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Andalucía pierde en un año el 25% de su agua potable y de regadío por la sequía

Presidente de la CHG: La prealerta por sequía es sólo "un estado de aviso" y los datos de lluvias "no son alarmantes"

Alejandro Ávila

Más de dos años lloviendo por debajo de la media. Andalucía se encuentra inmersa en una sequía que se ceba especialmente con la provincias de Jaén y Almería, además de varias zonas de Málaga, Córdoba y Granada. Dicho de otra manera, “la sequía pluviométrica se consolida en el tercio oriental de la región y en el eje de los Sistemas Béticos. A las zonas más afectadas, que se situaban en el extremo nororiental de la región, se añade la comarca Penibética”. Así lo indica el último análisis de la sequía de la Junta de Andalucía.

La región ha perdido en tan sólo un año el 25% de su agua disponible para consumo humano. Y es que la falta de lluvias ha traído como consecuencia la sequía hidrológica, es decir, la escasez de agua en los embalses para consumo y riego de la región. Actualmente, los 200 embalses andaluces se encuentran a un 45% de su capacidad (5.566 de 12.051 hm3). Hace un año, estaban al 60%, en la media de la última década. 

Según un informe nacional, la cuenca del Guadalquivir se encuentra globalmente en estado de prealerta. Entrando en pormenores, los que peor se encuentran son tres de sus subsistemas: uno en emergencia, Salado de Morón; y dos están en alerta, La Bolera y San Clemente. Sin embargo, para el presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), Antonio Ramón Guinea, los datos “no son alarmantes”, afirmando que “no es un estado de sequía profundo, como tuvimos en otras épocas. Las precipitaciones no han quedado lejos de la media, aunque ha llovido mal”. Guinea, en unas declaraciones ofrecidas a RTVA, recordaba que el estado de alerta significa una garantía de abastecimiento de tres años y que la prealerta “ya empieza a bordearla”.

Luis Babiano, gerente de Aeopas (Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento), considera que es un error negar la gravedad de la sequía. “La situación de momento no es generalizada en toda Andalucía, pero sí tiene un profundo impacto y demuestra que no estábamos preparados para una situación así. Lo lógico, por ejemplo, habría sido que se hubiera ampliado la desaladora de Carboneras”. El exasesor del Ministerio de Medio Ambiente en tiempos de Rosa Aguilar lamenta que “primero se ha negado el problema y lo segundo va a ser el pánico y las políticas improvisadas, que nos van a llevar al desabastecimiento y las obras precipitadas. Es lo que se llama el ciclo hidro-ilógico, como lo denominan irónicamente los norteamericanos”. Es decir, no nos damos cuenta del problema hasta que lo tenemos encima.

De las 26 comarcas en las que se divide Andalucía, 22 se encuentran en situación de sequía pluviométrica moderada y las 4 cuatro restantes en situación severa: Penibética (Córdoba), La Loma (Jaén), Sierra de Cazorla (Jaén), Sierra de Segura (Jaén). Según el informe de sequía de la Junta, “a corto plazo, se espera un recrudecimiento de la sequía en las comarcas que presentan una afectación severa así como en la Sierra de Cádiz y Campo de Tabernas (Almería).

Babiano cree que, ante esta situación, ya se deberían haber tomado medidas de urgencia, como un uso más precavido del agua, una mayor vigilancia mediante contratos de guardería y una concienciación entre las poblaciones afectadas, que “ha logrado que en ciudades como Barcelona se reduzca el consumo un 9%”.

En la Sierra Sur de Sevilla, los vecinos de varios municipios, como Badolatosa, ya han comenzado a sufrir cortes en el suministro de agua potable. Mucho más al este, son los agricultores los que muestran su preocupación ante “la peor situación de la historia de la provincia de Almería en materia de agua”: las reservas de la cuenca del Guadalquivir acercándose al 30% (dejando sin agua el pantano del Negratín), un trasvase Tajo-Segura en alerta y una desaladora, la de Cuevas, que lleva cuatro años averiada. Son sólo un par de ejemplos de que la situación ya es drástica en determinados puntos de la geografía andaluza.

Un fenómeno global

No se trata, por supuesto, de un fenómeno regional. Ante la sequía que sufre Italia, el papa Francisco I ya le ha cerrado el grifo a más de una fuente ornamental de El Vaticano. En Cuba, se habla ya de la peor sequía del último siglo, mientras que en el Sudeste Asiático, los efectos del fenómeno climático conocido como El Niño azota desde hace varios años a estos países con una terrible escasez de lluvias. Cada zona del planeta tiene, claro está, sus propias causas y dinámicas. En el caso de España, el clima mediterráneo propicia sequías cíclicas, como las vividas en los años ochenta y noventa o la de una década atrás.

A comienzos de junio, el gobierno de Mariano Rajoy decretó la sequía de la Demarcación Hidrográfica del Duero: la cuenca estaba a un tercio de su capacidad. “El inicio del año hidrológico 2016/2017 ha sido extremadamente seco desde el punto de vista de la meteorología: así, la precipitación acumulada en los últimos seis meses del pasado año ha sido del 55 % de la media de la serie histórica que alcanza 48 años. Los volúmenes embalsados a fecha 18 de mayo 2017 son 984 Hm3 menos que los que había embalsados en esa misma fecha de 2016. Esta cifra de 984 Hm3 representa un 34,20 % de la capacidad de regulación de la que dispone actualmente la cuenca hidrográfica del Duero”, señalaba el Real decreto 10/2017.

Más variabilidad a un clima variable

Como bien recordaba, había llovido un 13% menos en España durante las últimas estaciones (otoño, invierno y primavera) y las reservas de agua se encontraban a medio gas (56%), cuando lo habitual en los últimos cinco había sido que estuvieran al 75% de su capacidad. A las sequías propias del clima mediterráneo, hay que sumar un cambio climático que las asevera y la sobreexplotación de los acuíferos. Según Jaime M. Valderrama, experto del CSIC en desertificación, “el cambio climático le añade mayor variabilidad a un clima variable: las sequías son más extremas y más recurrentes, las trombas de agua son más grandes. Se hace aún más complicado. La gestión debería ser aún más cuidadosa en estas zonas áridas, porque ahora el azar, con el cambio climático, es aún mayor”.

Valderrama cree que no estamos siendo más cuidadosos, ya que “como hay muchas fluctuaciones, en los periodos más húmedos, los sistemas económicos se sobredimensionan y se trata de aprovechar más. Cuando llega la sequía, no se baja el ritmo productivo”. Es el ciclo hidro-ilógico.

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