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Fui a ver una exposición de collages de Rosina Abós. Puedes seguirla en Instagram. Casi todas las obras pertenecían a su serie ‘Santa Madonna’. Están protagonizadas por mujeres. Mujeres que sufren. Mujeres que logran vencer el sufrimiento. Que pasan por fases diferentes. Sometidas y libres. Vírgenes. Pecadoras. La sangre como manantial. La sangre, también, como cifra de la muerte.
Los collages siempre crean una realidad nueva armada con retazos provenientes de mundos dispersos, de lugares y tiempos diferentes. Los collages siempre plantan batalla a lo uniforme. Pasan los collages por ser creaciones fantásticas, oníricas. Surreales a veces. Pero es falso creer eso. Al hablar de hiperrealismo en los libros de arte debería aparecer la imagen de un collage, porque nada hay más parecido a la vida. La vida, nuestras vidas, se construyen al modo de un collage. Con materiales distintos. Lugares, personas, experiencias que definen nuestra identidad. No hay vidas monolíticas. No hay vidas programadas.
Mientras Abós explicaba la exposición, alguien pronunció la palabra ‘palimpsesto’. Porque estos collages tenían igualmente su propio pasado. E igual que un documento reescrito sobre lo escrito antes, así es nuestra vida.
José Luis Briz Velasco
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