Hernán Zin, director de Nacido en Siria: “Los refugiados han sido la excusa perfecta para los populistas de mierda”
Un presupuesto ajustado y muchas horas en el campo de batalla bastaron para que su anterior película, Nacido en Gaza, fuera un éxito. Hernán Zin (Buenos Aires, 1971) acumuló premios y proyecciones por medio mundo con una fórmula tan sencilla como compleja: contar la guerra desde la mirada y la voz de sus víctimas más vulnerables, los niños. Ahora, el realizador afincado en Madrid, se ha vuelto a poner tras el objetivo para narrar con Nacido en Siria, producida por la compañía sevillana La Claqueta, éxodo de millones de personas provocado por la guerra en Siria. Su estreno mundial ha tenido lugar en el Festival de Cine Europeo de Sevilla.
¿Llega su película en un momento oportuno?
Sí, aunque pensé que íbamos a llegar tarde. La apuesta era seguir a los refugiados tras salir de Siria hasta instalarse en Europa, que es la parte que menos se cuenta. La mayoría de los reportajes van a lo espectacular, al éxodo, al mar.Al seguirlos durante nueve meses, pensé que llegaría tarde, pero lamentablemente no ha cambiado nada: la guerra continúa y la gente sigue muriendo en el mar.
¿Ha sido muy complicada la organización del rodaje?
Ha sido el rodaje más complicado que he hecho en mi vida, porque las rutas iban cambiando. Al principio era por Hungría y Serbia, pero luego se cerró por allí y se abrió por Serbia, Eslovenia, Croacia y Austria. Perdía a los personajes y me costaba reencontrarlos.
¿Cómo seleccionaba a los niños que protagonizan el documental?
Con intuición. Ves al que te mira, al que tiene ganas de contar su historia... Logísticamente fue una pesadilla, porque hemos rodado en 12 países, la gente iba muy rápido y les perdíamos el rastro. Los propios gobiernos no nos dejaban pasar a veces, como Macedonia o Turquía, que nos pusieron muchos problemas.
Es llamativa la figura de los tíos, que acompañan a los menores en este éxodo.
Hay muchos niños que han perdido a sus padres. Es ahí donde empieza el éxodo: matan a tus padres y te vas con el que sobrevive de tu familia. Las familias disgregadas es uno de los aspectos que más me conmovió, es algo que nos debería invitar a reflexionar en Europa. Como no hay reunificación familiar, las familias quedan divididas. Para un niño es muy duro no poder ver a su hermano o su madre. Los refugiados están sufriendo un trauma muy severo.
¿Qué vínculo establece con los niños cuando está sobre el terreno?
En mi caso, es un vínculo paternal. Les cojo mucho cariño, sufro casi más que ellos... seguro. Los niños tienen una capacidad de resiliencia enorme. Te rompe el corazón el contraste entre la dureza de la situación y la mirada infantil. Para un niño pequeño es muy duro hacer a pie un viaje así, la patera, la comida de mierda, dormir en cualquier lado.
¿Cómo es el proceso creativo de una película así?
Cuando le pides a alguien que te cuente su historia, eres el portavoz y no dejas que nadie trivialice o dramatice su historia. Mi intención es poner un espejo frente a la realidad y que ellos hablen. Yo tengo mi visión estética y mi manera de contar, pero la voz de ellos está ahí. No hay enfatizados ni subrayados.
En ese sentido, hay un elemento en común con 'Nacido en Gaza': mostrar al menos un niño con heridas de guerra muy graves.
Me gusta darle una hostia al espectador de vez en cuando. Si los rusos están bombardeando Alepo toda la semana y en una sola semana mueren 130 niños, tenemos que mirar a esos niños a los ojos. Si te digo la cifra, piensas: “¡Qué hijos de puta!”, pero si los miras a los ojos, te aseguro que todo toma sentido.
El testimonio de Kais (niño desfigurado en el rostro, el torso y una mano) es muy duro.
Sí, no sabe que su padre ha muerto. Es un niño dulce y entrañable, que está desfigurado. Tenemos la obligación moral de mirarle a los ojos. Como narrador nunca he escatimado en ser explícito. Muestro lo que hay y lo que hay es a veces durísimo. ¿Qué derecho tengo yo de ocultarle esto al espectador? ¿Qué soy? ¿Dios? El espectador que vea y si no, que apague o se levante de la sala. Si todas las semanas, Rusia bombardea Alepo y se carga a 100 niños, habrá que mirar a los ojos a estos niños... yo no puedo ocultar esto.
Es un debate intenso, a veces se tacha a los medios de jugar con el morbo por mostrar este tipo de imágenes.
Yo opino lo contrario, pongo esas fotos en un contexto y he hablado con esa persona. Yo creo que el espectador cuando las ve, apaga.
¿Por qué es importante que veamos esta película en Europa?
La película va a dar mucho que pensar al ciudadano europeo. Yo he llorado muchísimo, he tenido que bajar la cámara en muchos momentos. No es un éxodo africano, que quizás nos provoca menos empatía. Esto ocurría en Europa, en la puerta de mi casa. Hay que entender que no se trata solo de que consigan llegar, sino de recibirlos. Parece que olvidamos que vienen de una guerra atroz.
¿Por qué cree que le ha afectado más esta película?
Me estoy haciendo viejo (ríe). Llevo veinte años haciendo lo mismo y estoy muy cansado de hacer este trabajo. Por eso me voy a pasar al cine (de ficción), para pelearme con actores y productores. Antes voy a hacer un documental más, Morir para contar, que va sobre reporteros de guerra con estrés postraumático. Morir para contar cuenta con grandes reporteros hablando sobre estrés postraumático, como Gervasio Sánchez, Ramón Lobo, Ricardo García Vilanova, Javier Espinosa o Mónica García Prieto.
¿Nos ayuda a empatizar con los sirios su semejanza con los europeos?
Sí, lamentablemente la empatía va por barrios y pierde intensidad con la distancia geográfica. Es un defecto de fábrica.
¿Somos racistas?
No es racismo, es como somos. El racismo es cuando queremos construir barreras y muros, cuando vemos al otro como un enemigo o agresor... es una falta de empatía enferma. Yo he trabajado mucho en el Congo y Somalia y entiendo y acepto que a la gente le cueste empatizar con estas historias. Lo que no entiendo es cuando esta falta de empatía te lleva a construir un muro. Me parece demencial.
Hablando de falta de empatía. Ha incluido en el documental una de las sentencias más duras de esta crisis, la del presidente húngaro: “No vengan”.
Yo estaba en Hungría cuando lo dijo. Viktor Orban, Polonia, el Brexit, Trump o Le Pen se enrolan en esta corriente de populismo postcrisis. La crisis no solo nos ha hecho más pobres, sino que tenemos que tragar con estos populistas. Quieren poner barreras y olvidarse de la cooperación entre los pueblos. Son una amenaza. La solución de ellos ha sido el Brexit, el muro en México y la alambrada en Hungría. Los refugiados han sido la excusa perfecta para estos populistas de mierda.
¿Cómo está gestionando Europa la crisis de los refugiados?
Merkel debería ser recordada y admirada por el día que dijo que abriéramos nuestras puertas a los refugiados. Ese día yo estaba en la estación de trenes de Budapest, donde la gente llevaba un mes hacinada, y fuimos a la frontera llorando de emoción durante 40 kilómetros. Yo iba con la piel de gallina, llorando, con todo el mundo abrazado. Merkel fue muy valiente. En cuanto al resto de Europa... dejo que el espectador saque sus propias conclusiones.
¿Por qué Europa no ha dado un respuesta global?
Europa no se ha sabido organizar. Lo de Hungría ha sido especialmente lamentable. El nivel de racismo ha sido muy desagradable, chauvinista y primitivo, aunque también he visto a la sociedad civil salir a la calle y ofrecer ropa y comida.
¿Van a poder tener estos refugiados un futuro en Europa?
Como se ve en la película, aprenden el idioma, absorben, se integran... y a los padres en cambio les cuesta adaptarse. Los niños no van a tener ningún problema con la integración.
¿Se les va a dejar?
Sería lo inteligente, que no se hagan guetos es por el bien de todos. En ese sentido, creo que España es un país integrador, al que han venido 5 millones de inmigrantes en muy poco tiempo y no se han creado ni guetos ni partidos de ultraderecha. Habrá que preguntarse por qué las sociedades del Norte de Europa tienen más problemas de integración que las del Sur. Supongo que debe ser nuestro carácter.
¿Cuándo y cómo va a terminar esta crisis?
No sé cómo va a terminar, pero espero que termine pronto. El desgarro que está viviendo Siria es terrible. Vivimos en un mundo con menos pobreza y violencia que hace 50 años, pero tenemos otros problemas: la alienación, los teléfonos móviles, el medio ambiente. La guerra, en número de países implicados y de muertos, no es lo que era. Veo un mundo más en paz y próspero.
¿Y eso qué significa para Siria?
Siria tiene que volver a la normalidad dentro de unos años. El ISIS, por ejemplo, no me ha generado nunca ninguna inquietud, porque he visto a los talibanes surgir y desaparecer, a Al-Shabab en Somalia surgir y desaparecer. Son movimientos muy espectaculares que surgen cuando hay un vacío de poder, pero que en seguida se diluyen, porque no pueden resistir. El 99% de la gente no quiere un fanático ni en Mogadiscio, ni en Nigeria, ni en Kabul. Viktor Urbano y el ISIS representan la misma mentalidad obtusa de negar al otro. La mayoría de la gente simplemente quiere vivir en paz. La guerra en Siria no va a tener mucho más recorrido.