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“Nos están estafando con la comida de nuestros hijos”

La Plataforma por unos comedores públicos denuncia "un déficit de calidad"

Marimar Cabrera / Marimar Cabrera

Zaragoza —

Dejar a un niño en un comedor escolar en Aragón cuesta unos 5,42 euros al día. Los alimentos llegan a los centros con las garantías higiénicas que aporta la línea fría, tras pasar semanas refrigerados. Viajan cientos de kilómetros desde empresas de cáterin con sede en Madrid y Málaga, que preparan cada día más de 20.000 menús y los distribuyen por toda España. Desde la Plataforma por unos comedores públicos de calidad piden que ese gasto de transporte se utilice en mejorar la calidad de los menús. “Nos están estafando con la comida de nuestros hijos”, critica Pablo Alconchel, portavoz de esta organización que aglutina más de medio centenar de asociaciones de madres y padres de alumnos (AMPAS).

Del precio que se cobra a las familias cada año - 92 euros si eligen el abono mensual- solo un 25% se dedica al alimento, lo que supondría 1,35 euros de un menú diario. El resto son gastos de personal en cocina, limpieza, mantenimiento y distribución. Quienes salen perdiendo en esta ecuación son los niños, denuncia la plataforma. “Quienes salen ganando son otros, porque sobra dinero del precio que pagan las familias y nos consta que esos remanentes han sido utilizados para el mantenimiento y la mejora de otros servicios, como colocar unos toldos, una fuente o un columpio, con el visto bueno de la dirección provincial”, asegura Alconchel.

Desde los últimos pliegos de condiciones para que la administración adjudicase esta gestión a empresas privadas en 2010, la calidad de la comida ha sufrido “un deterioro en su calidad”, según Alconchel, quien afirma que los alimentos de proximidad en los colegios con sus propias cocinas es una fórmula más barata, sostenible y saludable. Además, explica que “no se entiende” que un servicio que se paga por adelantado tenga un contrato de cinco o seis años de vigencia, y piden que la duración se acorte a dos cursos académicos para decidir si continuar o no con la adjudicación.

“El problema es que las instituciones se han lavado las manos y han convertido la alimentación de nuestros hijos en un negocio, premiando el criterio de lo más económico”, explica uno de los padres, Ignacio Corral, del colegio El Espartidero de Zaragoza. Corral sacará a su hijo del comedor el próximo curso, “porque ningún adulto que pudiera pagar ese precio por menú consentiría comer así todos los días”. Varias monitoras han denunciado, además, raciones muy escasas y alimentos muy degenerados en varios colegios de la capital aragonesa. Desde entonces, una comisión de evaluación formada por las familias de los alumnos ha decidido tomar muestras semanales de los menús para controlar lo que comen sus hijos. “La conclusión hasta el momento es clara, nos estafan”, reitera Alconchel.

El cáterin es la opción de casi el 50% de los colegios en Aragón, la mayoría en los grandes núcleos de población. De esa otra mitad, en el medio rural se concentran muchos de los centros que mantienen su propio servicio, pequeños pueblos que no resultan rentables a las grandes empresas. Solo en la provincia de Zaragoza, sirven la comida de 134 colegios cinco empresas: Serunion, Aramark, Juancibi, Comerbien y Mediterránea de Catering.

Según la dietista de la Asociación de Celíacos de Aragón, Noelia Paniello, la comida procedente de los cáterin es tan equilibrada como cualquier otra, pero menos variada en las carnes y los pescados azules, no se introducen verduras y vegetales frescos y las técnicas culinarias son muy limitadas (se cuece o se guisa). Las características organolépticas de los alimentos se pierden, “y los niños no experimentan con los sabores, texturas, colores y olores porque todo parece igual”, explica. Por el contrario, la línea fría posee ventajas higiénico sanitarias más fáciles de controlar que en la cocina in situ y, a nivel nutricional, el reparto de ingredientes es más homogéneo porque está mecanizado.

Ecológico, más barato que el cáterin

Un ejemplo completamente opuesto a las grandes distribuidoras lo encontramos en el comedor ecológico del CEIP Asunción Pañart en Aínsa, en la provincia de Huesca. José Luis Cabrero cocina desde hace más de tres años para con productos que compra directamente a hortelanos y productores de cercanía, ecológicos y de kilómetro cero, verduras y carnes autóctonas servidas en platos recién preparados. Para el cocinero, el comedor es un aula más del colegio, por eso no dudó en acudir a la dirección del centro para hacerles la propuesta. Y económicamente funcionó porque, según las cuentas del centro, el menú es más barato que el de un cáterin y solo cuesta cinco céntimos más que utilizando productos convencionales en cocina propia. 

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