El termómetro del cambio climático croa en una charca
Cuando cerca de 150 jefes de gobierno de todo el mundo se reúnan a finales de mes para intentar frenar el cambio climático, para ellos ya será algo tarde. Los anfibios son el grupo de animales que antes y más rápido han recibido los efectos del cambio global.
Las variaciones de temperatura y humedad, la aparición de nuevas enfermedades y la desaparición de sus hogares han acabado durante los últimos años con más de 200 especies de estos frágiles vertebrados. Una de cada tres está además en peligro de extinción.
Los anfibios son el termómetro del cambio climático. A través de su delicada piel captan cualquier alteración de su entorno. Carmen Díaz Paniagua, investigadora de la Estación Biológica de Doñana, explica que “los anfibios son los bioindicadores del estado de conservación del planeta. Se han alterado las condiciones globales de temperatura y, por tanto, de humedad, produciéndose así extinciones masivas”.
Las especies de anfibios tienen una distribución muy concreta, concentrándose muchas de ellas en zonas tropicales, donde la temperatura y la humedad son perfectas para una numerosa variedad de especies. Al alterarse estas condiciones de su hábitat y carecer de la posibilidad de desplazarse con la facilidad de otros animales, la extinción ha sido la consecuencia lógica.
Uno de los casos más llamativos ha sido el del sapo dorado o de Monteverde, un anfibio anuro que fue descrito por primera vez en 1966 y cuyo último avistamiento apenas tuvo lugar tres décadas después. “Hay especies que se descubren y se extinguen en apenas una década”, se lamenta la bióloga.
En zonas tropicales, incide, “se han producido extinciones que no se pueden achacar a otras causas globales más que a la alteración de las condiciones generales de temperatura y humedad”.
En el caso de Doñana, que es el principal objeto de estudio de Díaz Paniagua, la investigadora observa ya problemas relacionados con el cambio climático. “El incremento de la temperatura afecta al periodo de reproducción de los animales y a la duración de las lagunas. Ese aumento hace que las especies puedan adelantar su periodo de reproducción y que una helada acabe con sus larvas”, explica.
Para la bióloga, el anfibio más vulnerable al cambio climático en Doñana es el sapo de espuela. “Es la especie que se reproduce más temprano de todas y con un periodo de reproducción más largo. Las lagunas se secan antes por el incremento del calor, aumentando la mortandad y la regresión de la especie. Se han perdido miles de larvas”, explica.
Al cambio climático hay que añadir en Doñana los problemas de la contaminación, la destrucción de acuíferos y la presencia de especies invasoras como el cangrejo rojo. “Hay un problema con los sulfatos y hierros de la agricultura. En cuanto se forman las lagunas cercanas a pozos de extracción, hay tal grado de acidez, influida por la extracción de agua, que cuando ponen los huevos, se mueren y aparecen muertos y de color blanco al día siguiente”.
Algunas especies han dejado de verse por Doñana. “El gallipato, al igual que el sapo de espuela, era tan característico cuando empezaba a llover, que era difícil caminar sin pisar alguno. Llamábamos explosiones al ruido que hacían al pisarlos sin querer. Desde los años 90 no hay esas explosiones”, explica.
Otros factores del declive
“Los hongos están produciendo la extinción de anfibios en determinadas zonas de manera masiva. En Madrid, por ejemplo, hay mortalidades masivas de sapos parterros”, describe la investigadora del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Un problema para el que investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales “han obtenido resultados satisfactorios para erradicar en la naturaleza al patógeno que causa quitridiomicosis” y que afecta a más de 700 especies de anfibios.
Díaz Paniagua pone el acento también en la pérdida de hábitat, “donde los anfibios han sufrido un deterioro enorme por la intervención del ser humano”. En zonas templadas como Andalucía, muchas especies de anfibios dependen de pequeñas charcas temporales. “El sapillo pintojo se reproduce en charcas de 15 centímetros, que apenas duran un par de meses. Para que exista este sapo, es necesario que exista esta charca, pero hemos tardado mucho en darnos cuenta”. La desecación de estas pequeñas lagunas ha sido una práctica común para luchar contra los mosquitos y poder cultivar.
Los anfibios dependen mucho del agua. Por esa razón, Andalucía oriental, que es más árida, es una zona especialmente sensible al cambio climático. “A nivel de conservación, los puntos calientes están allí, ya que la duración de los hábitat acuáticos es más corta y hay menos cantidad, de manera que hay especies endémicas que se están perdiendo”. A eso hay que añadir que la transformación agrícola de la zona de Almería y Granada en las zonas áridas ha afectado mucho a la conservación de los anfibios de la zona.