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Las matanzas del teniente 'Polvorilla': Lucena exhuma a cinco víctimas del franquismo

Fosa del franquismo exhumada en el cementerio de Lucena (Córdoba). |

Juan Miguel Baquero

“Madre mía”, exclama Pilar Roldán (87 años) cuando oye la cifra de muertos en Lucena (Córdoba). En su pueblo no hubo guerra, pero los golpistas matan a 124 personas. Pilar busca a su madre, Pilar Cruz. No está entre los cadáveres encontrados. Los huesos son de cinco hombres. El hallazgo, entre tanto, confirma las matanzas franquistas perpetradas al mando del apodado teniente ‘Polvorilla’.

Cinco de la mañana. 19 de julio del 1936. Los rebeldes emiten el bando de guerra. Una de la tarde. 20 de diciembre de 2017. Los familiares de asesinados conocen el descubrimiento de restos óseos con evidencias de muerte violenta. Dos escenas sobre una misma tierra y más de 80 años de impunidad de por medio.

“Madre mía”, se encoje Pilar Roldán [una vez más, la enésima en su vida, quizás] al oír las vidas perdidas. El director arqueológico, Francisco Carrión, avanza en exclusiva la buena noticia a un grupo de víctimas. Ocurre a finales del pasado año, en presencia de otros dos pilares del proyecto de excavación en el cementerio Nuestra Señora de Araceli: el Ayuntamiento lucentino y la dirección general de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía.

Ahora se ha hecho público el informe definitivo. Y los datos estremecen. Los huesos presentan múltiples fracturas perimortem (durante la muerte). Caso de orificios en cráneos por entrada y salida de balística. O rotura de costillas, clavículas, húmeros, escápulas… que revelan las severas palizas y torturas infligidas. La tierra guarda, también, algunos proyectiles. Y cal viva.

Un triunfo empapado en la sangre de la derrota

De poco sirve que un grupo de guardias civiles tome Lucena el mismo día que el golpe de Estado entra en la península. El fácil triunfo va a quedar empapado con la sangre de los derrotados. Los golpistas entran en el Ayuntamiento y en la Casa del Pueblo socialista. Detienen a los primeros y arranca el feroz castigo.

Son las matanzas del teniente Luis Castro Samaniego, alias ‘Polvorilla’. Las tropas mandadas por este militar siembran el terror desde el 18 de julio. Las ejecuciones se suceden de forma masiva y colectiva. Sobre todo a partir de agosto del 36.

La cifra mínima está en 124 asesinados en un pueblo sin guerra. Dividen el número 21 personas de Jauja, 11 de Las Navas de Selpillar y otras 92 de Lucena. Siete muertos en cárceles franquistas completarían el lúgubre listado, según la investigación del historiador Arcángel Bedmar.

Un caso paradigmático en la aplicación terrorista de los criminales de Franco ocurre en la madrugada del 19 de agosto del 36. “Muchos testimonios orales nos aseguran que en la madrugada del 19 de agosto asesinaron a 25 personas en el cementerio”, narra Bedmar. Una “macabra” carnicería que conmemora el primer mes de la rebelión militar.

Cinco mujeres muertas y la niña enferma del alma

Otro día, como tantos en aquellas fechas bañadas de sangre y fuego, un testigo presencial cuenta hasta 23 tiroteados “en la cuesta de Balandranes”. Los franquistas también matan a tiros a cinco mujeres. Como la niña Pilar Roldán, que pierde a su madre, Pilar Cruz, cuando apenas asoma a la vida.

“Yo tenía 5 años”, señala. “Lo pasé muy mal, me dio un ataque muy grande de… antes le decían tiricia [la enfermedad del alma, cuando el corazón entristece] y mi padre me llevó al campo a un cortijo que tenía un familiar, por apartarme un poco del sufrimiento”. Pilar salpica la narración con algunas lágrimas que enjuga a duras penas.

El “poder absoluto” de los golpistas en el pueblo no resta el ansia de sangre, adjudicada a discreción con el ánimo colaborativo de “personas de orden” y voluntarios derechistas. Los muertos acababan, muchos, tiroteados en las tapias del camposanto donde varios fascistas de Fuerza Nueva homenajearon a Franco al hilo del pasado 20N.

“Los jefes militares ordenaban o permitían los encarcelamientos, las torturas, el expolio de bienes y los fusilamientos sin que se arbitraran consejos de guerra u otros mecanismos con apariencia legal que justificaran las violencias”, escribe Bedmar en su informe histórico.

La prueba está en la fosa común descubierta y exhumada en el cementerio lucentino. La intervención arqueológica arranca el 9 de enero de 2017 y copa diversas fases hasta diciembre. Culmina con éxito, casi cerrando un nuevo año de exhumaciones de fosas del franquismo en Andalucía.

“Mantengo la esperanza”, dice Pilar

El proceso ha contado, además de los técnicos, con la participación como voluntarios de 52 estudiantes de la Universidad de Granada del Grado y Máster de Arqueología y de Antropología Física y Forense. “Gracias a ellos”, dice la viejita Pilar. “Que dios se lo pague”, parece mascullar.

Un latigazo de dolor recorre a Pilar apenas un momento antes: ya sabe que no hay ninguna mujer entre los huesos. “Pero me han dicho que hay más sitios para encontrarla... y me he emocionado”, atina. “Mantengo la esperanza”. Porque “está una todas las noches pensando que si tuviera la suerte de encontrarla y verla”. Todo por un propósito vital: “Que yo esté tranquila el día que me muera”.

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