Córdoba y le ha llegado en forma de la Secretaría de Estado de Seguridad. Corredor de fondo curtido en el propio PP y en las lides municipales, llegó a la alcaldía de la Ciudad de la Mezquita tras ocho años al frente de la oposición, experimentado en el trato cercano durante todo ese tiempo. Obtuvo la vara de mando en loor de multitudes, con una mayoría absoluta que no se recordaba desde los tiempos de Julio Anguita, y un apoyo ciego de los poderes fácticos de la ciudad. Pero todo ese poder lo devoró en los cuatro años de un solo mandato.
Su gestión al frente del Ayuntamiento de Córdoba entre 2011 y 2015 estuvo marcada por la crisis económica generalizada en el país, cuestión que supuso una merma en la acción municipal y una excusa para la toma de ciertas decisiones que no gozaron de apoyo social. Y, entre tanto, además, no ocultaba su coqueteo con aspirar a saltar a puestos de más alto rango dentro del PP, primero en Andalucía y luego a nivel nacional, lo que le ha llegado de la mano del ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido.
Ya en 2012, José Antonio Nieto alimentó la posibilidad de hacerse con las riendas del PP-A tras la salida de Javier Arenas, espoleado por su victoria absoluta en las urnas en Córdoba. Pero precisamente entonces se le adelantó Juan Ignacio Zoido como solución de transición.
Cuando en 2014 el ahora ministro anunció su marcha, otra vez volvió a sonar el nombre del todavía alcalde de Córdoba, quien contaba con las simpatías de Dolores de Cospedal para este cometido. Pero la ahora ministra de Defensa tampoco llevaba entonces las cartas ganadoras y se impuso Juan Manuel Moreno por decisión de Mariano Rajoy. Hasta ahora.
José Antonio Nieto, tras no poder recuperar la alcaldía de Córdoba en los comicios de 2015, quedó a la espera de las elecciones generales y saltó a Madrid como diputado nacional por el PP, aun manteniendo su sillón de concejal pero sin ejercer de portavoz y manteniendo un perfil bajo a la espera del gran salto.
En su carrera anterior, si difícil le fue llegar a la alcaldía, más todavía le resultó el reto de mantenerse en ella, que finalmente no logró pese a ganar las elecciones municipales de 2015 pero con unos resultados insuficientes para seguir con el bastón de mando.
En esos años, desde el primer momento le lastró una promesa electoral: dijo que no se presentaría de nuevo a la alcaldía si en Córdoba había un solo parado más que a su llegada. Y, pese a los esfuerzos por retorcer los números de varias estadísticas, la realidad fue tozuda. Pero se volvió a presentar, con la promesa de que para redondear su gestión le hacían falta cuatro años más. Las urnas no le dieron esa oportunidad.
Entre medias, la Ley de Estabilidad Presupuestaria que atenaza la acción de los gobiernos locales le sirvió para salir airoso de cuadrar las cuentas municipales pero a base de iniciar varios procesos de privatización en empresas y servicios municipales, con la consiguiente oposición de trabajadores públicos, el resto de los partidos y sindicatos.
Salió zarandeado continuamente por los sindicatos, que consideraban su gestión una privatización encubierta de los servicios municipales y, con ellos, tuvo más de un frente abierto. Llevaron a los tribunales varios despidos en empresas municipales que fueron declarados nulos y revocados finalmente por la justicia y se denunciaron también las sospechas de troceo de contratos en algunos servicios en varias áreas municipales.
Su error con las Fuerzas de Seguridad
Otros sindicatos también se plantaron ante él, pero esta vez los de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que ahora dirigirá, cuando en 2012 inauguró un monolito en homenaje a las víctimas del terrorismo y no invitó al acto a los sindicatos policiales CEP, SUP y UFP, ni a la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), que expresaron su indignación por no poder estar para recordar a sus compañeros caídos en actos terroristas.
Luego, conflictos sociales de diversa índole social entre los que destacó el enfrentamiento con quienes ocuparon un colegio abandonado para crear el Centro Social Rey Heredia, mermaron su empatía con quienes se veían reflejados en soluciones ciudadanas como ésta para abrir un comedor social y dar apoyo a familias necesitadas en plena crisis.
José Antonio Nieto los llevó a los tribunales y llegó a ordenar el corte del agua (y de las tuberías de suministroel corte del agua) al centro que dispensaba comida a diario para un centenar de personas.
A los tribunales estuvo a punto de llegar el exalcalde por la organización de las semifinales de la Copa Davis en Córdoba en septiembre de 2011. Previamente había sido criticado por volar hasta Nueva York al Open de EEUU con el argumento de que “era necesario para traer a Rafa Nadal” para jugar en Córdoba, argumento que el propio jugador afeó y negó.
Después, PSOE e IU llevaron la gestión de la Copa Davis a la fiscalía. Finalmente, se archivó la denuncia, porque José Antonio Nieto levantó los reparos de la intervención municipal sobre el expediente de la gestión del evento deportivo por diversos pagos a la Federación Española de Tenis.
Más allá de eso, en su hoja de servicios como alcalde se empeñó y logró sacar adelante las cuentas municipales en plena crisis y recortes presupuestarios, aunque los grandes proyectos se quedaron en el tintero y se ciñó a un lavado de cara a la ciudad con el Plan 50 Obras por los distintos barrios y a sacar partido del alza del turismo que también se reflejaba a escala regional y nacional. Sus encontronazos con los empresarios y con la Junta de Andalucía lastraron también su gestión al frente del Ayuntamiento de Córdoba.