Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Susana Díaz: entre la habilidad en la política y la debilidad en la gestión

Susana Díaz expresa su solidaridad con el pueblo británico

Olga Granado / Lucrecia Hevia

Si se cumple el plan, perfectamente trazado, podría convertirse en el futuro en la primera mujer en presidir el Gobierno de España. Desde que en septiembre de 2013 José Antonio Griñán designó a Susana Díaz para su relevo en la presidencia de la Junta de Andalucía, se habla de esta posibilidad para la que todavía presentan muchos como la esperanza blanca de un PSOE en profunda crisis, y garantía de estabilidad para un país llamado a una metamorfosis por obligación. Ya es, en cualquier caso, una de las políticas más poderosas de España.

Susana Díaz (sevillana de 42 años) se mueve resuelta por las principales televisiones y radios del país, medios de comunicación con los que, al contrario que con la prensa escrita, se siente cómoda porque sus palabras “no son tergiversadas”, afirman en su equipo. Quizá por eso, en la comunidad autónoma sólo ha comparecido una vez en rueda de prensa en San Telmo desde que es presidenta, aunque hace declaraciones en los pasillos del Parlamento de Andalucía u ofrece canutazos en actos diversos. También con la oposición parece lidiar sin problemas porque en Andalucía, salvo contadas excepciones como al hilo de la reciente marea blanca, no la pone en muchos aprietos.

Pero sobre todo se pasea cómoda entre su público: tan pronto se hace un selfie con un hombre en silla de ruedas, como se funde en abrazos con dos ancianas, coge a un bebé o escucha mirando a los ojos a una señora que la para por la calle y le enseña un papel. Socialistas que la conocen bien afirman que es donde gana los votos: en las distancias cortas. El caso es que, como dijo recientemente Mikel Iceta, resulta “avasalladora”, y lo ha demostrado este fin de semana en la multitudinaria presentación de su candidatura en Madrid.

No hay acto de Susana Díaz que no sea una demostración de fuerza. Y para lograrlo, puede presumir de conocer bien las corrientes internas de su partido y saber cómo moverlas. Casi siempre. De hecho, ha logrado sentar juntos para respaldarla a antagonistas como Felipe González y Alfonso Guerra, o Alfredo Pérez Rubalcaba y Carmen Chacón, o José Luis Rodríguez Zapatero y José Bono, y no ha dudado incluso en atraerse para sí a Eduardo Madina, pese a que en su día ella tuvo mucho que ver en que el vasco no lograra la secretaría general del PSOE.

Independientemente de que en este reencuentro de la vieja guardia del PSOE con Susana Díaz haya pesado mucho el temor a una victoria de Pedro Sánchez, al que ven “sin cultura de partido”, no se puede negar la capacidad de esta mujer, criada como está en los bajos fondos de la política, su profesión de siempre. Porque esta licenciada en Derecho por la Universidad de Sevilla siempre se ha dedicado a la política y sólo se le conocen oficios menores como haber vendido cosméticos por las casas o dar clases particulares en sus tiempos de universitaria.

Partido y gestión

En general, se le admira su fortaleza en la política, pero se le reprocha su debilidad en la gestión, resultado también de no colocar perfiles que puedan hacerle sombra a su alrededor. Pese a todo, la secretaria general de los socialistas en Andalucía es en lo suyo una currante nata. Nadie discute la falta de pereza para echar horas extra a base de refrescos de cola y para recorrer el territorio de arriba a abajo todas las veces que considere necesario (a su predecesor se le reprochaba que se encerraba en su despacho demasiado). Pero mientras derrocha una habilidad excepcional para manejar sus tiempos en lo político, en la gestión se le atragantan los plazos con compromisos que se eternizan sin hacerse realidad del todo en la comunidad autónoma con más paro, un gigante contra el que le está costando pelear.

En lo institucional, ha sido concejala en el Ayuntamiento de Sevilla, diputada, senadora y consejera, hasta llegar a la presidencia de la Junta de Andalucía y soñar con la del Gobierno de España. En todos esos cargos, por cierto, con una limitación de mandatos autoimpuesta, porque sólo ha durado uno como máximo, como si todo se le quedara pequeño demasiado pronto. En lo orgánico, se inició con 17 años en la escuela de las Juventudes Socialistas de Andalucía (JSA), lo que le permitió aprender cómo lidiar en las disputas internas del oficio. Tras liderar el partido a nivel provincial, pasó al regional con la intención ahora de saltar al federal. Ferraz para asaltar La Moncloa.

No le va a resultar fácil, porque no es la carrera perfecta que había planeado. Pese a que una de las frases que mejor la define la ha pronunciado ella en más de una ocasión -“no me gusta perder ni en el parchís”- no siempre le ha salido bien. Hay que recordar uno de sus más sonados fracasos, cuando apostó por Carme Chacón frente a Alfredo Pérez Rubalcaba en el congreso de 2012 y ganó este último la secretaría general del PSOE. En 2014, apostó por Pedro Sánchez y ganó, pero le salió rana, porque no fue el líder de transición que muchos en el partido habrían querido.

“Susana Díaz sabe ganar elecciones”, claman ella y los suyos como uno de los eslóganes para auparla a lo más alto. Cierto: ha ganado la más importante para ella de momento, su primera concurrencia como candidata en las elecciones autonómicas del 22 de marzo de 2015, cuando hábilmente aplicó la técnica del adelanto electoral que había aprendido de José Antonio Griñán y dejó a mucha distancia a un Podemos que todavía no se había armado en Andalucía.

Pero esta máxima tiene dos peros: uno, que en Andalucía siempre ha gobernado el PSOE antes de que ella llegara -José Antonio Griñán no ganó pero se hizo con el poder, que es lo que cuenta- y dos, si se quiere apuntar las victorias en todos los comicios posteriores a ese 22M, debe asumir la derrota en las elecciones generales del 26 de junio de 2016, que para muchos ha marcado un punto de inflexión. De hecho, sus rivales sostienen como arma que estos datos son los que la han empujado definitivamente a mirar otros horizontes donde pueda tener más posibilidades de seguir como ganadora que en una Junta de Andalucía donde comienza a pesar el desgaste de 40 años de gobierno del PSOE.

“La opción es la victoria”

De todas maneras, en su entorno no auguran otra cosa que no sea una victoria de su líder. Reniegan de las encuestas que apuntan a las posibilidades de Pedro Sánchez, porque muchas veces se han equivocado los sondeos y porque cuentan con lo que reste Patxi López para frenar al madrileño. ¿Que las encuestas a veces aciertan? (sin ir más lejos con la última victoria del PP en las elecciones generales). No les preocupa. Están seguros, sobre todo por esa maestría de Susana Díaz para manejar el aparato y porque confían en que le sirva para “coser” el partido, como en su día hizo cuando tomó las riendas de un PSOE-A dividido y en el que hoy los críticos son especie en extinción y la amplia mayoría se declara “susanista”.

Ella, por su parte, intenta quitarse el sambenito de ser la candidata del PSOE favorita para los votantes del PP por haber vendido un perfil más conservador que su principal rival, un Pedro Sánchez al que le achacan su “podemitis”. No pierde ocasión para atacar con virulencia a Mariano Rajoy mientras en Andalucía no se corta a la hora de presumir del “logro” de haber pactado su investidura con C's para la “estabilidad” y de jactarse de haber “parado a Podemos”.

Por ello, tiene que reincidir en autoproclamarse de izquierdas mientras reivindica sus orígenes. Siempre lo ha hecho y le gusta recordar que viene de una “casta de fontaneros”, en referencia a varias personas de su familia con esta profesión, comenzando por su padre, si bien también podía haber dicho “funcionario” porque es del gremio pero trabajaba para el Ayuntamiento de Sevilla. Esa reivindicación de clase trabajadora la ha llevado hasta a proclamar en el Parlamento de Andalucía que está “casada con un tieso” (como en el sur se conoce a quien no tiene mucho dinero) cuando la oposición la acorralaba con preguntas sobre los contratos de su marido, José María Moriche.

En todo esto, Susana Díaz no va sola: tiene a su vera un nutrido equipo que ha trabajado para, por un lado, refinar lo que pudiera resultar chocante de su personalidad pero sin restarle espontaneidad, y por otro, matizar el perfil más duro de una mujer que tiene fama de no hacer prisioneros en las victorias de partido.

Sin embargo, en general, el discurso de esta trianera, bética y devota de la Esperanza de Triana y de la Virgen del Rocío, es de fácil calado en las clases populares, y ha llegado a convencer a otro tipo de auditorio como el que, recién elegida presidenta de la Junta de Andalucía, la escuchó en el Hotel Ritz de Madrid, donde llegó a escucharse que había nacido una “estrella”. Usará, eso sí, su condición de andaluza y mujer en estas primarias, y esperará a ser atacada en estos dos flancos, donde se siente cómoda y con mucha artillería para responder.

Pero lo cierto es que la habilidad de Susana Díaz está, entre otras cosas, en explotar mensajes que apelan a sentimientos generalizados y por eso se le achaca populismo. Del tipo “el problema del paro me duele y me quita el sueño”, “me repugna la corrupción”, “he abierto puertas y ventanas” o “me voy a dejar la piel por la gente y por mi partido”. En clave socialista, siempre se ha reivindicado como tal y ha acuñado frases como “me duele el PSOE”. De momento, estos próximos meses se va a tener que dejar mucho más que el pellejo para convencer a los militantes. Si lo consigue, el siguiente reto será convencer a los votantes.

Etiquetas
stats