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Antigua Real Fábrica de Tabacos de Sevilla: de las cigarreras a los libros de historia

Fachada de la Antigua Real Fábrica de Tabacos de Sevilla.

Ana Ordaz

Ocho y media de la mañana. Las primeras luces del día bañan con su pátina lechosa los gruesos muros de piedra. El rocío de la madrugada se deposita, tembloroso, sobre la grama y las plantas de los jardines modernos que rodean el edificio. Y un goteo de jóvenes apurados atraviesa, mochila al hombro, las imponentes puertas de la Antigua Real Fábrica de Tabacos de Sevilla.

Libros donde antes hubo hojas de nicotiana tabacum; estudiantes donde antes cigarreras. Hoy, la vetusta edificación alberga la sede del Rectorado de la Universidad de Sevilla, y también las Facultades de Filología y Geografía e Historia. Sus aulas y laberínticos pasillos no sólo están llenos de alumnos, docentes, pizarras y exámenes. La historia humea por cada rincón de esta emblemática joya arquitectónica de la capital andaluza.

Una historia que se remonta a la Sevilla industrial, a 1728, cuando comenzó a edificarse la primera fábrica de tabacos de Europa. En su interior, miles de cigarreras picaban y enrollaban con vertiginosa habilidad el tabaco procedente de Cuba. Cuando la tabacalera cesó su actividad, en 1950, se acometieron importantes transformaciones para adaptar el edificio al nuevo uso universitario.

Perderse por la historia

Perderse por la historiaEn los patios centrales, una estampa curiosa: el ajetreo del ir y venir de estudiantes y catedráticos contrasta con la parsimonia con la que los turistas ­—cámara en una mano, mapa de la ciudad en otra— se paran junto a la fuente donde confluyen las cuatro puertas principales del edificio y, girando sobre sí mismos, contemplan el conjunto del claustro. Las influencias renacentistas, barrocas y neoclásicas salpican interiores y exteriores de la antigua fábrica.

Un centenar de piezas de yeso, copias de originales correspondientes a los principales periodos artísticos de todas las épocas, conforman la gipsoteca de la Universidad hispalense. A algunos pasillos de distancia descansan el amplio patio cubierto, a imagen y semejanza de uno dieciochesco; el patio de Arte, con sus balcones y galerías reflejando la estructura de una típica casa-patio sevillana; o la monumental doble escalera por cuyos escalones se accede al Paraninfo.

Todas estas estancias y muchas otras de semejante belleza y valor caben en la singular edificación. Las dimensiones de su planta rectangular, de 185 por 174 metros, la convierten en la segunda mayor de España, sólo por detrás de El Escorial. En el año 1959, el edificio de la Real Fábrica de Tabacos fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) bajo la tipología de monumento.

Ocho y media de la tarde. La majestuosa estatua de la Fama que corona la fachada principal del Rectorado se tiñe de los colores anaranjados y violáceos del ocaso. En uno de sus laterales reposa, discreta, la Capilla Universitaria; en otro, la antigua cárcel, una pequeña y austera construcción contigua al gran edificio donde hoy encuentra su casa el Departamento de Historia Moderna. Las librerías y archivos ocupan hoy este espacio, antaño reservado para aquellos trabajadores de la fábrica que fueran sorprendidos tratando se sustraer el preciado tabaco.

Los bedeles cierran las aulas ya vacías, y la calma comienza a imponerse sobre el chirriar de las añejas bancadas de madera, el crujir del suelo, el estruendo de multitud de encierros y paros estudiantiles. La quietud del foso, que rodea al edificio por tres de sus cuatro costados, sólo se ve interrumpida por el maullido de las familias de gatos que habitan en él.

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