Lo que la autopista se llevó
La vida en Villafranca, Fuentes de Ebro, El Burgo o Pina va recuperando la normalidad tras la reapertura de la autopista autonómica ARA A-1. La carretera, que conecta la N-II y la N-232, cuya calzada se llevó por delante la última crecida del Ebro, apenas siete años después de su inauguración. La apertura al tráfico es provisional, pero permite la circulación en los dos sentidos a través de un desvío que seguirá operativo mientras sigue la reconstrucción de la carretera.
“Primero no teníamos conexiones, luego nos hicieron una autopista desproporcionada y ahora estamos usando un solo carril”, así de crítico se muestra un vecino de Villafranca, Ángel Larraga. Explica que los meses que la carretera ha estado cortada han supuesto una merma económica para los municipios de Fuentes y Villafranca, “la gente de Saica ha dejado de pasar al pueblo y se ha notado en los comercios, en el hostal y claro, también en mi negocio” explica.
El cierre de la ARA A-1 ha afectado sobre todo al tráfico hacia el polígono de Malpica, en la margen izquierda, y al área de polígonos en torno a La Cartuja y el Burgo de Ebro, en la derecha. Algo que ha obligado a los conductores habituales a incrementar y mucho los kilometrajes de sus desplazamientos. De hecho, las primeras estimaciones del Gobierno de Aragón sobre la incidencia económica en los usuarios se cifran en 26.000 euros diarios. Para quienes se desplazan a Zaragoza desde Villafranca no poder utilizar la autopista suponía un rodeo de unos ocho kilómetros, pero las principales afecciones las han sufrido quienes tienen que llegar hasta Fuentes de Ebro.
Conchita Gallego regenta la peluquería en Villafranca. “Una clienta que trabaja en Fuentes me decía que se le iba el sueldo en gasolina, un auténtico pastón”, recuerda. “A mi marido, que trabaja en Zaragoza, también le ha afectado, aunque no tanto, claro”, apostilla. “Para todos ha sido una faena, porque solemos ir a mucho a Fuentes a comprar, a la farmacia o a tomar allí una cerveza por cambiar de aires. Pero claro, no es plan de salir a la carretera de Barcelona, con el tráfico que tiene y la de camiones que pasan, para una cosa así”, comenta Pilar, una de sus clientas. Apunta, además, otro problema que ha traído consigo la supresión de esta vía: “En el pueblo se han visto muchos atascos, algo que antes no había”.
Pero, hoy por hoy, el tema de conversación en la peluquería o en cualquier otro lugar de reunión de Villafranca es el porqué de lo ocurrido. “Nos parece vergonzoso que una carretera tan nueva se haya desplomado así”, dice Conchita, “¿dónde están los materiales buenos, los que debían haberse empleado para construirla?”, se pregunta.
En uno de los bares de Villafranca, el Verdy, Bárbara comenta que todos se quedaron asombrados cuando se enteraron de la noticia. “Nos preguntábamos cómo podía suceder algo así en una carretera que no tiene ni siete años, no nos parecía normal aunque la crecida del río hubiera sido tan grande”.
Otro vecino del pueblo que utilizaba la autopista a diario es Paco Borrallo. A él le preocupa la inseguridad que se ha generado tras lo ocurrido, “quién me dice a mí que esto no puede volver a pasar la próxima vez que haya una riada. El puente se desplomó sobre las 4:00 horas y yo iba a pasar por allí a las 6:00 para ir al trabajo, imagínate que me pilla”, apunta. Y va un poco más lejos: “en el pueblo se comenta que ya se hicieron chanchullos para construir la autopista y ahora va y se cae, es que es mucha casualidad”, comenta Paco. En cualquier caso, los vecinos respiran aliviados porque, aunque sea de manera provisional, los problemas de comunicación que han sufrido estos meses han concluido.