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Elecciones con gente como tú y como yo
Un fantasma recorre nuestra geografía: el fantasma de las candidaturas ciudadanas. El próximo 24 de mayo, en las elecciones municipales y en las autonómicas de casi todas las comunidades, nos encontraremos papeletas sin los logotipos ni las siglas a las que estamos acostumbrados. La inmensa mayoría, además, irán encabezadas por nombres que nunca antes habían figurado en otras listas, o que pertenecen a personas que no han ocupado cargos públicos, ni siquiera cargos orgánicos en algún partido. La onda expansiva del 15M, mutada en aquel virus municipal que originalmente se llamó Guanyem, ha resultado extremadamente contagiosa, y a la postre será letal para el achacoso Régimen del 78.
La profunda crisis de confianza hacia el estamento político ha obligado a una multitud de ciudadanos y ciudadanas a hacer algo que nunca antes habrían imaginado: organizarse para “asaltar” las instituciones. Hemos pasado del “Que se vayan todos” al “Os vamos a echar”. Si tiene que ser en las urnas, en las urnas será.
Emociona asistir a los foros, asambleas y grupos de trabajo de cualquiera de esas iniciativas. Si algo tienen en común es que siempre son a horarios poco prudentes y, desde luego, sin privilegios de descansos sabatinos o dominicales: la gente trabaja, tiene familias, cargas hipotecarias, subsidios de desempleo que les llevan a buscarse la vida como pueden a lo largo del día... Y por la tarde, cuando deberían estar en casa con sus familias, cuando deberían disponer de tiempo de ocio, preparan el asalto institucional. Esa marea de personas pone lo mejor de sí en común, y lo hace ahora, sin dilación. Preferiría delegar, confiar en quienes se erigen como representantes, saber que la gestión de lo público está en manos de ciudadanos competentes.
En lugar de ello, estudian leyes electorales, crean partidos instrumentales o agrupaciones de electores, redactan programas en foros ciudadanos, preparan campañas, forman a sus candidatos, elaboran discursos, analizan otros, desarrollan estrategias comunicativas, asisten a debates, diseñan agendas abrumadoras... Hacen lo que los profesionales de la política, y en muchos casos mejor y con mayores expectativas, como ya demuestran diferentes encuestas, y por si fuera poco renuncian expresamente, en favor del colectivo, a cobrar la totalidad de unos sueldos que consideran indecentes en la situación actual.
Su mayor baza es la inexperiencia: inexperiencia en corrupción, en despachos herméticamente distanciados de la calle, en cabildeos, en ascensos y despidos como si las instituciones públicas fueran sus negocios, familiares, por más señas. Su mayor baza es la experiencia: economistas, profesoras y profesores, administrativos, periodistas, estudiantes, amas de casa, integrantes de movimientos sociales de todo tipo (de mareas, por la vivienda digna, feministas, centro sociales, ecologistas, etc.), sociólogas, teleoperadores, electricistas, diseñadoras gráficas, abogadas, urbanistas, deportistas, trabajadoras sociales, jubilados, desempleados (que no parados), artistas... La lista es interminable y la conclusión obvia: cuando toda esa gente se pone a trabajar conjuntamente, cuando toda esa gente renuncia a sus viejas señas de identidad para construir un proceso en verdad laborioso, complicado y exigente, pero sobre todo virtuoso y colectivo, su potencia resulta incalculable porque no acaba el 24 de mayo.
Preferirían no hacerlo, ya lo hemos dicho, pero la dignidad es también una de sus señas de identidad. Sí, un fantasma recorre nuestra geografía. Esa es la gente que me representa. En Málaga, que es mi cuidad, pero también en Madrid, en Zaragoza, en Barcelona, en Pamplona, en Coruña, en tantos y tantos otros lugares. Esas personas que trabajan en común. Ahora.