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Las abracadabrantes miniaturas del Profesor Max

Las Meninas, de Velázquez, en 8x5 milímetros

Néstor Cenizo

En Mijas (Málaga) está “la colección más grande del mundo de las cosas más pequeñas”. Quizá no sea para tanto, porque quién sabe si hay por ahí alguien como el Profesor Max, que reunió en vida más de 20.000 miniaturas. El caso es que en el Carromato de Max se conservan algo más de 300 de esos objetos, algunos tan vistosos (es un decir, porque para verlos hacen falta lupas) como las siete maravillas del mundo pintadas sobre un mondadientes o un conjunto de pulgas disecadas elegantemente vestidas.  El profesor era practicante de profesión e hipnotizador de vocación, un hombre corpulento (más de dos metros medía) fascinado por las cosas minúsculas y por los viajes. Lucía un bigote que sólo podía lucir un antiguo galán de cine o un ilusionista, y dejó a Mijas un museo antes de sufrir un accidente mortal camino de Benidorm, en 1975.

En el Carromato de Max cualquier pequeño objeto puede ser un lienzo. Sobre un grano de arroz se reproduce La Última Cena de Leonardo de Vinci; sobre una pequeña tela  (8x5 milímetros), Las Meninas de Velázquez; sobre una cabeza de alfiler, un retrato de Abraham Lincoln, aunque a simple vista nadie pueda decirlo: hay que pasar la mirada por dos lentes de aumento para descubrir que allí hay un presidente. Muchas de las piezas, protegidas por una vitrina, deben verse a través de una lupa o de un microscopio. Así que es un lugar para guiñar el ojo. El museo ha renovado parte de su colección con obras contemporáneas, y así uno descubre que existen ferias dedicadas a las miniaturas, pinceles de un solo pelo o hechos con pestañas y personas como Fátima Doña Molinero que son capaces de pintar un busto de Nefertiti sobre un grano de arroz o a la Virgen de la Peña sobre la cabeza de una chincheta.

Pero no sólo de pintar viven los miniaturistas. En este museo hay también bustos perfectos sobre migas de pan, garbanzos o judías, miniaturas en vidrio soplado y la estrella de la colección: una cabeza de un hombre blanco jibarizada. El FBI analizó un pelo de esa cabeza y concluyó que sí, que aquella cabeza enana era de un hombre blanco. Una cabeza no es un suvenir habitual que uno se traiga de África: en el museo cuentan que al Profesor Max se la regaló el jefe de una tribu, hechicero él, que quedó fascinado por las habilidades hipnóticas del español. A cambio de que le revelara sus secretos, aquel jefe le ofreció a Max lo que quisiera, y éste eligió la cabeza jibarizada… y conservar la suya. La leyenda también cuenta que Max era un hipnotizador de tal nivel que llegó a embrujar vía radiofónica. “Decía la gente que no se le podía mirar a los ojos porque te hipnotizaba”, revela una de las taquilleras del museo.

Nacido Juan Elegido Millán, el Profesor Max  recorrió Europa y Africa con el show “Un hombre y una maleta forman el espectáculo más grande del mundo”. Eligió Mijas porque en este pueblo de la Costa del Sol está, excavada en roca, la Ermita de la Virgen de la Peña. La Virgen de la Peña es también la patrona de Brihuega (Guadalajara), su localidad natal, donde puede visitarse el resto de la colección en un museo que hoy cuenta con más de 60.000 piezas. El de Mijas es más modesto: empezó siendo un carromato, como aquellas caravanas que recorrían los pueblos mostrando mujeres barbudas, forzudos, enanos, contorsionistas y demás especímenes de lo raro, pero hoy aquel carromato de madera y chapa es una réplica de cemento. Es inevitable que la estética de Max y su antiguo carromato recuerde a aquellos antiguos circos, a La Parada de los Monstruos o Carnivale.

El museo del Carromato del Profesor de Mijas lo gestiona hoy AFESOL, la Asociación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental de la Costa del Sol. Este lugar era una de esas visitas obligadas para los escolares de la Costa del Sol, pero las colas de los 70 y los 80 ya no se repiten. De aquel chorro quedan las fotos y un goteo de visitantes. Por la plaza no dejan de pasar turistas extranjeros. Se animan a menudo los franceses y los rusos, y no tanto los chinos, los coreanos y los japoneses. La taquillera lo lamenta. “Es una pena, porque van a comprar la botellita de aceite por cuatro euros, y aquí la entrada son tres euros, que no es dinero, y podrían ver algo muy curioso”: la colección de alguien que guardaba las cosas más pequeñas del mundo porque no tenía dinero ni casa para guardar las grandes, y eligió Mijas para para abrir su maleta de maravillas.

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