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El no del PP-A a la investidura obliga al resto de partidos a tomar postura

Pleno de noviembre en el Parlamento de Andalucía.

Olga Granado

La decisión confirmada este martes por el PP-A de votar en contra de la investidura de Susana Díaz ha descolocado a los otros tres partidos con representación en el Parlamento de Andalucía. Contaban con la abstención de los populares, por lo que ellos podrían elegir entre abstenerse o rechazarla sin comprometer sus discursos. “¿Pero los del PP-A no iban a abstenerse en cualquier caso?”, se preguntaban sorprendidos en Podemos cuando se les ha preguntado sobre su postura de cara a la posible investidura de Susana Díaz como presidenta de la Junta de Andalucía.

En otras palabras, todos entienden que no les interesa aparecer sustentando un nuevo Gobierno de Susana Díaz, así que descansaban su responsabilidad en hacer posible la gobernabilidad de Andalucía en los populares, que durante la campaña reiteraron que debería gobernar el partido más votado. Pero ahora sostiene que eso no implica su apoyo automático si no que significa no pactar con otras fuerzas. Es más, anuncia que se opondrá a un nuevo Gobierno del PSOE-A votando no a la investidura. Efectivamente, con ello impide al resto de fuerzas lavarse la manos y las obliga a posicionarse en la tarea de facilitar o impedir que Susana Díaz pueda nombrar un nuevo gobierno. Podemos, Ciudadanos e IU ya no podrán escudarse en el PP-A para votar no a la investidura sin que ello implique impedir que se cree un gobierno. Y también complica la vida a Susana Díaz, que podría verse forzada a repensarse eso de que no negociará con ellos ni con Podemos.

La cuestión es que necesita el sí de Ciudadanos o Podemos -IU no es suficiente- a la primera o la abstención de dos de estos tres en otra votación. El Estatuto de Autonomía fija que el presidente de la Junta de Andalucía será elegido por mayoría absoluta en una primera votación. Si no la consigue, a las 48 horas, se convocará otro pleno para intentarlo por mayoría simple (es decir, que haya más síes que noes). Si tampoco ocurre, hay un límite temporal, dos meses, para intentarlo tantas veces como sea necesario. Transcurrido ese plazo sin obtener dicha mayoría simple, habría que convocar nuevos comicios, un escenario que todos coinciden en considerar poco deseable para los intereses de Andalucía. Esto obligaría, pues, a que las posturas que ahora parecen inamovibles, vayan cediendo.

Pero eso no quita para que cada partido juegue a hacerse valer durante las negociaciones que ahora se abren. De momento, Podemos confirmaba este martes que con ellos no había hablado todavía nadie del PSOE-A. El primer hito de esta ronda de contactos que quieren iniciar los socialistas será conseguir un acuerdo para establecer la composición de la Mesa de la Cámara, que será lo que se decida en el primer pleno de la nueva legislatura. Se celebrará el próximo 16 de abril, y en él se elegirá a sus siete miembros: un presidente del Parlamento de Andalucía, tres vicepresidentes y tres secretarios.

Siete puestos -no todos del mismo nivel- para cinco grupos donde debería imperar el peso de la representación de cada uno. Será, de hecho, el presidente que salga elegido ese día el que convoque el pleno de investidura, para lo que desde el Parlamento de Andalucía indican que todavía no hay fecha, pero que en principio podría ser el 30 de abril, por lo que el pacto para la investidura podría prolongarse hasta entrado el verano. Sobre el tablero, estas fichas: PSOE-A (47 diputados), PP-A (33), Podemos (15), Ciudadanos (9) e IU (5).

PP-A: su postura es “no”

La primera opción, con la que contaban todos porque el presidente del PP-A, Juan Manuel Moreno, había insistido desde la precampaña en que debería dejarse gobernar a la lista más votada, era que los populares votaran que sí en la primera vuelta a la investidura de Susana Díaz o al menos se abstuvieses favoreciendo la investidura en todo caso. De manera que los 47 escaños del PSOE-A más los 33 del PP-A le daban 80, mayoría absoluta.

Si no a la primera, por eso de mantener las formas, se barajaba que lo hiciera en la segunda votación, de manera el PP-A ya no necesitaría votar afirmativamente y bastaría con su abstención para que los 47 votos de Susana Díaz sumaran la mayoría simple necesaria. En ese caso, que los otros tres partidos votaran en contra daría igual, porque Podemos (15), Ciudadanos (9) e IU (5) serían 29 noes contra 47 síes y 33 abstenciones. Pero también a esto ha dicho ahora que no el PP-A.

Ciudadanos: “sí” a la primera

De manera que entra en juego lo que hagan los demás. Se puede pensar en la primera alianza posible que ha entrado en las quinielas tras el 22M: que a 47 síes del PSOE-A se le sumaran 9 de Ciudadanos. Esa hipótesis sumaría una mayoría absoluta de 56 en la primera vuelta.

Sin embargo, los de Juan Marín han dicho que para empezar a hablar exigen primero la dimisión de los expresidentes Manuel Chaves y José Antonio Griñán, (diputado y senador, respectivamente) imputados por el Tribunal Supremo en el caso ERE. “No vamos a rebajar nuestro listón ético para la investidura de Susana Díaz”, es la frase. Sin embargo, en un escenario donde los socialistas necesitaran la mayoría simple, su abstención también sería importante para no sumar “noes” a la baraja.

Podemos: su “sí” también basta, pero su abstención por sí sola, no

Si Ciudadanos mantuviera esa condición, y esas dimisiones no se produjesen, significaría que optaría por votar no, o abstenerse en un segundo intento. En ese caso, su voto ya no sería decisivo y entraría en juego la postura que adopte Podemos.

Susana Díaz ha renegado de ellos, por lo que incluso, pese a que se limitara a la investidura, tendría una lectura con intenciones por parte del resto. Es más, en Podemos no todos están dispuestos a asumir el coste del gesto, porque luego llegan otros comicios.

De momento, dice que consultarán a la ciudadanía, pero que en principio no quieren respaldar la investidura de Susana Díaz. “No lo sabemos, se consulta a las bases de manera rápida e inmediata, como siempre decimos. Las bases no creo que nos hayan dado una orden de abstenernos en una votación de investidura”, decía Juan Moreno Yagüe, numero 2 por Sevilla.

En la hipótesis, nada probable, de que votaran sí, sus 15 diputados sumados a los 47 del PSOE-A también daría la mayoría absoluta para una investidura en la primera vuelta. Pero si Podemos votase en contra la investidura también sería imposible, porque sus 15 noes se sumarían a los 33 noes del PP-A. Es decir, 48 noes que superarían los 47 síes del PSOE-A, haciendo que la posible abstención de los otros dos grupos, Ciudadanos e IU, sea irrelevante.

¿Y por qué no simplemente una abstención de Podemos en la segunda vuelta, que señala menos? Pues porque por sí misma no sirve tampoco. De hecho, con los 47 síes para Susana Díaz y la abstención de los 15 diputados de Podemos, hay que tener bien atado que los otros tres no voten en contra. Porque el PP-A (33), que ya ha dicho que lo hará; Ciudadanos (9), que pone sus condiciones; e IU (5), suman 47, o sea, empate y eso no da la investidura. Tiene que haber por lo menos un sí más.

IU: podría evitar empate con la abstención

Entra en escena el quinto elemento, IU, que con sus cinco diputados podría optar por neutralizar ese bloqueo votando sí -una hipótesis que en estos momentos ven imposible en la dirección de la federación- o absteniéndose. Su coordinador regional, Antonio Maíllo, ha dicho este martes que no la apoyarán y están “estudiando” si la rechazan o se abstienen.

Todo ello arroja una conclusión: todas las fichas son claves. Entretanto, los partidos sopesan qué supondría para cada uno de ellos apoyar la investidura de Susana Díaz, y hasta donde pueden jugar con la interpretación de una eventual abstención. Para el PP-A significaría respaldar la investidura, por cuanto la facilita, y por tanto no va a hacerlo, o eso dice ahora. Pero otros, en cambio pueden verlo no como un respaldo, sino simplemente como permitir que gobierne la lista más votada.

El caso es que, los resultados, y la maniobra del PP-A obligan al resto de partidos a tomar también postura, y a Susana Díaz a negociar. Pero si le sale mal, si al final su postura aboca a Andalucía a tener que repetir las elecciones, no sólo el PSOE-A le acusará de hacer ingobernable la región por intereses partidistas, muchos de los que sí los votaron (que quieren estabilidad política sobre la que construir la recuperación) también podrían pasarles factura. Tanto a ellos como al resto de fuerzas. Ese es el dilema del próximo proceso de investidura.

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