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Sobre este blog

Ayuda en Acción es una Organización No Gubernamental de Desarrollo independiente, aconfesional y apartidista  que trabaja en América, África y Asia con programas de desarrollo integral a largo plazo en diferentes ámbitos para mejorar las condiciones de vida de los niños y niñas, así como el de las familias y comunidades a través de proyectos autosostenibles y actividades de sensibilización.

Vivir de la lluvia

Barrio de Montebello, a las afueras de Quibdó. (Salvador Campillo/Ayuda en Acción)

Lydia Molina, periodista colaboradora de Ayuda en Acción

  • El exceso de agua exige un sistema de alcantarillado del que carecen, así como de una red de suministro de este oro líquido, indispensable para la vida.

En Quibdó, la lluvia marca el estado natural de las cosas. Es muy habitual en esta región colombiana donde se registra uno de los mayores índices de precipitaciones del mundo. Sus habitantes están acostumbrados, conviven con ella a diario y la echan de menos, mucho, cuando falta. Sobre todo quienes viven en las áreas metropolitanas de la ciudad, donde no existe sistema de alcantarillado ni de suministro de agua.

La gente vive de lo que recolecta en grandes tanques de cien litros de capacidad que colocan en los tejados de las casas. Con ese agua cocinan, friegan, se duchan y realizan el resto de tareas domésticas. La dificultad es mayor para aquellas familias que no pueden costearse esos recipientes. “Algunas solo tienen cubos que les alcanza para dos o tres días, teniendo en cuenta todas las labores que tienen que hacer en la casa. Cuando se acaba, les toca ir a quebradas (riachuelos) que están contaminadas y sacar agua de allá. Y eso es un peligro alto para niños y adultos”, cuenta Jorge Olivo de Pies Descalzos, organización socia con la que trabajamos en Colombia.

Para los adultos beber agua directamente de la lluvia no es un problema grave porque con el paso de los años sus organismos se han acostumbrado, al contrario de lo que ocurre con los niños. “Son los que más lo sufren porque a muchos les salen sarpullidos en la piel o enfermedades relacionadas con el estómago”, asegura Jorge. Para prevenirlo, hemos puesto en marcha en los barrios periféricos cursos de formación sobre cómo hacer un buen uso del agua y cómo potabilizarla para evitar riesgos. “Hay gente que hierve la que ha recogido en las tanquetas antes de emplearla para el consumo, pero no en todos los casos. Por ello, montamos talleres para mejorar las condiciones de consumo, en los que hacemos recomendaciones, como que echen dos gotas de cloro por cada litro de agua para el consumo humano o cuatro gotas por litro para tener una solución desinfectante que sirve para limpiar cubiertos, la cocina, para el aseo, etc.”. Pequeños aprendizajes que ayudan a combatir el riesgo de enfermedades.

El cuidado del agua, como del medio ambiente en general, es tan solo una de las patas que vertebran nuestros proyectos en Quibdó, donde también trabajamos en otros temas como los derechos de la infancia, su alimentación o la lucha contra el maltrato intrafamiliar y el abuso infantil. Nuestros proyectos se destinan a toda la comunidad y en ellos son protagonistas tanto padres y madres como hijos. “Con los padres tratamos los peligros que hay en el barrio para que éstos sepan afrontarlos y puedan educar a sus hijos con información y buen trato”, relata Julisa .“Y con los niños hacemos talleres para que conozcan sus derechos y puedan reclamarlos”.

El barrio, el contexto

La comuna IV, donde ponemos en marcha estas actividades, está a las afueras de Quibdó. Allí viven principalmente familias víctimas del desplazamiento por los enfrentamientos entre el ejército y las guerrillas, por la expansión de cultivos ilegales (como la coca), plantaciones agroindustriales y por la explotación minera a gran escala que se da en el departamento, muy rico en platino, plata y oro. Solo en los últimos cinco años han llegado a Quibdó cerca de doce mil personas, según los datos que maneja la alcaldía. En este contexto, se encuentran familias muy desestructuradas, donde mujeres solas que sacan adelante a cuatro o cinco hijos. “En muchos casos son familias que vienen del campo, donde uno tiene todo y de donde se ven obligados a salir. Van llegando aquí por necesidad, a un sitio sin agua, sin energía, sin alcantarillado, etc”, cuenta Ezequiel, uno de los primeros pobladores de la zona que trabaja en Pies Descalzos. “Es una situación difícil, pero es un buen barrio, con buenas personas y conseguiremos que lleguen los servicios básicos”.

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