El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.
A Excálibur lo mataron y a Bentley le dan la oportunidad de seguir viviendo
¿Por qué el perro de Dallas ha corrido diferente suerte que Excálibur? ¿Cómo se ha manejado la situación en EEUU? ¿Dónde está Bentley? ¿Qué harán con él? ¿Quiénes se han hecho cargo de su cuarentena? ¿Servirán para algo las pruebas a las que se le someta?
¿Era Excálibur peligroso para la especie humana? ¿Qué pasó en el piso de Alcorcón? ¿Hubo improvisación? ¿Cómo fue eliminado Excálibur? ¿Qué se hizo con su cadáver? ¿Podemos considerar que fue eutanasiado? ¿Actuaron los veterinarios de forma ética y respetaron el bienestar animal? ¿Qué consecuencias ha tenido para los responsables?
Continuamos con el artículo que eldiario.es publicó en este blog el día 10 de octubre, porque después de que Excálibur fuera eliminado se han desencadenado una serie de acontecimientos que merecen ser conocidos e interpretados. Además quedan muchos interrogantes que deberían ser aclarados por las autoridades competentes.
En primer lugar, sabemos que un nuevo caso de ébola ha sido diagnosticado en EEUU, y es asombrosa la similitud con el que hemos vivido en Madrid. Podemos decir que son idénticos. Una enfermera de Dallas, Nina Pham, que estuvo atendiendo al ciudadano liberiano infectado por el virus, Thomas Eric Duncan, ya fallecido, está ingresada porque padece la enfermedad, y además convivía, como Teresa Romero, con un perro. Profesiones idénticas, modo de infección parecido y animales de compañía idénticos en una situación idéntica: aislados y solos en sus domicilios.
Resulta curioso saber que mientras en Madrid las autoridades sanitarias se quitaron un problema de encima y justificaron la eliminación de Excálibur en un “altamente improbable” contagio a seres humanos (“principio de precaución”), y en que no había ningún lugar que cumpliera los niveles de bioprotección 4 para aislarle, que es lo que se requiere en España en estos casos, el perro de la enfermera americana estaba en su domicilio; eso sí, atendido y controlado.
En la mañana del día 15 vimos unas fotos de la salida del animal de su domicilio en brazos de un operario, siendo trasladado en un trasportín convencional sin ningún tipo de aislamiento. Resulta evidente que los protocolos de bioseguridad de EEUU nada tienen que ver con los que se activaron en Madrid para perros “presuntamente infectados” de virus ébola. En este enlace se puede ver que los operarios que manejaron al perro no iban protegidos, salvo el que le sacó en brazos de la casa; en éste se pueden oír las declaraciones de la veterinaria que lo atiende, y en éste lo que ha dicho el Dr. William Schaffner, jefe de Medicina Preventiva de la Universidad de Vanderbitt: “No debemos preocuparnos de las mascotas, no son un peligro”.
Son éstas y no otras las razones por las que defendimos y defendemos que la decisión de eliminar a Excálibur ha sido científicamente irresponsable. En una encuesta que se ha puesto en marcha en un foro de veterinarios, 61 compañeros comparten nuestra opinión, frente a 9 que consideran que sacrificar al perro fue una decisión científicamente responsable. Aún así, el decano de la Facultad de Veterinaria sostenía el día 8 de octubre que el sacrifico del perro era la única opción posible, invocando al “principio de precaución”.
Queremos pensar que los veterinarios americanos aprovecharán esta coyuntura para obtener conclusiones científicas de máxima importancia en lo que respecta a la relación del ébola con los perros y su incidencia en la enfermedad en humanos. Y para tranquilizar a aquellos que piensan que este perro servirá de animal de experimentación (hemos llegado a leer declaraciones que apuntan a que será objeto de vivisección), entendemos que las pruebas que con él podrán ser realizadas se limitarán a tomar muestras de saliva, sangre, heces y orina, es decir, análisis rutinarios que todos los clínicos hacemos con nuestros pacientes en nuestro trabajo diario. Aunque se pueda pensar que se trata de un caso aislado, y que la muestra para el estudio es mínima: ¿se imaginan que se encontrara el virus en el organismo de Bentley, que lo elimina, y que se pudiera concluir que los perros sirven de reservorio y diseminan el agente patógeno? En caso contrario, la hipótesis de que los perros no son portadores del virus, y que nada tienen que ver en el contagio de la enfermedad, seguiría vigente.
¿Y qué es lo que ha pasado en España desde que Excálibur fue eliminado?
En primer lugar unas sorprendentes declaraciones del presidente del Consejo General de Colegios de Veterinarios de España, Juan José Badiola, que el lunes 13 de octubre decía que a la hora de tomar la decisión no se ha tenido en cuenta la realidad social, ya que el tema de los animales está muy latente, que se ha improvisado con el ébola y que la decisión de la Comunidad de Madrid obedece a un principio de precaución desde el punto de vista sanitario, aunque se deberían haber tenido en cuenta otras opciones como aislarlo, añadiendo: “Yo creo que el perro no estaba contagiado”.
Para entender lo que ha sucedido debemos retroceder a la mañana del día 8 de octubre, el fatídico día para el perro de Teresa Romero y Javier Limón. Esa mañana el rectorado de la Universidad Complutense autorizaba, por medio de un comunicado, que el cadáver de Excálibur fuera trasladado a las instalaciones de VISAVET (nivel de bioprotección 3), ubicadas en la Facultad de Veterinaria de Madrid, para ser incinerado. Circuló también el rumor de que se le realizaría una necropsia en las citadas instalaciones, que fue desmentido. Pocas horas después, cuando los efectivos desplazados ya estaban en el domicilio de Alcorcón y habían eliminado al perro, el rectorado de la Universidad Complutense emitió un nuevo comunicado en el que expresaba su negativa a que el cadáver entrara en las instalaciones que están bajo su gobierno. La razón es aún más sorprendente que la decisión del rectorado: al parecer, el Comité de Salud y Seguridad Laboral desaconsejaba el “tratamiento del cadáver”. ¿Tenía este comité conocimientos científicos sobre la relación perro-virus ébola para opinar en este asunto? Nos caben dudas al respecto, pero lo que está claro es que el rector afirmaba que se tomó esta decisión por la seguridad del personal que trabaja en la Facultad y de los alumnos.
¿Qué se haría entonces con Excálibur? Esta pregunta me la hicieron en un plató de TV a las 19.00 horas de ese mismo día, y no supe qué responder. Realmente no lo sabían ni los que tenían en su poder el cadáver del perro. Parece ser que su cuerpo acabó en el San Antonio Abad Memorial Center, un crematorio para perros en Paracuellos del Jarama, cuyo gerente fue entrevistado por TeleMadrid en la noche del día 8, negándose a hacer declaraciones sobre cómo se había procedido por no estar autorizado. Un medio de prensa informaba de que dicha instalación no tiene los permisos pertinentes, haciéndose eco de las declaraciones de concejales del Ayuntamiento de Paracuellos. Desconocemos si es o no cierto.
A partir de aquí podemos empezar a elucubrar, pero no creemos que lo que vamos a exponer a continuación esté demasiado alejado de lo que realmente pasó, una vez leídas las declaraciones del máximo responsable de VISAVET en un medio de comunicación, que visto lo visto, tuvo que improvisar, y que dimitió de su cargo el día 14 al sentirse desautorizado, añadiendo que también se negó la entrada de la furgoneta en las instalaciones de la UCM para su desinfección, una vez que el cadáver fue incinerado. La desinfección se realizó en las dependencias del SUMA por los propios veterinarios. Más improvisación. En Cuatro TV hacían una recopilación de los hechos.
Lo primero que nos llamó la atención fue el tiempo que transcurrió entre la llegada de los efectivos de VISAVET al domicilio y su salida, que pudieron ser 3 o 4 horas más de las previstas. Sabemos que dado lo “complicado del manejo de la situación” (visto como se ha hecho en EEUU lo ponemos entrecomillado), el perro fue anestesiado a distancia, y no sabemos si realmente la mezcla de medicamentos utilizados pudo acabar con su vida de forma rápida, o se procedió posteriormente a la aplicación de la inyección letal por vía intravenosa. Como veterinarios pensamos que uno o varios dardos con las sustancias que se consideraron oportunas, inoculadas por vía intramuscular o intraperitoneal o intratóracica, pudieron causar la muerte del perro, pero no con la rapidez deseada. Sabemos que los barbitúricos, inoculados a través del peritoneo, pueden causar la muerte en 15-30 minutos, mientras que por vía intravenosa la provocan en pocos segundos. De hecho, la vía indicada para la aplicación de los barbitúricos es la intravenosa, no se contempla la intramuscular, y se preconiza la intraperitoneal en muy pocas ocasiones, usando en este último caso un anestésico para evitar el dolor y la irritación que pueden provocar al entrar en la cavidad abdominal.
Queremos por tanto que se haga público el protocolo que se siguió para darle muerte previa sedación (?), como se afirmaba en el comunicado emitido horas antes por la Comunidad de Madrid, porque pensamos que no la hubo. En el comunicado de VISAVET se hace alusión a que todo se realizó con las máximas garantías de bienestar animal, pero queremos incidir, además de en lo apuntado, en el hecho de que este perro estaba solo en su domicilio desde hacía dos días, situación probablemente novedosa y angustiosa para él; que había salido varias veces a la terraza ladrando y aullando, y que la puerta de la vivienda fue forzada por orden judicial para proceder desde la misma a la aplicación de los anestésicos, impidiendo su salida, según se cuenta, con una barrera colocada a tal efecto. Entendemos que el grado de estrés y de miedo de Excábilur debió de ser importante. Lo que ocurrió una vez disparados los dardos tranquilizantes pudo ser esto: los barbitúricos habrían provocado anestesia e inconsciencia, con parada respiratoria, seguida de hipoxia y posterior parada cardiaca. La Asociación de Veterinarios Especialistas en Pequeños Animales (AVEPA) sostiene en el documento “Veterinarios y el final de una vida. Eutanasia un acto clínico complejo” que “la realización de la eutanasia por vías intramuscular, subcutánea, intrahepática, intrarenal, intraesplénica, intratecal o cualquier otra vía, son totalmente inaceptables”.
Entendemos que la situación planteada con Excálibur y el miedo al posible contagio, si se aplicaba un eutanásico por vía intravenosa tras la sedación, hizo que se optara por descartarla. Suponemos que se evitó por tanto cualquier posible contacto con la sangre del animal, dado el “riesgo indebido para el operador”, lo que podría justificar la forma en que se llevó a cabo el procedimiento, según recoge el manual “Métodos de eutanasia para perros y gatos: comparación y recomendaciones”, editado por la WSPA. Aún así, esta misma asociación aclara que la vía intramuscular no es admisible en ningún caso, y que la intraperitoneal, especialmente en animales de gran talla, no es adecuada porque puede provocar angustia y alejarse de los criterios exigidos de bienestar animal.
Poco más podemos contar. No hay certezas sobre cómo fue la muerte de Excálibur, que, de momento y como hemos apuntado, ha provocado la dimisión del responsable del dispositivo veterinario que se desplazó a Alcorcón.
Entrar en la valoración moral de un acto clínico, la eutanasia de un perro en una situación excepcional, que no entendemos cómo llegó a darse, es complicado, pero con la información científica de que disponemos, y que hemos puesto a disposición de los lectores de eldiario.es, seguimos sosteniendo que no estaba justificada. La decisión de eutanasiar animales es un tema ético complejo que involucra muchos factores. La Sociedad Mundial para la Protección de los Animales (actualmente World Animal Protection) cree que la eutanasia es aceptable y necesaria cuando un animal está sufriendo debido a una enfermedad o herida incurable, o cuando un animal presenta un riesgo significativo para la salud y seguridad humana o de otros animales, a causa de enfermedad o comportamiento agresivo. Los veterinarios que tomaron la decisión de eliminar a Excálibur y los que lo hicieron posible tendrán su opinión al respecto, dados los cargos de responsabilidad que tenían en ese momento. Ellos sabrán si el procedimiento empleado y las razones que les llevaron a ponerlo en práctica pueden considerarse eutanasia (“muerte sin sufrimiento físico”), y si el método utilizado fue el adecuado. Nosotros consideramos que no lo fue en ninguna de las dos cuestiones planteadas.
Y una última reflexión: ¿si los sanitarios de medicina humana ponen en riesgo su vida atendiendo a enfermos por ébola u otros patógenos, los sanitarios veterinarios deberíamos hacer lo mismo ante un caso como el de Excálibur? Los compañeros americanos lo estén haciendo y los españoles lo han hecho en numerosas ocasiones frente a otras enfermedades, pero creemos que el día 8 de octubre no supieron estar a la altura que las circunstancias demandaban.
Entre tanto, nos llegan noticias esperanzadoras de la evolución clínica de Teresa Romero, a la que deseamos una pronta recuperación. Su esposo Javier Limón le ha escrito a Exkalibur (como él le llama) esta carta: “Te prometo que se hará justicia”, concluye. Como veterinarios comprometidos contra el maltrato animal, lo deseamos.
Sobre este blog
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