“El sistema consiste en tomarnos el pelo”
El 21 de octubre de 2015 fue la fecha elegida por Doc para llevar a Marty Mcfly a cambiar el futuro. “A donde vamos no necesitamos carreteras”, decía el inventor de aquella máquina del tiempo en una escena de la segunda entrega de 'Regreso al futuro'. Aquel día, en un presente más que real, ha sido el escogido por Rubén Sánchez (Sevilla, 1974), periodista y activista en la defensa de los derechos de los consumidores, para empezar a plasmar en un libro digital por entregas (Timocracia) nada menos que 300 “trampas” con las que empresas y gobiernos “nos toman el pelo a los consumidores”.
El nuevo libro del portavoz de Facua-Consumidores en Acción, como se aprecia ya desde la elección de su fecha de salida, contendrá alusiones a películas, comics y series de televisión para hacer más digerible el “atracón de fraudes”. El autor asegura también que ofrecerá “armas” por capítulos para defenderse y también para pasar al contraataque ante determinados abusos. La luz, las telecomunicaciones, la banca, etc, son algunas de las materias que se irán abordando progresivamente. Resulta que el futuro tenía carreteras y también muchos quebraderos de cabeza para el ciudadanos de a pie. “Verás, Jennifer, no sé cómo explicártelo...”.
¿Cómo dice que nos están tomando el pelo?
El sistema consiste en tomarnos el pelo. El modelo de sociedad va de que al consumidor se le trata simplemente como un obrero al que explotar en muchos casos. Lo estamos viendo durante la legislatura de Rajoy en la que la reforma laboral ha minimizado los derechos laborales y donde hay que convertirlo en un consumidor que compre desaforadamente todos los productos y servicios que sean capaces de convencernos. Como no nos pueden implantar un chip en el cerebro para motivar nuestras decisiones y que hagamos lo que quieren las grandes empresas, nos tienen que convencer con técnicas de márketing, muchas veces engañosas, y manipularnos permanentemente.
¿Quién está gobernando esta “timocracia” de la que va a hablar en su libro?
La timocracia es una palabra que existe, un modelo de sociedad en el que gobiernan unos pocos adinerados. Quienes mandan de verdad son los dueños de las grandes corporaciones, los que mueven los hilos de las decisiones de quienes están en el gobierno, que en muchos casos son meros títeres o mercenarios de esos grandes empresarios. Luego los recompensan durante el periodo de gobierno, lo cual sería claramente corrupción si es que reciben prebendas o tomar decisiones en favor de grandes empresas a cambio de dinero, o a posteriori con las famosas puertas giratorias, fichándolos en sus consejos de administración, etc.
¿Podría ser buen ejemplo el tema eléctrico?
Lo de Soria es el esperpento de un sistema de timocracia. Es absolutamente transparente para el ciudadano que este ministro está tomando decisiones en beneficio de las grandes empresas eléctricas. Cada vez que dice algo se le pilla rápido que nos está intentando engañar. Ha llegado a decir que la luz no sube, que simplemente es una percepción del consumidor. A nivel político nos pueden manipular de muchas formas, pero a un usuario al que el bolsillo cada vez le duele más es muy difícil convencerlo de que la luz no está subiendo. Llega hasta ese extremo de ridículo. El 'impuesto al sol' está tratando de evitar determinadas formas de autoconsumo eléctrico que pueden perjudicar los intereses de quienes están provocando las decisiones, ahora con el PP y antes con el PSOE. La factura por horas es otro disparate relacionado con este tema de la electricidad. Adaptar nuestra vida a la tarifa horaria es un juego insultante y una falacia. El tema eléctrico es un ejemplo paradigmático de cómo se intenta engañar al consumidor para favorecer intereses de grandes corporaciones.
¿Por qué un libro por entregas?
Quería hacer algo distinto. Ya enumeré en un libro anterior, 'Defiéndete', los 101 fraudes que sufren los consumidores. Ahora quería hacerlo de forma gratuita, que se pueda descargar sin problema para usarlo, porque va a contener muchos datos, sobre todo el primer capítulo que sale el 21 de octubre, que va de qué ha pasado desde 1985 hasta 2015 en ciertos sectores, especialmente los liberalizados. También quiero jugar con las armas con las que juegan las empresas a la hora de vender sus productos. En Facua vamos a intentar provocar repercusión de buena parte de los capítulos del libro. No es sólo para conocer el sistema sino para que sirva como arma con la que vamos a “disparar” a las mentiras del sistema y vamos a trasladar al consumidor en muchos capítulos cómo combatir y cómo quitar la máscara a quienes están cometiendo el fraude.
¿Y contrarrestar los abusos pasando al contraataque?
Evidentemente. Más allá de darle un arma a la gente para defenderse, es sobre todo un arma para contraatacar, que la gente tenga claro cómo enfrentarse a mentiras que, si las domina bien el consumidor, puede provocar un cambio en el sistema que es de lo que se trata. Es una llamada a remover conciencias, a que la gente despierte a la realidad del mundo en el que vivimos y sea consciente de que, con técnicas de propaganda electoral, nos van a contar muchas mentiras de aquí a las elecciones. Y que con técnicas de publicidad las grandes empresas nos están vendiendo muchas mentiras en sectores como el de las eléctricas, la banca, las telecomunicaciones, etc. Si el consumidor no domina, por ejemplo, cómo funciona el mercado eléctrico, puede que acabe firmando contratos que les ofrezcan las empresas diciendo que mejoran lo que ofrece el Gobierno. Hay que provocar que a las empresas la multan, que les condenen los tribunales, etc.
Destaque alguna de esas 300 trampas a las que se va a referir en su libro.
Uno de los grandes problemas que tenemos es que, cuanto más grave sea el abuso que comete una corporación, posiblemente más benévolo es el Gobierno de turno a la hora de tomar medidas. Yo digo que si estafas a once personas acabas en la cárcel y si estafas a once millones de personas como ha ocurrido en Volkswagen lo que tienes es una cola de gobiernos dándose patadas en el culo por salvarte. Soria ya está diciendo que le preocupan las inversiones, no que le va a poner un multazo a la compañía. Esa es una de las grandes trampas de la timocracia, que cuando las grandes corporaciones cometen una macroestafa no pasa nada. Eso es un cáncer para el sistema.
¿Tiene algún ejemplo constatado de esto que dice?
Ocurrió en el fraude, por ejemplo, de la cláusula suelo. Ningún gobierno autonómico ha tomado medidas contundentes, más allá de alguna multas de unos cuantos miles de euros que avergüenzan, y el Tribunal Supremo lo ha perdonado. Es decir, en una sentencia reconoce esa cláusula como fraudulenta por su forma de comercialización pero dice que los bancos no tendrán que devolver el dinero cobrado de más porque podría entrar en riesgo el sistema económico. Que se queden lo que habéis robado y que la gente se aguante con sus deudas, con sus desahucios, etc. Esto es una de las cosas más aberrantes que nos podemos encontrar en el sistema. Con Volkswagen puede acabar ocurriendo lo mismo no vaya a ser que Merkel se vaya a enfadar que es la que manda, sabiendo además que esta empresa es propiedad del Estado alemán en buena parte.
Pinta un panorama bastante pesimista. ¿Se podría cambiar alguna parte del sistema?
Se puede cambiar todo si la gente toma conciencia de lo que está pasando. Otra cosa es que hasta qué punto los distintos agentes que hay en este país que estamos intentando destapar grandes mentiras de las empresas o los gobiernos tenemos capacidad de provocar esos cambios. No somos más que hormiguitas dentro de un sistema, nos resulta complicado llegar, o poner en portada de una gran medio de comunicación un macrofraude que se ha cometido porque esa empresa puede ser uno de los grandes anunciantes de eso. Nos enfrentamos al problema de cómo hacemos que la gente sepa que existen decisiones lobbystas que convencen a los gobiernos que hagan una cosa o que miren hacia otro lado. Facua y yo, con este libro, intentamos poner nuestro granito de arena, lanzando un discurso crítico contra el modelo de sociedad, con un lenguaje desenfadado para poder llegar a la gente. Todos los consumidores estamos siendo víctimas de fraudes a diario.
¿Qué desespera más al consumidor?
La desesperación viene cuando tú sabes perfectamente que tienes razón, que la ley está contigo, que la empresa está incumpliendo la legislación, que tienes derecho a que te devuelvan tu dinero, a que te abonen una indemnización, etc. y te encuentras con el gran problema de que los gobiernos no hacen nada y, al no intervenir, le están dando el visto bueno a que la empresa siga cometiendo el fraude y el consumidor se plantea si por una determinada cantidad merece la pena ir a los tribunales, que obligan en muchos casos a pagarte abogado y procurador. Las administraciones lo que están haciendo es judiciadizarlo todo. También nos lo dicen así a Facua: vayan ustedes a los juzgados. Las leyes no solo las tienen que aplicar los jueces, también los organismos reguladores, las administraciones, que tienen competencia en materia de protección al consumidor, y no lo hacen.
Explíqueme esa relación entre las entidades o asociaciones de protección a los consumidores y los organismos públicos en ese ámbito.
Tenemos muchos organismos del Gobierno, como la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia, que impone sanciones muy pequeñas en proporción al dinero que las empresas han ganado con los fraudes. El Banco de España también tiene posibilidad de poner multas, aunque no las ponga nunca. En la aplicación de las leyes específicas de protección al consumidor hay una estatal de mediados de los 80 y otras diecisiete autonómicas que pueden llevar a las empresas a los tribunales pero no lo hacen nunca. Tienen potestad de imponer multas de forma proporcional al número de afectados en sus respetivos territorios. Nunca se ha hecho esto así en más 30 años. Los políticos con esa responsabilidad creo que ni siquiera saben que tienen esa competencia. En ninguna comunidad se le da un peso específico que merece a esta cuestión pero es lo que más afecta a la economía del ciudadano como consumidor. Debería ser tan importante como las políticas de empleo, porque lo que tú ganas como trabajador lo inviertas luego en comprar y en contratar.