Medina Azahara, la ciudad oculta que quiere ganarse el reconocimiento universal
Madīnat al-Zahrā -la ciudad resplandeciente- es el nombre de la ciudad palatina que mandó edificar Abderramán III en el siglo X a las afueras de Córdoba, a los pies de Sierra Morena y frente al valle del ‘Río grande’, el Guadalquivir. Significó en su día el poder de la dinastía omeya que concitó el máximo esplendor político, social y económico de la época convirtiendo a Córdoba en la ciudad más avanzada de Europa. Ahora, el palacio de Medina Azahara y el yacimiento arqueológico que guarda la ciudad califal que se erigió sobre él, ha sido elegido por el Consejo de Patrimonio como la única propuesta que presentará España para ser designada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2018.
Aunque se encuentra a escasos 8 kilómetros de la capital cordobesa, Medina Azahara ha sido durante muchos años la gran olvidada para las visitas turísticas a la ciudad. Ensombrecida por la Mezquita –que sumó 1,6 millones de visitantes el pasado año-, el conjunto de Medina Azahara apenas llegó en el mismo período a los 170.000, según la Estadística de la Red de Espacios Culturales de Andalucía. Por eso, ahora se busca que la designación de la Unesco a la que aspira sea el colofón a una carrera iniciada no hace demasiado tiempo para difundir el yacimiento y situarlo en el lugar patrimonial que le corresponde, por su historia y su riqueza arquitectónica.
La ciudad califal que ahora se propone como candidata a Patrimonio de la Humanidad por la Unesco fue construida aprovechando el desnivel del terreno en varias terrazas que expresan el papel de cada una de las edificaciones: el palacio y zona residencial del califa en la zona más alta y, a partir de ahí, la Casa de los Visires, el cuerpo de guardia, el Salón Rico, dependencias administrativas, jardines, el caserío urbano de viviendas y la Mezquita Aljama, todo ello en un terreno amurallado y con todo tipo de conducciones que aún hoy se conservan y dan cuenta de la magnitud del complejo palatino.
Declarado Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1923, Medina Azahara cumple ya un siglo desde que se iniciaron las excavaciones en la ladera de Sierra Morena que lo protege allá por 1911, unos trabajos que tras el parón de la Guerra Civil han seguido en el tiempo hasta la década pasada. Y lo que queda. Porque la extensión y la riqueza de lo que cubre el terreno es tal que, actualmente, apenas está excavado el 10% del yacimiento.
Compleja evaluación por delante
La carrera que ahora queda por delante para que Medina Azahara sea designada finalmente como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco es larga y compleja. Una vez que ha sido elegida por aclamación del Consejo de Patrimonio nacional como única candidata de España ante la Unesco - “Ni siquiera ha hecho falta deliberar, todos apostamos por esta candidatura”, decía tras la decisión José María Lasalle, secretario de Estado de Cultura-, ahora se abre un complejo recorrido.
El proceso de evaluación que deberá seguir a partir de ahora ante la Unesco la candidatura oficialmente denominada La Ciudad Califal de Medina Azahara se iniciará a principios de 2017, cuando se deberá presentar el expediente definitivo ante el Centro de Patrimonio Mundial. A finales de ese año, la candidatura recibirá in situ a los miembros de la misión de evaluación de Icomos -el organismo cultural de la Unesco- y, finalmente, será en 2018 cuando el Comité de Patrimonio evaluará y aprobará, en su caso, definitivamente la candidatura como Patrimonio Mundial de la Unesco.
Si finalmente la Unesco concediera su distinción a Medina Azahara, Córdoba se convertiría en la ciudad andaluza con mayor número de declaraciones Patrimonio de la Humanidad. La ciudad califal se sumaría a los reconocimientos que ya ostentan con el título de la Unesco tanto la Mezquita-Catedral como el Casco Histórico de la ciudad, además de la Fiesta de los Patios, protegida como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.