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Segregación en las aulas
No es casualidad que desde sectores conservadores de la sociedad creen colegios para niños y colegios para niñas, y que, en cambio, no pidan hospitales para hombres y otros para mujeres. O que en los que ahora existen haya Servicios de Pediatría para niños y otros para niñas. Lo mismo que no es nada casual que desde esos mismos sectores creen universidades privadas para hombres y mujeres, y no abran universidades para hombres y universidades para mujeres, saben que a esas edades ya no hace falta separarlos.
Cuando piden segregar a niños y a niñas en la educación es porque son muy conscientes del instrumento que supone hacerlo para definir sus identidades por contraste, y con ellas normalizar que los roles, las funciones, los tiempos y los espacios para hombres y mujeres en la sociedad son diferentes.
La desigualdad no está construida sobre el terreno de la convivencia, ahí es donde se expresa, la desigualdad es el machismo, y el machismo está en la identidad que la cultura crea para hombres y mujeres a través de las referencias que se transmiten por medio de la educación y de la socialización. De ese modo cada persona actúa como reserva de occidente y de oriente de ese machismo, y consigue que la discriminación esté garantizada, pues no se trata de una decisión, sino de las ideas y valores que llevan a tomarla, a normalizarla, a justificarla… y luego, si alguien la descubre y cuestiona, a impartir justicia en su nombre.
Por eso la esencia que define la masculinidad y la feminidad está en esa identidad por contraste que hace entender que “ser niño es no ser niña” y “ser niña es no ser niño”. Y esa idea la llevan hasta el último extremo en lo biológico, como se ha visto en la campaña de HazteOir y su “los niños tienen pene, las niñas tienen vulva”, y en la escolarización segregada para que los niños tengan unas ideas, valores y roles “acordes a su pene”, y las niñas otros “según su vulva”, aunque todos sepan lo de Cristóbal Colón, el teorema de Pitágoras y la obra de María Zambrano. El problema no está en la transmisión del saber, sino en la configuración de la identidad, ya lo dijimos en 'De mayor seré machista'.
La sentencia de Tribual Supremo que condena a la Junta de Andalucía por no querer contribuir con el dinero público a ese modelo, de nuevo tropieza con sus ideas y valores cuando juzga la desigualdad y la discriminación como un ajuste de cuentas entre hombres y mujeres, o entre niños y niñas, y no como un derecho humano que, al igual que la Libertad, la Justicia, la Dignidad… deben formar parte de los valores y de la identidad de cada persona. No es la primera vez que lo hace, recuerdo por su significado la sentencia de 2013 en la que reconoce que un marido violento obligaba a su mujer a mantener relaciones sexuales en contra de su voluntad, y no lo condena al argumentar que era lo habitual y, por tanto, no se podía entender como violación. Según esa sentencia, si robas una vez eres un ladrón, pero si robas todos los días eres un proveedor.
Aquí pasa igual, y de nuevo se recurre a las referencias existentes para interpretar la realidad de manera armónica con la desigualdad existente y el machismo.
Cuando la UNESCO habla de educación diferenciada lo hace para que las niñas puedan ir a la escuela en países y culturas donde si no lo hacen en aulas propias nunca podrían ir, pero no para que en los países democráticos los presupuestos públicos tengan que asumir un modelo de educación que dificulta, no sólo no promueve, la Igualdad como parte de la identidad.
Del mismo modo, cuando dice que no se discrimina a los niños y a las niñas de un colegio al separarlos en diferentes aulas y darles las mismas referencias didácticas, confunde lo que es la situación dentro del colegio con lo que es la discriminación de esos niños y niñas respecto a los que a través de la co-educación reciben saber, conocimiento y valores dentro y fuera de las aulas por medio de la convivencia y las relaciones en el colegio, no sólo a través de la tabla de multiplicar y el comentario de texto.
Pensar que toda esta situación es gratuita y no pararse a pensar por qué hay interés por parte de esos sectores conservadores en mantener la segregación en las aulas, no es inocencia, sino complicidad con un modelo que reivindica roles, espacios y tiempos diferentes para hombres y mujeres, y con ellos mantener una cultura machista que discrimina, acosa y maltrata a las mujeres. No es casualidad que desde esas posiciones presenten la Igualdad, que lo único que pretende es erradicar la discriminación y la violencia contra las mujeres, como “adoctrinamiento de género”, y que la transmisión de valores, ideas y creencias que dan lugar a la realidad actual donde esa discriminación y violencia de género están presentes, la llamen “educación”.
La realidad no es un accidente, es el resultado de o que hagamos o dejemos de hacer para mantenerla sobre las referencias históricas o para transformarla. Si no erradicamos el machismo luego no podemos sorprendernos de que un eurodiputado o un exministro digan que las mujeres son menos inteligentes que los hombres, o que el 30% de los adolescentes afirmen que cuando una mujer sufre violencia de género es porque ella “habrá hecho algo”, ni tampoco que cada año haya 60 hombres que asesinen a sus parejas. El dinero público debe utilizarse para romper con esas ideas, no para reforzarlas por medio de las palabras o del silencio.
La Igualdad se aprende, por eso algunos se empeñan tanto en no enseñarla.