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La sustitución de 15 líneas de autobuses de Granada por una sola levanta a los vecinos

Largas colas esperando el autobús en Granada./Foto: Ortega

Miguel A. Ortega Lucas

Iba a ser “un cambio histórico”, según augurios del Ayuntamiento de Granada. Iba a ser “la mayor revolución” vivida en el tráfico y el transporte público de la ciudad “en los últimos 50 años”. Y acertaron: harto difícil encontrar a algún granadino que no opine con ardor (revolucionario) sobre el cambio llevado a cabo por el Consistorio en el servicio de autobuses a partir del pasado 29 de junio.

El problema del tráfico ha sido siempre una constante en la ciudad. Más si cabe en el centro, donde apenas cuatro arterias de escasos carriles -Constitución, Reyes Católicos, Gran Vía y Acera del Darro- distribuyen la mayor parte del flujo. Hasta 15 líneas de autobuses solían operar uniendo el Palacio de Congresos con La Caleta, el eje de lo que se suele entender por centro. Comprensible por la cantidad de pasajeros que atendían, pero también un lastre añadido para el tráfico, siendo habitual que dos y hasta tres autobuses coincidieran en una sola parada en las horas punta, con el consiguiente embotellamiento general.

Los objetivos del Ayuntamiento de Granada eran, por tanto, aliviar el centro para hacerlomás amable y menos contaminado”, en palabras de la concejal de Movilidad, Telesfora Ruiz, cabeza visible de la operación. Consistió ésta en suprimir el paso de esas 15 líneas (casi 100 autobuses diarios) e incorporar en dicho eje una sola Línea de Alta Capacidad (LAC) compuesta por 12 nuevos vehículos de 19,5 metros, con emisiones de CO2 menos agresivas y con espacio para 20 pasajeros más, haciendo 20 recorridos diarios en cada sentido.

Quizás se haya conseguido descongestionar el aire y el asfalto de los más de 4 kilómetros de dicho eje. El problema es que, desde que los ya famosos LAC echaran a rodar, la congestión se ha trasladado de manera directamente proporcional al interior de los vehículos. Son épicos algunos de los episodios vividos en las paradas desde entonces, con esperas nerviosas y multitudes agolpándose para conseguir penetrar por cualquiera de las tres puertas -ahora de entrada y de salida- de los autobuses. Es “la ley del más fuerte”, cuenta Francisco, jubilado de 75 años que ya “varias veces” ha tenido que dejar pasar un autobús y esperar otro, porque “los muchachos sí pueden subir metiendo codos, pero yo ya no estoy en condiciones” (El gracejo popular ya ha encontrado varios paralelismos exóticos con la situación).

Los LAC pasan, en teoría, con una frecuencia aproximada de tres minutos por cada parada del trayecto. Los problemas que comenzaron a soliviantar a los viajeros ya los primeros días se consideraron normales, por parte del Gobierno municipal, a la espera de hacer los “ajustes” necesarios con el rodaje. El Ayuntamiento de Granada, además, atribuyó la avalancha de pasajeros al comienzo de las rebajas de julio y al hecho de que viajar en estos autobuses será gratis todo este mes (no por una medida de gracia, como suele pensarse, sino porque las máquinas expendedoras no están listas aún para funcionar). Pero la puntualidad, todavía muy dudosa en todas las líneas, o incluso la sobreocupación, no son los únicos o los mayores problemas del nuevo trazado.

Barrios más aislados

El mayor problema, para los miles de vecinos que utilizan a diario el autobús, es que las viejas líneas que antes atravesaban el centro no se limitaban al mencionado eje Palacio de Congresos-La Caleta, sino que continuaban más allá conectando al mismo tiempo los barrios del sur (el Zaidín, por ejemplo) con los del norte (por ejemplo Almanjáyar). La modificación ha eliminado la posibilidad de cruzar la ciudad de un tirón, obligando a los pasajeros a hacer un número variable de transbordos, dependiendo de adónde vayan, y haciéndoles perder aún más tiempo del que ya podían tardar antes.

En la parada intercambiadora de La Caleta, la mañana del pasado lunes, día 7 de julio, varios de los guías desplegados por el Ayuntamiento de Granada para ayudar a los viajeros a entender el nuevo trazado confirmaban que los ciudadanos no terminaban de acostumbrarse al nuevo sistema. Una semana después: una cosa es aprenderse el mapa, y otra muy distinta estar de acuerdo con tener que coger tres autobuses para hacer un trayecto en el que antes se necesitaba sólo uno. Tal era el caso de una señora que suele desplazarse a diario desde el barrio de Maracena hasta el centro comercial Neptuno (unos siete kilómetros), y que afirmaba tardar ahora “una hora y cuarto” en llegar. Los guías seguían atendiendo a los viajeros desorientados que bajaban del LAC, queriendo saber qué conexión debían tomar para llegar a tal o cual sitio, mientras este redactor esperaba durante 45 minutos al N4, debido a una “avería”, según explicaron, al final, llegaron de golpe tres autobuses de esa misma ruta.

Más tarde, en la parada intercambiadora del sur, en Palacio de Congresos, un hombre llamado Julio calificaba el nuevo plan de “auténtica vergüenza”, explicando que “una persona mayor tiene que andar ahora” para llegar al hospital clínico “porque ya no te dejan en la puerta”. En su caso, desde su casa al trabajo, se tardan veinte minutos andando, y “ahora con el autobús se tardan 45 minutos... Y espérate a que llegue septiembre, porque un montón de estudiantes no están aquí ahora por vacaciones”.

Críticas de la oposición

Para Francisco Puentedura, portavoz de IU en Granada (una de las fuerzas políticas, junto con toda la oposición, que han apoyado hasta ahora al colectivo contrario a esta reforma), el verdadero objetivo del Ayuntamiento de Granada (PP) es “ahorrar tres millones de euros anuales a costa del transporte público” (a pesar de los ocho gastados ahora en la nueva flota, más otro millón para adecuar las nuevas paradas).

Critica la “improvisación” del consistorio y explica que el contrato con la concesionaria del servicio (desde 1962), Rober, establece unas condiciones óptimas para esta última, al cobrar por kilometraje y no por afluencia de pasajeros, y asegurándole una cobertura mínima de beneficios ante cualquier supuesto. Con la reducción de 15 líneas a una sola operando ahora en el centro, el Ayuntamiento de Granada ahorra pero la empresa no pierde. Entre otras cosas por la reducción de personal y “la congelación salarial de la plantilla hasta 2020”.

También afirma que una de las medidas para facilitar el trabajo a los LAC y “despejar” las arterias más céntricas está consistiendo en “presionar a los taxistas para que no admitan pasajeros” en el tramo Palacio de Congresos-La Caleta. Efectivamente, todos los taxistas consultados para esta información confirmaron que vienen recibiendo amonestaciones de la Policía Local, e incluso amenazas de multarles con hasta 200 euros si paran “para recoger a alguien” en ese tramo. “El taxi es un servicio puerta a puerta”, dicen, por lo que esta medida no sólo les perjudica a ellos sino también “a cualquier persona que haya que recoger” necesariamente en un punto concreto.

“El cambio costará, porque todos los cambios cuestan”, dijo el primer día la responsable municipal de Movilidad. De momento está costando la paciencia de la gran mayoría de granadinos, que creen ser los damnificados “para que el escaparate del centro luzca mejor”. Ya hay en Youtube hasta una parodia de la película El hundimiento, con el fürher montando en cólera por tener que hacer dos transbordos para poder llegar al fútbol.

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