La raíz negra (y esclava) de Andalucía
Andalucía, pionera de la esclavitud negra. A ciudades como Sevilla y Cádiz llegaban barcos cargados de cautivos entre los siglos XV a XIX hasta constituir por momentos más de una décima parte de la población. Un tema casi anecdótico en las crónicas y una raíz silente que habita el flamenco y hasta cofradías de Semana Santa. Una cepa de desmemoria que aviva el documental Gurumbé. Canciones de tu memoria negra.
Que la región sureña fuera uno de los puertos preferenciales para el desembarco de esclavos causó un notable impacto en la vida de sus gentes. A Andalucía, tierra de tres culturas –judía, cristiana y musulmana–, “le han ocultado una cuarta” que llegó encadenada desde África, refiere el cineasta y antropólogo Miguel Ángel Rosales, director de Gurumbé, una obra de Intermedia Producciones con la participación de Canal Sur TV y la colaboración de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía que tiene a la vista citas internacionales como la Mostra Internacional de Cinema de Sao Paulo, Brasil, el Festival de Cine Kunta-Kinte en Medellín, Colombia, o la Barcelona Planet Film Festival, donde ha sido seleccionado en la categoría de 'mejor documental'.
El legado del esclavismo, llevado al paroxismo en otras latitudes, cala hondo en el latido de la tierra andaluza y en su bagaje histórico y etnográfico, nutrido así con un ingrediente casi secreto. “La seña de identidad de Andalucía, el flamenco, está impregnada de cultura africana”, dice el autor. Una herencia no reconocida porque hay orígenes “que visten más”, entiende, y aceptar la huella de los afroandaluces “sería dar un papel importante a esa gente que encerramos en los CIEs y deportamos en aviones clandestinos”.
Puertos andaluces donde comprar y vender esclavos
“Descubrimos que Sevilla tenía un 10 ó 15 por ciento de población negra en el siglo XVII o Cádiz una proporción parecida en el XVIII”. Y eso cuenta Gurumbé, “cómo llegaron, qué papel tuvieron, qué relaciones, qué aportaron a nuestra cultura”. Sevilla, como ejemplo, recibe “unos 95.000 esclavos africanos” en un puñado de décadas. “Es una ciudad donde comprar y vender esclavos”.
Viajeros apuntan a estos puertos “por la cantidad de negros que hay”. Presos que trabajan “para sus amos en las calles” bajo condiciones de explotación extrema y, en el caso de las mujeres, sirviendo además “como esclavas sexuales o como reproductoras de esclavos”. Ahí la referencia prosaica, como facilitadores de riqueza a familias comerciantes.
El relato poético de la negritud está en el flamenco. Y no solo. “La cofradía de Semana Santa más antigua de Sevilla es conocida como la de los negritos” por su origen entre esclavos. La gente cantaba y bailaba en rituales inspirados en ritmos africanos, caso del cumbé, la zarabanda, el zorongo… o el fandango. Es el mandato musical de un “mundo mestizo atlántico” representado en “ese caribe afroandaluz que se define entre las ciudades de Veracruz, La Habana, Cartagena, Sevilla o Cádiz”, explica el director de Gurumbé.
El hilo narrativo de la película discurre sobre nueve canciones como punto de referencia y el ritmo de imágenes rodadas en México, Portugal, Senegal y España a lo largo de cuatro años. El proyecto cuenta con aportaciones discursivas de investigadores como Aurelia Martín Casares, Isidoro Moreno o Christianne Stallaert, y de músicos como Raúl Rodríguez, Ars Longa o Fahmi Alqhaid o la bailaora Yinka Graves.
África, “presente” en Andalucía
La cinta deja muestras de matices constantes de esa negritud que empapa la cultura andaluza: “una zambomba en la peña Tío José de Paula de Jerez junto a un baile Serer en Joal, Senegal, un fandango jarocho junto a una canción mandé o una petenera flamenca”, cuenta Miguel Ángel Rosales. Piezas relegadas en algún momento de la historia “y que hoy se nos antojan indispensables en este puzle cultural que es Andalucía”.
“España da el pistoletazo de salida junto a Portugal a la trata de esclavos en el Atlántico”. La península ibérica, durante varios siglos, demanda “mano de obra esclava para sostener su economía interna y colonial”. Con el tiempo, hay cautivos que logran “comprar su libertad o son liberados por sus amos a la muerte de estos”. Arrancan espacios “en la vida de la ciudad”, que filtran manifestaciones como el baile y la música, “que rápidamente se hibridan con los que ya existían”.
En Andalucía, subraya, “África está presente”. Y los afroandaluces nunca fueron “agentes pasivos que nada aportaron a las sociedades que forzosamente los acogieron”. Un influjo que tiene “evidencias y datos tangibles” en registros parroquiales y de propiedad, en de contratos de compra y venta de esclavos. O en el Archivo de Indias, en Sevilla, donde “se puede seguir casi día a día” la historia de los tratantes conocidos como “la compañía gaditana de negros”.
“Somos mestizos, eso está claro. Por estas tierras ha pasado mucha gente”, reflexiona el director de Gurumbé. Pero, ¿qué es lo que falta en el caribe afroandaluz?, pregunta. “Esa parte negra que ha desaparecido, que se ha diluido en la población y hemos borrado de nuestra historia”.