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La resaca de los comicios del 24 de mayo ha ido acompañada de un chascarrillo común en los foros televisivos: “Esto parece 'Borgen'”. A lo que se refieren los tertulianos, que a veces olvidan que sus espectadores no tienen por qué compartir sus gustos y aficiones, es a la serie danesa 'Borgen' (2010-2013), un adictivo folletín político en el que la primera ministra Birgitte Nyborg tiene que lidiar con pactos inestables, puñaladas traperas y cuestiones de Estado. Hay mucha distancia entre Zaragoza y Copenhague (2.265,5 kilómetros, según Google), pero no tanta para que se puedan trazar paralelismos.
Pablo Echenique no es Birgitte Nyborg. La primera ministra de la ficción es la líder de los Moderados, un partido de centro con una larga historia. Casta de manual, en términos de Podemos. Hábil en los pasillos y despachos de Borgen, la sede del parlamento danés, Nyrborg cuenta con el respaldo de un veterano de su formación, Bent Sejro, junto al que teje una improbable coalición de gobierno con los socialistas y los verdes. Todo a puerta cerrada, con reparto de sillones incluido.
El líder de Podemos Aragón a buen seguro que rechaza las tretas de la “vieja política” que trufan 'Borgen', pero quizás puede fijarse en las formas. Nyborg conoce bien a quienes quiere que sean sus socios, ha estudiado a fondo sus fortalezas y debilidades, por eso sabe hasta dónde puede tensar la cuerda en las negociaciones. Algunos no le caen bien, otros están en su polo ideológico, pero una vez se sienta en la mesa, los trata con exquisito respeto y deja que, si tienen cuitas internas, las cuezan en su propia salsa. Lo importante, al cabo, es que haya un gobierno capaz de dar respuesta a los problemas de todos daneses. Luego ya vendrá el ejercicio del poder, con sus alturas y sus miserias.
Javier Lambán también tiene, si no lo ha hecho ya, que darle un visionado a 'Borgen'. Allí los socialistas son casi una caricatura del partido a la deriva, con un líder frágil al que le crecen los enanos y cuya máxima preocupación son los “sillones”. El PSOE aragonés no ha salido tan mal parado de las elecciones como sus colegas de la pequeña pantalla, y Lambán parece que lee el mensaje del 24-M. Para él, sus correligionarios daneses no son un ejemplo, sino justo el modelo a evitar. Si no, difícilmente, si logra ocupar la presidencia de Aragón, podrá mantenerse mucho en el puesto. También puede extraer otra lección, más maquiavélica: ceder el mando puede, a medio plazo, ser una victoria.
Chunta, en la película aragonesa, representaría el papel que tienen los Verdes en 'Borgen'. Terceros en la entente, su peso es escaso pero vital para la estabilidad. En Aragón no pinta que vaya a haber gobierno de coalición con tripartito (ese fantasma tan caro para Eloy Suárez, qué gran pérdida será su retirada de escena en el Ayuntamiento de Zaragoza...), pero Chunta puede decantar cuestiones importantes en las Cortes.
'Borgen' no deja de ser una ficción. Con sus tópicos y lugares comunes. Con sus dosis de idealismo tan improbable como deseable. Supone, a pesar de sus defectos, un ejercicio de pedagogía excelente para políticos, periodistas y ciudadanos. Y despierta el sueño de que, quizás, Aragón no está tan lejos de ser Dinamarca, con sus pactos políticos, sus granjas de cerdos y sus molinos eólicos. Las galletas de mantequilla se las dejamos para ellos.