Una profesora idea un método para salvar barreras culturales con los niños inmigrantes
María Auxiliadora González, una profesora del instituto de enseñanza secundaria El Sur de Lepe (Huelva) se enfrentaba todos los días al mismo problema que muchos de sus colegas. En una localidad que es la mayor de la provincia de Huelva y cuenta con casi un 25% de población inmigrante, romper las barreras idiomáticas no siempre es posible, pero a Mariceli, como la llaman compañeros y alumnos, no parece importarle esperar años para desarrollar pacientemente la idea que había tenido.
Cierto es que una de las mayores poblaciones de inmigrantes en Lepe es ecuatoriana (unas 1.500 personas), pero rumanos, ucranianos o marroquíes se sientan cada día en las aulas de los nueve centros educativos del municipio, y el idioma se convierte en un problema que no siempre se puede solventar fácilmente.
Por ello, ha creado un método que se ha mostrado eficaz para que sus alumnos inmigrantes puedan aprender historia sin que el idioma sea un problema, lo que ha sacado adelante con la ayuda de otros dos profesores, Elena Rodríguez y Juan Antonio Mármol, que pusieron en marcha la iniciativa hace cinco años, y ahora han conseguido que el centro lo incluya en su temario como asignatura optativa a la religión, mediante un método basado en actividades prácticas de todo tipo para enseñar historia “sin barreras idiomáticas” desde el Paleolítico hasta la Edad Media y la Moderna.
La iniciativa, como explica la profesora, está dirigida a alumnos de Primero y Segundo de ESO, y tiene ramificaciones a la edad contemporánea, con el matiz de que “cuando hemos estudiado el patrimonio local, ha servido para que los niños se sientan obligados a cuidarlo y conservarlo, tanto el artístico como el etnológico”. Aunque para todos los alumnos es especialmente importante una actividad como esta, la profesora entiende que para los extranjeros de habla no española es algo muy útil. En este sentido, lo compara con la música clásica, “que todo el mundo la entiende, sin importar el idioma”.
El curso, denominado OMAH (Otra Manera de Aprender Historia) se inicia cada año con un desayuno intercultural, en el que ya se ponen sobre la mesa algunas de las cuestiones que interesan al alumnado, “además de que sirve de una especie de presentación ante sus compañeros, y exponen dónde viven, de modo que, rápidamente, identifican a los compañeros que viven cerca de ellos”.
“Les llama la atención el agua con canela de Ecuador, la ceremonia del té en Marruecos, el arroz blanco de los chinos, y todo ello sirve para comiencen a conocerse y a valorar parte de la cultura de sus compañeros”, explica. En la práctica, lo que se hace es que en lugar de explicar la historia y costumbres de la provincia, se organiza una exposición de trajes típicos, o en lugar de dar una clase teórica sobre la prehistoria, se hace que los alumnos fabriquen “dentro de la modestia y cada uno con sus métodos”, elementos que imiten los prehistóricos lo mejor posible.
Con todo ello “se incide en que los alumnos usen las manos, que hagan cosas prácticas”, y la clase de alternativa a la religión sea una forma de aprendizaje que no sea una mera estancia en las aulas, y de paso los chicos extranjeros aprendan de forma práctica algunas de las costumbres y trozos de la historia más importantes de la zona en la que viven sin que el idioma sea una barrera.
“La idea es hacer las cosas de forma práctica, experimentando, y eso es accesible para todos sin ningún tipo de barreras”, apostilla.
Con esta idea, cada día intenta saltar un poco la barrera que supone la Torre de Babel en que la producción fresera ha convertido al municipio onubense, y vistos los resultados parece que es una idea que,incluso, se podría exportar a otros colegios e institutos con las mismas características.