Canfranc, la memoria de un lugar único
Urbanismo emocional. En esa novedosa tipificación ha enmarcado el director general de Urbanismo del Gobierno de Aragón el proyecto para recuperar la Estación de Canfranc. Un planteamiento, dijo en este caso el consejero de Vertebración del Territorio, José Luis Soro, “realista y viable porque huye de megalomanías, insensateces de autor y pelotazos”.
La idea, que nace de lo afectivo, de lo emocional; ha sido diseñada con minuciosidad por el personal de la Dirección General de Urbanismo. Ayer se puso la primera piedra, aunque sea sobre el papel, y confían en que, según vaya tomando forma, no se dé de bruces con la realidad: las dificultades económicas. Es, reconocieron en su puesta de largo, el mayor problema. Complicación, sin embargo, soslayable si en el proyecto se comprometen “el Gobierno de España y la Unión Europea. Porque esto no es solo competencia del Ejecutivo autonómico”, apuntó Soro.
El proyecto
La prioridad es garantizar el uso ferroviario (el tráfico se detuvo en 1928 y no se ha retomado). Para ello se harán una estación y unas vías nuevas, “algo suficiente”, señaló el consejero (el único de Chunta Aragonesista en el Gobierno de coalición con el PSOE): “Una actuación nada desproporcionada para la que estamos en continuo contacto con Adif”.
Y el segundo principio básico es que no se derruirá nada. Se utilizarán todas y cada una de las edificaciones: estación, pabellones de entrada, cochera de carruajes, pabellón postal, pabellón curvo, hangares, depósito de locomotoras, dormitorios…
Para uso ferroviario se destinarían 63.850 metros cuadrados. Aunque se afanaron en desligar la ansiada reapertura del tráfico ferroviario de la viabilidad del proyecto, sí asumieron que si esta se produjera todo sería mucho más fácil. “Ojalá haya un Gobierno en Madrid que lo impulse y los trenes lleguen a Canfranc, lo crucen y continúen hasta Aquitania”.
El resto de la superficie total, algo más de 130.000 metros cuadrados, se repartiría así:
La vieja estación, los hangares o las cocheras se convertirían, por un lado, en viviendas (como máximo 130 y utilizando 11.700 metros cuadrados); por otro, en hoteles, restaurantes y demás elementos de uso terciario (algo más de 17.000 metros cuadrados).
Las otras edificaciones servirían para instalar equipamientos: en total, 20.597 metros cuadrados entre los que habrá seguro un museo del ferrocarril, que podría ocupar el edificio que antaño era el depósito de locomotoras. Finalmente, el mayor espacio se destinaría a zonas verdes y espacios libres (47.126 metros cuadrados). Los restantes 40.000 serían para superficie viaria.
Aunque es muy pronto para estimar plazos, el director general de Urbanismo, Carmelo Bosque, habló de, al menos, tres años y medio para que sea una realidad. De momento, destacó, se tardará alrededor de un año solo para completar los primeros trámites burocráticos: modificación del plan general y realización del plan parcial.
Los costes
Estiman que habría que invertir 6.434.054 euros en concepto de costes de urbanización. Aparte, tal y como avanzaron en un balance económico que, obviamente, sufrirá modificaciones, calculan, en la fase urbanística, gastos por valor de 13,40 millones de euros, e ingresos (procedentes de la venta de parcelas para viviendas y uso terciario) de 12,50 millones.
Mayor es la diferencia en la fase de edificación: 21,70 millones de gastos y 14,10 de ingresos.En total, 35,10 millones a pagar; 26,60 a recibir.
¿Por qué es distinto a otros proyectos?
En el cajón están los proyectos que se pergeñaron en 1995, 1998 y 2001. Ni siquiera, recordó Soro, recibieron la aprobación inicial, “se pagaron y se guardaron”. ¿Por qué no pensar que este tendrá el mismo camino? Según el consejero, porque es mucho más viable y sostenible: “Los anteriores proponían derruir gran parte de las edificaciones, planteaban hacer torres de hasta siete alturas con 800 viviendas. El de ahora se aleja de esas barbaridades, es un proyecto realista y en absoluto especulativo”. De momento, comentó, a diferencia de anteriores planteamientos “toda la elaboración se ha llevado a cabo con medios propios, con personal de la Dirección General de Urbanismo y sin agentes externos”.
Se llevan gastados, dijo, 10 millones de euros para evitar que se caiga, “y no podemos seguir así”. Hay que “recuperar la memoria de un lugar único. En cierto modo, es cumplir con una deuda de gratitud hacia todos los aragoneses que han creído y luchado por el Canfranc”. Para el consejero, “es mucho más que una línea ferroviaria, es un símbolo de Aragón, de la lucha de un pueblo por entrar en la modernidad, pero también es un símbolo del olvido y la desidia, tras estar más tiempo cerrado que abierto”.