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Málaga: la calle es el lienzo

Arte urbano en Málaga.

Néstor Cenizo

Fotografías de Miguel Heredia

Al arte urbano se le juzga en ocasiones según su aceptación por el poder. El fiel de la balanza es su valor contestatario y rebelde, pero llevado a la esencia, a ese juicio puede someterse cualquier expresión artística o cultural. Málaga es la ciudad donde el ayuntamiento invierte decenas de miles de euros en financiar gigantescos murales mientras persigue al talento local.

Esta primavera, dos casos provocaron revuelo. Un joven recubrió de color dorado varios bancos metálicos y un contenedor de papel. Era un proyecto de “descontextualización de los objetos urbanos” y probablemente, nunca nadie tomó tanta conciencia del valor del mobiliario público como aquellos días. Semanas después fue detenido, tras una investigación policial que incluyó un llamamiento para que se entregara.

Segundo ejemplo: Dadi Dreucol, a quien el ayuntamiento ha encargado trabajos en otras ocasiones, fue multado por pintar el muro de un solar abandonado. El artista pagó su multa vendiendo un boceto alusivo al episodio dibujado sobre la propia denuncia. Dreucol atizó contra “la hipocresía de un gobierno que castiga a veces lo que después utiliza en su favor”.

Este es un reportaje gráfico, visual, sobre un conjunto de obras callejeras que pueden verse en Málaga: el objetivo no es trazar una línea. En la ciudad, que ha orientado parte de su política cultural pública a la consolidación de una marca, hay ejemplos de arte urbano tolerado, inducido o, directamente, regado con dinero público, y también muestras surgidas por generación espontánea, tras las que no hay más fuerza motora que la pulsión artística o el compromiso social. Ambas conforman un paisaje heterogéneo, donde se mezclan homenajes a iconos locales con llamadas a “la paz y la libertad”.

Muelle Heredia

Al Ensanche de Muelle Heredia llegó hace años el dinero los Fondos Feder y los gestores municipales al cargo entendieron que una buena manera de darle uso sería darle al barrio (hasta entonces conocido por sus prostitutas y abogados) una nueva identidad basada en la modernidad, el ocio, la cultura y los negocios alternativos.

Caben en la idea de alternativo tiendas de cómics o de camisetas con mensaje, hamburgueserías y peluquerías, cualquier cosa para airear el olor a rancio. Oficialmente se cambió el nombre del barrio: de Ensanche a Soho, Barrio de las Artes y se pensó que con eso y algo de peatonalización bastaría para consolidar identidad y oferta.

Para el nuevo barrio hacía falta nuevo decorado y se aprovechó la presencia del Centro de Arte Contemporáneo para consolidar imagen: Obey y D*Face pintaron dos murales en dos tristes fachadas medianeras de 350 metros cuadrados que hoy lucen espléndidas. Costaron 12.00 euros. La intervención se completó con un proyecto de Boa Mistura, y varias obras más de gran formato y a pie de calle, a través de un proyecto, MAUS, con un coste total de 121.000 euros.

Obey es un buen ejemplo de las contradicciones del arte urbano. Empezó viralizando (físicamente) la estampa la cara de André el Gigante, aquel luchador de lucha libre, diseñó el cartel icónico de Obama y ha acabado con su propia línea de ropa y complementos. Ahora la muchachada se rifa sus gorras, a 32 euros.

Bulevart

El bulevar Adolfo Suárez, resultante del soterramiento de las vías del AVE, fue inaugurado pocos días después del fallecimiento del expresidente del Gobierno. Para decorar los 500 metros en línea recta de fachadas de antiguas naves industriales, el ayuntamiento convocó a cualquier creador joven que quisiera participar en el proyecto, desarrollado en un fin de semana.

Ofrecía 20 botes de pintura, 50 metros cuadrados de muro y 70 euros para gastos de desplazamiento. Total: 2.700 euros. Participaron reconocidos grafiteros, como el Niño de Las Pinturas (Granada) o Dulk (Valencia) y, entre ellos, algunos locales, como Lalone o ElAlfil. Al proyecto lo llamaron “Bulevart”.

Lagunillas

Lagunillas es una calle de Málaga que linda con el centro impoluto de los restaurantes y los museos: apenas a dos pasos de los turistas y la pompa cuelgan los cables y abundan los solares vacíos y las casas a medio caer. Hay suciedad y miseria. Cada cierto tiempo un político promete su regeneración.

Pero hoy al menos hay color. Miguel Chamorro, un pintor afincado en Málaga, fundó hace más de una década la asociación Fantasía en Lagunillas: la idea era que los niños del barrio encontraran en la pintura un entretenimiento y una ilusión, una válvula de escape. Con Fantasía en Lagunillas empezó todo lo demás: un movimiento asociativo y vecinal que sigue ayudando a pasar el trago de la crisis con la convicción de que el arte sirve.

Lo visible son las pinturas que han embellecido el paisaje sin ocultarlo. Hay personajes inconfundibles en pleno rito (Eduardo el Chamorra entonando el Cantinero de Cuba y mostrando vena y diente) o pose de abstracción (Mocito Feliz); paisajes infantiles y un homenaje a Miguel Chamorro, el hombre que lo empezó todo.

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