“Ser actor tiene un vicio muy malo: esperar a que te llamen”
Fran Perea (Málaga, 1978) se estrena en junio como director teatral con la obra Souvenir, escrita por Pablo Díaz Morilla e incluida en el proyecto Factoría Echegaray. Estos días ha dirigido un casting para elegir a los tres protagonistas de la obra entre cerca de un centenar de actores y actrices. Mientras, sigue representando La estupidez en Madrid con su compañía Feelgood Teatro, continúa con la gira de El jurado y pronto estrenará El ciclista utópico en Valladolid. También pronto se lanzará a la dirección de un cortometraje dentro del proyecto Historias que contar.
¿Había dirigido un casting antes?
No. Había participado en algún casting, asesorando y de alguna otra forma, pero así no.
¿Cómo ha ido la experiencia?
Estoy muy feliz. Me lo he pasado muy bien, he disfrutado mucho. He llegado cada día sin prejuicios y tomándome cada prueba como un set, como Nadal, poco a poco.
¿Ha tenido donde elegir?
Sí, había unas 80 personas para tres papeles. Y lo importante es que en Málaga hay mucho nivel, sí.
¿Cuáles son los próximos pasos de este proyecto?
Acabado el casting, ahora empiezo a hacer las propuestas a los diferentes equipos. Quiero contar con gente de Málaga para la iluminación, el vestuario y la escenografía. Ya he hablado con alguno de ellos, pero no he querido empezar por ahí porque el primer trabajo fue con el autor: hemos ido afinando su texto y tengo ya una versión casi definitiva. Ahora sí la puedo enviar al equipo técnico, ahora tiene sentido, así que ya podemos ir dando forma a todo. El estreno es en junio, lo que me da tiempo para ir trabajando con calma en todos los aspectos. A mí lo de trabajar a última hora no me gusta y, por mi experiencia en la producción, sé que cuanto más tiempo tengas, mejor. Y aquí, trabajando con dinero público, más aún. Hay que cuidar mucho todo para que salga bien. Lo bueno es que tengo cuatro meses para ir hablando del proyecto con el equipo, para ir haciendo alguna lectura con el equipo actoral y, en mayo, estaremos un mes de ensayo de lunes a sábado.
¿Cómo se encuentra en su nuevo papel como director?
Tenía muchas ganas de dirigir. Llevaba un tiempo queriendo hacerlo, pero siempre costaba encontrar el texto y el momento. Los últimos años han sido muy dedicados a nuestra compañía, Feelgod Teatro, y no ha sido fácil. Pero me llamaron para este proyecto y me lo he tomado como una oportunidad. Yo siempre he sido bastante culo inquieto: soy actor pero tengo muchas inquietudes. Y la dirección es una de ellas, sabía que estaba por llegar. Hay un proceso lógico en el que tú pasas de contar historias a querer dar tu punto de vista en esas historias, un proceso que se complementa con la producción y la dirección. Llevo tiempo metido en la producción con nuestra compañía, en la selección de textos y todo ese difícil trabajo. Y faltaba el siguiente paso, que era coger un texto y darle mi punto de vista.
¿Es más fácil ser actor o director?
Creo que como director hay más implicación y tienes más responsabilidad. El actor es una parte de la cadena, hablas pero siempre bajo unas directrices. Y las directrices ahora en Souvenir son mías. Tienes más responsabilidad.
Ya solo le falta escribir. ¿Le apetece?
Es algo que no he hecho todavía, pero sí que me llama la atención. Tengo una especie de blog, he hecho alguna versión de los textos de la compañía... pero no me he atrevido ni a publicar ni a sacar un proyecto mío. Aunque no descarto escribir mi propia obra. Ahora voy a hacer un trabajo con Havana 7, un proyecto que se llama Historias que cuentan: la gente va a enviar historias y yo dirigiré alguna de ellas, la adaptaré a guión. Será la primera cosa que escriba de ficción. Y también será mi primera dirección en cine. Este año me estreno con las dos direcciones.
En producción sí que ha trabajado mucho en su compañía. ¿Cómo lo lleva detrás de las cámaras?
Muy bien, atento a muchas cosas, la verdad. La producción a mí me gusta, he ido aprendiendo a base de fracasos y golpes. Es una labor muy complicada y más aún en teatro, donde los márgenes son tan, tan pequeños. Pero tiene mucho sentido mi labor en producción por las circunstancias: somos unos actores que queríamos tener nuestro propio discurso y nos metimos ahí un poco por obligación. Hemos conseguido generar un proyecto, una empresa que funciona más o menos de manera solvente y llevamos cuatro años de camino. Estamos en el segundo montaje, en marzo estrenamos una coproducción que será el tercer montaje y estamos muy contentos.
¿Cuál será ese tercer montaje?
Se llama El ciclista utópico y es una coproducción con la Fundación Teatro Calderón de Valladolid y Emilia Yagüe Producciones. En marzo hacemos tres funciones en Valladolid y luego retomamos el proyecto en octubre. Está muy bien porque es otro proyecto en el que estamos muy a gusto. La compañía empieza a tener su lugar, vamos generando cosas y, bueno, estamos contentos porque nos ha costado bastante sacar el proyecto adelante.
¿Tan complicado es sacar un proyecto teatral?
Económicamente es muy complicado, aquí no regalan nada. El día que abres el telón has tenido un gasto enorme y los tiempos de amortización son muy largos, así que estás todo el día sufriendo.
¿Es difícil estar produciendo y actuando a la vez?
Al principio me jodía más. Es decir, me molestaba más la mezcla de producción y actuación. Había días que había tenido algún marrón de producción y luego en el escenario estabas como fuera. Últimamente me pasa menos, pero a veces ocurre, claro. La diferencia es que antes actuabas y nada más; y cuando ahora actúas y se rompe algo de escenografía dices, vaya, 15 euros menos... Pero bueno, se lleva bien.
Tiene poco de actor clásico que sólo se dedica a actuar...
No, para nada, yo no entiendo mi trabajo así. Me parece mucho más interesante estar involucrado en todos los procesos y diversificar también, claro. A mí me encanta ser actor, pero tiene un vicio muy malo: esperar a que te llamen. Y mientras me llaman o no, pues yo prefiero hacer cosas.
Uno de los propósitos de su compañía es que el público vuelva a las salas. ¿Por qué no va la gente al teatro?
La verdad, no lo sé: yo respondo con la acción. No podría decir cuál es el origen pero, lógicamente, una sociedad que ha visto cómo los gobiernos no se han preocupado excesivamente por la cultura, entiende que la cultura no es importante. Creo que hay algo de eso en este país. Luego hay lugares donde la gente sí que va al teatro y está más ávida, pero en general la sensación es que entre las prioridades de la sociedad española no se encuentra la cultura. Y creo que la cultura es un medio maravilloso para encontrarse los unos con los otros, para coger identidad como sociedad, tener otros puntos de vista y formarte una idea de las cosas propias, tener una opinión. Creo que la cultura nos ofrece esas posibilidades y más en ciertas edades, cuando las personas nos estamos formando. Creo que hoy hay una brecha enorme en el teatro: hay muy buen teatro infantil y familiar, también para adultos; sin embargo, para adolescentes no. Tenemos un problema ahí y llevamos muchos años perdiendo espectadores de esas edades. Pero yo no soy analista, yo me dedico a esto y mi respuesta a todo esto es tener un compromiso muy fuerte con lo que hago.
¿Y qué propondría para que la gente vuelva al teatro?
Pues mira, yo creo que ver series, cine, leer libros... Es maravilloso. Pero creo que hay algo en el producto compartido, en compartir con el otro algo, que eso no lo se produce en otros lugares. Sí se produce en un concierto, en una sala de teatro, donde hay una convivencia con otra mucha gente y hay algo que une, que va a ser la experiencia de algo único y que tiene un valor diferente. La televisión está muy enfocada al producto y en el teatro puedes encontrar otras cosas, menos marketing, más reales.
¿No daría toda esa cuestión para una obra de teatro?
Pues sí, la podría dar. Pero también es verdad que en nuestra profesión tenemos mucha tendencia a hablar de nosotros mismos, así que a mí me gusta hablar de otras cosas.
¿Todo lo que ocurre en los juzgados últimamente podría servir para una obra?
Por supuesto. Nuestra primera función, Feelgood, era una sátira política fascinante. Cuando lo leímos nos sorprendimos y pensábamos que era exagerada, pero luego la realidad nos iba superando. Desgraciadamente, el panorama político que hemos vivido en referencia y ligado a los juzgados da muchísimo material. El teatro, y el arte en general, también tiene eso: reflexionar sobre lo que pasa en nuestro entorno para ponerle palabras. A veces vamos tan deprisa que el arte viene perfecto para ponerle palabras a cosas que no entendemos muy bien; Y gracias a un teatro o una película sí que lo podemos entender. Ahora, por ejemplo, estoy participando el montaje El jurado, de Eduardo Velasco. Y tiene mucho que ver con todo esto, es una función que habla sobre la justicia, si es justa o no... El autor, Luis Felipe Blasco, hace una revisión de Doce hombres sin piedad y lo coloca como el juicio a un político corrupto. Eso te plantea ciertas cosas. A veces hasta da risa ver hasta dónde hemos llegado en este país...
¿Está obligada la cultura a tratar este tipo de temas?
Yo, yo creo que no. No tiene por qué. Yo creo que la cultura nunca debe ser una camisa de fuerza: la cultura no debe tener obligación de nada. A mí, personalmente, me gusta el tipo de teatro en el que hay entretenimiento pero invita también a una reflexión; pero habrá a quien no le guste y también me parece maravilloso que una obra sea entretenimiento puro. Lo bonito es que haya diversidad, algo que a veces cuesta que exista, tanto en la vida como en la cultura. Nos vamos a formatos comerciales y se produce un efecto embudo muy fuerte: entran por el filtro solo las comedias fáciles de tres o cuatro actores y ya todo el teatro se convierte en eso. Y eso no me gusta.
También ocurre en el cine.
Sí, también ocurre. Con otros sueldos y otros presupuestos, pero también le pasa.
Cuesta encontrar otro tipo de cine a veces.
Sí, es complicado. En Málaga tenemos el Cine Albéniz y eso es tener mucha suerte. En otras ciudades no lo hay y ver otro tipo de cine es imposible.
¿Le apetece volver a trabajar en el cine?
La verdad es que sí tengo ganas, pero últimamente ha sido complicado y no ha habido posibilidad de hacer nada. Los proyectos que me han llegado no se podían compaginar con lo que estaba haciendo o no me gustaban. No ha cuadrado. Pero tengo muchas ganas de hacer cine, porque te permite también otros lugares y otras cosas. La última película que hice fue para televisión, La Xirgu, y me apetece hacer más cine.
¿Y televisión?
Lo último que hice fue La sonata del silencio y ahora no tengo ningún proyecto más. Fesde que terminé La Sonata del Silencio no he pardo. La gira de La estupidez, la gira de El Jurado, estreno El ciclista utópico en marzo, dirijo el corto de Historias que cuentan y dirijo Souvenir... Hasta junio tengo muy complicado hacer nada más. También hay que saber lo que uno tiene y lo que uno puede dar. Si entrase algún proyecto que pueda compaginar bien, me respeten las fechas y demás, pues genial; pero de momento voy bien hasta junio.
Ha hecho teatro, cine, televisión e incluso música. ¿En qué sitio se encuentra más a gusto?
La música me apetece mucho retomarla, pero no he podido. Ahora estoy en teatro porque soy actor de teatro. Empecé ahí, dejé de hacerlo tres años y ya supe que nunca más lo dejaría tanto tiempo. Luego nos metimos en el proyecto de la compañía y ahí debes tener un compromiso muy fuerte, porque si no, no salen las cosas. Llevo cuatro o cinco años priorizando la compañía y también proyectos como el de los cines Luchana. Mi mirada está ahora mismo en ese lugar, pero ahora que la compañía tiene ya algo más de estabilidad puedo moverme un poco más. Las cosas las haces o no las haces: para levantar un proyecto, o te comprometes o no hay manera. Ahora el teatro va a seguir estando, pero puedo empezar a bajar un poco el listón porque han sido muchos años de empuje.
¿Los Serrano fue el mayor punto de inflexión de su carrera?Los Serrano
El nivel de exposición, de oportunidades, de amor, de odio, de todo... Fue algo excepcional, fue todo comprimido y a la vez. Lo que cualquier persona vive en toda su vida yo lo viví en tres años. Aprendí mucho gracias a eso y creo que fue un proyecto muy interesante en mi vida: me permitió aprender cosas buenas y malas. Hubo cosas que me gustaron y otras que no. Pero fue una experiencia que me otorgó muchas cosas, me ha dado mucho.
Hace algo más de 20 años que empezó en el teatro... ¿Qué ha cambiado respecto a aquel chaval que empezaba a estudiar teatro con 15 años?
Han cambiado muchas cosas. Ahora soy más prudente, yo era muy vehemente. También tengo muchos menos prejuicios respecto a este trabajo: entonces los tenía porque no conocía este trabajo y el desconocimiento genera prejuicios. Pero sigo teniendo la misma ilusión por lo que hago, me apasiona mi trabajo, como estos días con los castings: es algo que no me pesa y me alegro mucho de que no me pese. A veces he tenido algún trabajo en el que no he estado muy a gusto y esa sensación no me gusta. Yo me sigo tomando esta profesión con mucha pasión. Lo que sí echo de menos es la energía infinita de entonces, de cuando tienes 15 o 20 años. Tenía una energía que me sobrepasaba y a veces se echa de menos. Los años pasan.
En este tiempo que lleva viviendo en Madrid, ¿cómo ve Málaga?
Yo la verdad es que estoy bastante contento con la ciudad, sobre todo a nivel cultural. El proyecto de Factoría Echegaray es una pasada, no conozco ninguna ciudad que tenga un proyecto así, generando cosas desde dentro de la ciudad. Valladolid está también haciendo cosas bonitas, pero saliendo de ahí, cuesta encontrar ayuntamientos que hagan proyectos así y en este sentido estoy muy orgulloso de lo que ocurre en Málaga. La idea es muy interesante espero que la profesión la cuide, la trabaje y permita que se convierta en modelo de referencia para otras muchas ciudades. Ojalá. Eso será muy bueno para la cultura en general. También veo que la ciudad está creciendo mucho, quizás incluso más rápido de lo que podemos ir asumiendo. Se ha abierto mucho al mar, al turismo. Y hay proyectos que cuando yo me fui de aquí eran embrionarios y ahora han explotado. También hay una explosión cultural, con los museos, que no sé si es más marketing que otra cosa, pero yo quiero pensar que no; y, en cualquier caso, debemos aprovecharla. Es una oportunidad para todos. Empezamos a ser unos privilegiados. Hablaba estos días con Virginia Nölting, a la que conozco desde hace muchos años, y nos mirábamos como diciendo, qué bien se está aquí. Yo estoy feliz por levantarme en Málaga y venir aquí a currar. Es maravilloso.
¿Ya no hay que ir a Madrid para tener oportunidades?
Es evidente que allí hay más oportunidades, eso está claro. Cuando yo terminé la escuela, o trabajabas en las dos o tres compañías que había o no hacías nada. En Canal Sur solo estaba Plaza Alta y, a partir de ahí, no había más opciones para ganarte la vida de esto. Y lógicamente había que salir. Ahora empieza a cambiar la cosa: Factoría Echegaray, por ejemplo, tiene siete proyectos producidos para actores de aquí, está la gente de La Térmica, como Ana Iglesias, con un proyecto muy interesante, también La Cochera Cabaret de Salva Reina... Gente que se ha quedado aquí, se ha inflado de trabajar y están levantando un tejido cultural en la ciudad. Hay que valorar mucho lo que hacen estas personas y me gusta que las instituciones lo estén apoyando cada vez más. Queda mucho camino por hacer, pero poco a poco.