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“¿Cuántas hostias tiene que comerse un niño para hablar de acoso escolar?”

Rafael Romero, director del IAPAE

Javier Ramajo

“El acoso escolar es entendido como el maltrato psicológico, verbal o físico hacia un alumno o alumna producido por uno o más compañeros y compañeras de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado”, dice el protocolo de la Junta de Andalucía en supuestos de acoso escolar. Rafael Romero, director del Instituto Andaluz para la Prevención del Acoso Escolar (IAPAE), cree que el problema empieza en la propia definición oficial. La asociación privada que dirige desde hace ocho años se ofrece a los centros educativos y a las familias como mediadora, aportando herramientas para detectar y resolver estos problemas.

Sin pelos en la lengua, Romero denuncia ocultismo en los colegios y advierte de la importancia de la educación y la comunicación de los padres y las madres hacia sus hijos. Mientras, los casos parecen dispararse, hasta un 75% más en 2015 en España, según el reciente I Estudio sobre el 'bullying' según los afectados y líneas de actuación. “Con un solo niño que sufra acoso escolar, ya me parece un problema. No cuando se suicide, sino cuando lo sufra”, denuncia Romero.

¿Es un problema de definición?

Yo lo asocio, con todas sus diferencias, a la violencia de género. ¿Cuántas hostias se tiene que comer una mujer para poner una denuncia? Todos estamos de acuerdo en que a la primera tiene que denunciar, como siempre nos recuerda el Instituto Andaluz de la Mujer, pero... ¿cuántas tiene que comerse un niño para hablar de acoso escolar? Para mí es más grave, si cabe, que la violencia de género. Estamos hablando de niños, no de adultos. ¿Dónde están los derechos de la infancia? ¿Dónde está la educación? Y todo eso pasa en horario lectivo y dentro del centro educativo. En esa batalla estamos.

¿Cómo se puede frenar el acoso escolar?

Hay decirle a un niño que no insulte, cortarle las alas y que suelte el palo. ¿Hay algo más sencillo que eso? Y eso, el profesor lo tiene delante. Antes solía dar charlas de dos horas en las que sacaba a relucir veinte casos de acoso escolar pero ya no lo hago porque los chicos no obtenían respuesta y los dejaba 'vendidos'. He llegado a ofrecerlas gratis, pero los centros no quieren... Dicen que tienen sus propias herramientas.

¿Dónde puede estar el origen de este tipo de caso que parece van en aumento?

Ante una situación de conflicto, los padres les dan al niño las herramientas que a ellos, a su vez, les han dado sus padres. Los niños aprenden por imitación de conducta. Lo normal, en el 99% de los casos según mi experiencia, es que les digan a sus hijos que no hay que echar cuenta de los insultos (“tú no eres gilipollas”, “tú no estás gordo”) o que hay que decírselo al profesor. El niño lo pone en práctica y eso no soluciona el problema. A los profesores, como mucho, les basta con decirles “pediros perdón” y a otra cosa. El acoso es como una bola de nieve cayendo por una montaña. Hay que darle al niño las herramientas correctas para que disuelva esa bola ante el primer insulto o la primera colleja. Cuanto más avance la bola, más difícil es retenerla, y nos puede aplastar.

¿Qué propone el IAPAE?

Trabajamos herramientas de prevención desde la psicoasertividad, ni de forma pasiva ni agresiva, trabajando la expresión corporal (forma de caminar, posición de la espalda, etc.) y la expresión verbal. No existe un perfil de acosado. Es un problema de actitud. El acosador sí selecciona y tiene un protocolo para tantear a ver a quién va a acosar en base a cómo nos mostramos hacia los demás.

¿Dónde están las claves para detectar el acoso?

Apostamos por trabajar con las familias, no sólo en los menores, para aplicarlo en casa. Con 15-20 minutos al día, esto funciona. La intención y lo que todos nos proponemos es ser asertivo, pero el día a día nos demuestra que eso no es así. Los niños nacen asertivos (si no le gusta lo que hay en la cuchara, no dudan es escupirlo) pero le introducimos el “no” y le obligamos a no enfrentarse, a no resolver los conflictos de ninguna manera sino a pasar de ellos. Y el conflicto genera un problema: la indefensión aprendida. Los niños, ante un caso de acoso, piensan incluso que el problema no está en las herramientas que les han dado sus padres sino que son ellos los que no saben ponerlas en práctica. Y ahí es donde empieza una posible somatización, una depresión o problemas sentimentales y sociales.

¿Cómo se trabaja la prevención?

Planteando problemas y soluciones, esforzándonos en que la actitud corporal y verbal del niño sea la correcta. Los que suelen tener este problema son tímidos o tienen problemas de autoestima, hablan bajito, caminan con los hombros hacia abajo... Son un blanco fácil a ojos del 'matón', pero no por el niño, sino por su actitud. Los acosadores son cobardes y actúan casi con la total certeza de que el acosado no le va a responder. Se acompañan además de un grupo de cómplices necesarios que, también por consejo de sus padres, no se quieren meter en líos, y se ponen detrás del acosador. Es un problema social que parte de la educación.

¿Qué debe hacer el niño o cómo puede prevenirlo?

Hay que darle herramientas concretas, textuales, literales, para reaccionar ante un acosador. Al niño no hay que decirle que se defienda sino cómo tiene que defenderse, porque nadie nos ha enseñado. ¿Quién le ha dicho a un niño qué tiene que hacer si se meten con él? Nosotros pensamos que devolver con otro insulto puede ir a más, y le enseñamos a poner cara de enfadado. Hay muchos padres que no saben bajar las cejas o apretar los dientes, y hay que enseñarles para que el niño les imite para que, cuando le insulten en el colegio, el niño ponga esa cara, aunque no le moleste.

¿Cuál es la clave para reaccionar a tiempo ante un posible caso de acoso?

El gran problema del acoso escolar es que los directores de los centros educativos, para hablar de acoso y avisar al psicólogo, el niño tiene que estar pasándolo muy mal. Ni siquiera los padres se dan cuenta, porque los niños no lo cuentan y se encierran en un hermetismo brutal. El método que nosotros aconsejamos para una detección precoz no es ver si el niño se mea en los pantalones o no quiere ir al colegio. Porque cuando somatiza, ya vamos tarde y, probablemente, lleva años sufriendo un acoso.

¿Está entonces en manos del niño?

Para la detección precoz, la única herramienta válida es que el niño te lo cuente. Y para eso no podemos llgar a tener que interrogarle. Estamos hablando de falta de comunicación en los hogares. Cuando detectamos algo es cuando actuamos, y entonces le ponemos el foco al niño hasta que hable cuando, además, puede que él tampoco quiera ser un problema para la familia. Proponemos cenar sin televisión y hablar sin interrogar, que se cuenten cómo les ha ido el día y cómo se han sentido, expresando sentimientos. Del mismo modo que toca hacer los deberes, bañarse y cenar, toca hablar. Se trata solamente de 15 minutos al día durante una cena, por ejemplo. Lo debe contar todo y los adultos poner el filtro de lo que es importante y lo que no lo es. Si no lo cuentan, es imposible. Abrir un perfil de Facebook, hacerte amigo de tu hijo para ver qué dice o deja de decir, es patético.

¿Qué influencia tienen la popularizacion de las redes sociales?

Nuestra postura es que un menor de 16 años no puede tener móvil ni acceso a redes sociales. Eso es una bomba, porque es incontrolable y no depende de uno mismo. He visto casos de tener que irse la familia a Portugal por una situación insostenible de acoso escolar y llegar a cambiar a la niña de nombre. Si el alumno quiere enterarse de los deberes del día, que coja el móvil de su padre, llame y hable, como siempre se ha hecho, y no mandando WhatsApp.

Que un niño de 6 ó 7 años tenga una secretaria en casa para que en el grupo de WhatsApp del colegio le diga los deberes que tiene para el día siguiente es el límite al que pensaba que podríamos llegar. Muchos padres no se salen del grupo por “el qué diran”. Y volvemos al concepto de asertividad: “yo pienso de una manera pero no lo hago porque me van a mirar mal”. Todas esas cosas y esos pequeños pasos son los que tenemos que transmitirle al niño. Yo no puedo pedirle a mi hijo nada de esto cuando, por ejemplo, saludo amigablemente a una vecina y la pongo verde justo después al llegar a casa. Pero tenemos que ser socialmente correctos y caerle bien a todo el mundo...

¿Hay reforzar la labor de las familias para evitar casos de acoso?

Claro. Todo ese trabajo se hace en casa. Evitaremos posibles casos de acoso escolar y enseñaremos al niño que siempre se podrá encontrar con un gilipollas en su vida, sea un compañero de trabajo, un jefe o alguien del equipo de fútbol, a hacerse respetar y a poner sus límites. Es una actitud de vida, no es simplemente solucionar un caso de acoso escolar, sino prevenir a nivel educacional para toda la vida.

A su juicio, ¿cómo debería ser la actitud correcta?

Hay que darle al niño herramientas correctas de solución de conflictos para que cuando le llamen gilipollas, se vuelva y con cara de enfado le responda “yo no soy gilipollas y no me lo digas más, ¿te estás enterando?”, y que se lo deje claro, manteniendo la mirada. Si hago eso el primer día, probablemente el 'matón' se busque a otra víctima. Es difícil, pero se trabaja.

Lo bueno de la actitud es que son caretas. Yo puedo ser muy tímido pero si a mí me enseñan a actuar ante una determinada situación, se acabó la historia. Y si te dan, das. Legítima defensa. Proporcionalidad y oportunidad. Primero me defiendo yo y luego se lo cuento al profesor. ¿Cuántas veces me tienen que pegar para poder defenderme? No estoy incitando a la violencia, pero si me pegan no voy a poner la otra mejilla. Es nuestra postura. Hay padres que no están de acuerdo.

¿Cree que hay reforzar la comunicación entre padres e hijos?

Hay mucha carencia en ese aspecto. Hay muchos padres que no conocen el nombre del profesor o profesora de su hijo. Muchas veces, el niño no sabe a qué se dedica el padre o la madre. “En el ordenador”, responden. La mayor parte del día a día se le puede contar a los hijos sin problema. No son niños, son personas pequeñitas que oyen, entienden y saben lo que estás haciendo o cómo estás. Muchas veces queremos que nos cuenten muchas cosas pero las puertas están cerradas. A lo mejor necesita que desde niño tenga un amigo, aunque sea su padre, y que le vaya entendiendo.

¿Cuál es la responsabilidad de los colegios?

El acoso escolar sucede en un horario lectivo y dentro de unas instalaciones. La claves es que el padre del niño acosado tiene que actuar contra el centro educativo. Cuento con que el director niegue un acoso, pero que el padre tenga miedo a mandar un escrito contando lo que le pasa al niño porque su hijo vaya a ser señalado en el colegio, porque en su urbanización le vayan a mirar con mala cara, por el qué dirán... Con eso no puedo. Y tengo muchos padres que quieren trabajar con sus hijos la actitud, etc, pero que no se enfrentan al problema cuando precisamente eso mismo es lo que está pidiendo a su hijo. Si pienso en mí más que en mi hijo, mal vamos, pero esa es la realidad. Tengo niños que me llaman a escondidas pidiéndome ayuda y padres que dicen que para hacer frente al colegio tendrían antes que divorciarse de su pareja.

¿Cuándo podemos hablar de un caso de acoso escolar?

¿Dónde dice que el niño tiene que estar pasándolo muy mal para que haya acoso escolar? En ningún sitio. Proponemos analizar los hechos, no la subjetividad, o por qué ocurre lo que ocurre. ¿Ese niño le dice “cabezón” al otro todos los días? Eso es acoso escolar y punto. Es muy fácil detectarlo, es tremendamente sencillo. Y si un profesor no es capaz de detectar al que tiene un palo en una clase de 25, pues que haga unas oposiciones de otra cosa y se ponga en una ventanilla, pero que no se dedique a ser docente.

¿Es el director del colegio el último responsable?

El director decide las normas de 'la empresa'. Ni orientadores, ni tutores, ni nada. Tengo profesores que quieren trabajar cómo prevenir casos de acoso pero su director no les dejan trabajar el problema ni admitirlo. Entiendo que hay un puesto de trabajo por medio y que hay que joderse, pero no lo puedo aceptar cuando hablamos de medicina o de educación. Todos los que están por debajo del director son sumisos. La contraposición a esa fuerza se supone que es el AMPA. Y no es así. En las AMPA, normalmente, hay personas nombradas muy allegadas a la dirección. Sucede como en los casos de esos niños que se ponen detrás del que acosa que decíamos antes. Hay padres que ven que una familia lo está pasando mal y no hablan por miedo a ser señalados.

¿Por qué cree, como usted asegura, que los directores no afrontan los casos de acoso escolar y no los admiten?

Fundamentalmente porque tienen miedo a los padres de los acosadores. Los directores hablan sin problema con los padres del niño acosado porque son iguales que sus hijos, son cordiales y van por las buenas. Como funcionamos por imitación de conductas, los padres del acosador entran como elefante en cacharrería y los directores no quieren enfrentarse a ellos. Otra vez estamos hablando de miedo.

¿Cómo se podría mejorar eso?

Empujamos a los padres y nos ponemos de su lado para que el centro me de a mí las explicaciones. Por otro lado, no sirve de nada hablar con la tutora. A los padres les bandea. Tienen que denunciar el caso por escrito, con una carta a la dirección relatando los hechos y un plazo de respuesta. En caso contrario, dirigirse a la Inspección de Educación, que está para lo que está, para salvarle el culo al colegio. El problema del protocolo de la Junta es que no es preventivo sino de actuación, para solventarlo dentro de su plan de convivencia. De hecho, IAPAE lo que hace es crear un protocolo para instaurarlo dentro del plan. En ocho años, sólo lo han puesto en marcha tres colegios de toda Andalucía, que después tampoco lo cumplen.

¿Insinúa que en los colegios se silencian los casos de acoso escolar?

Para que haya protocolo, el director tiene que confirmar que hay un caso de acoso escolar, y eso no lo va a hacer nunca, porque la carga de la prueba la tienen ellos. Nadie está dentro del colegio para demostrarlo, por muchos informes psicológicos del niño que se aporten. Todos se callan. Y la Policía, cuando pregunta, lógicamente saca la conclusión de que no hay caso. Pero no se puede acreditar nada. Los colegios ocultan los casos de acoso. Te dicen “el problema es que tu hijo está sobreprotegido”, “veo al niño muy parado, ¿tenéis problemas en casa?”, “quiero que lo vea mi psicóloga”, etc. Independientemente de lo que pueda tener el niño, nadie tiene derecho a joderle la vida. Es injustificable que un niño agreda o pueda ser agredido.

Por ejemplo, si en un campo de fútbol con 60.000 personas alguien llama “negro” a un jugador, al espectador le prohiben ir al estadio durante dos años y al club le ponen una multa. ¿En una clase de 25, un niño le llama “hijo de puta” a otro y no responde nadie? Sólo a un euro por insulto en el colegio, no haría falta el AMPA para pagar algunos materiales para el centro, por ejemplo. Lo que pasa es que faltan huevos. Si un profesor no es capaz de que en su clase nadie llame por 'mote' a otro o que no se insulten entre los alumnos, pues que se dedique a otra cosa.

En cualquier caso, ¿han apreciado un aumento del acoso escolar en los últimos tiempos?

No me gusta hablar de estadística. Con un solo niño que sufra acoso escolar, ya me parece un problema. No cuando se suicide, sino cuando lo sufra. Porque todo esto sólo salta a los medios cuando hay un suicidio. Y dura un mes la campaña. Uno de los últimos informes dice que uno de cada cuatro niños padece acoso escolar. Es una cuestión de definición.

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