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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Mindfulness es compasión animal

Una monja zen en Plum Village, monasterio fundado por Thich Nath Hanh en Burdeos. Foto: Cristina Barchi

Nuria Armengol

Thich Nath Hanh, conocido como Thay (maestro), tiene 95 años. Es un menudo monje zen vietnamita que viste un hábito marrón, lleva la cabeza rapada y tiene unos intensos ojos oscuros sobre una suave sonrisa. Su aspecto ha cambiado muy poco en los últimos cuarenta años, así que cuando lo ves en Plum Village, el monasterio al sur de Burdeos donde reside, lo encuentras muy parecido al que habló con Martin Luther King.

Y muy parecido al que durante y después de la guerra de Vietnam se dedicó a tratar a veteranos de ambos bandos, sin distinciones, de las heridas anímicas y psicológicas que dejan las guerras. Como cuando un soldado americano que vivía traumatizado por el dolor de haber matado a una niña vietnamita durante el ataque a una aldea , no pudiendo  olvidar ese momento, no podía perdonarse y su vida estaba paralizada por ese hecho. “¿Qué haces por los niños?”, le preguntó Thay. “¿Que qué hago por los niños?, no lo entiendo”, respondió el soldado. “¿Qué haces por los niños que están vivos? Por los que están vivos ahora. ¿Qué haces por ellos? Aquella niña ya no está, ya no puedes hacer nada por ella. Pero tú puedes hacer mucho por los niños que sí están vivos”.

Ordenado monje a los 16 años, desde la guerra de Vietnam dedica su vida “al beneficio de los individuos y la sociedad”. Funda en Saigón la Escuela para el Servicio de Ayuda Social (SYSS), con el objetivo de reconstruir escuelas y centros médicos en pueblos y aldeas, y sobre todo de reagrupar familias y crear cooperativas agrícolas.

Thay creó una red de 10.000 estudiantes voluntarios, usando para su trabajo los principios budistas de no violencia y acción compasiva. Y muy a pesar de la oposición del gobierno vietnamita, fundó una universidad budista, una editorial y una revista de activismo pacifista en Vietnam. En 1966 viajó a Estados Unidos y demandó en televisión paz para su gente: nunca más fue bienvenido en Vietnam por las autoridades. Dicen que, tras conocer a Thay, Martin Luther King se opuso públicamente a la presencia de Estados Unidos en Vietnam y le nominó para el Premio Nobel de la Paz, que por razones obvias nunca conseguirá. Thay se refugió en el sur de Francia y fundó Plum Village, el monasterio madre donde, con su comunidad monástica de monjas y monjes, difunde el arte de la vida consciente a través de visitas o de largos retiros.

Plum Village es su escuela de vida para seglares, familias, educadores, científicos, ecologistas... Para ateos o adeptos a cualquier confesión religiosa. En una atmosfera casi medieval, sin comodidad ninguna, manteniendo el silencio la mayor parte de la jornada y siguiendo el horario de maitines para las prácticas y trabajos comunitarios, el reloj interno de los visitantes se alinea con lo que sea que es el eje de nuestra vida, y la mente, las pasiones y lo soliloquios que no callan encuentran sosiego y orden.

Mindfulness, la vida consciente

Thay se ha especializado en la resolución de conflictos, enfocando su larga vida, su conocimiento y su práctica del budismo zen a ayudar a los demás a resolverlos, ya sean internos o externos. Mediante prácticas como la escucha de la otra persona con plena conciencia (en silencio, con serenidad y atención, respirando hondo, podemos entender lo que nos dice; es una muestra de amor que la otra persona percibe y, a partir de ahí, podremos iniciar una conversación que nos lleve a resolver el conflicto nos plantea) o la mirada con compasión, sin juicio, a nosotros mismos y a los demás (la compasión no es solo empatizar con las emociones de los demás, es también actuar para prevenir y aliviar sus dificultades y su sufrimiento).

La plena conciencia, o atención consciente, requiere de nuestra presencia aquí y ahora. El pasado ya no existe, el futuro es una incógnita y nuestra realidad es lo que ocurre en el momento presente. Es la única certeza y lo que debemos cuidar.

Filosofía del veganismo

De Oriente nos han llegado filosofías como el budismo, el taoísmo o el jainismo, que tienen una base de respeto a la naturaleza y a todas las formas de vida. Los monjes y monjas de Plum Village enseñan a desarrollar prácticas cotidianas de respeto a todos los seres vivos. La vida de un pájaro, un gato o una libélula es la vida de un ser equivalente a la propia madre o al propio padre. Estas filosofías, que pueden parecer exóticas, son muy próximas en Occidente a lo que San Francisco de Asís predicó con su ejemplo de vida sencilla, amorosa y profundamente respetuosa con todos los seres vivos, hablando al hermano lobo, a la hermana luna y al hermano árbol. Uno de los más bellos frescos pintados por Giotto en Assisi es el Sermón a los pájaros. Precisamente, el hábito de los frailes franciscanos tiene el mismo color marrón de la tierra que usan los monásticos de Thay. Esa manera de ver les lleva en muchos casos a ser vegetarianos o veganos.

Dentro del budismo, filosofía no teísta que predicó Buda Gautama hace 2.500 años en India, hay dos ramas principales: el Theravada, que aspira a alcanzar el Nirvana, o estado de iluminación para uno mismo, y donde la vida monástica es más relevante; y el Mahayana, que entiende que todos los seres vivos sin excepción aspiran a alcanzar la iluminación, que por lo tanto esto incluye a los animales y que puede alcanzarse también llevando una vida laica. Thay está en la rama Mahayana. Cuando en Plum Village hablan de Bodhisatvas, se refieren a personas que han alcanzado el estado de iluminación y que, en vez de permanecer ahí, deciden regresar para ayudar a todos los seres a alcanzar ese estado, cultivando el amor y la compasión.

Cómo comer

En el pequeño libro Recetas de los ciruelos, con algunas de las sabrosas recetas vegetarianas que los monjes y monjas preparan en las cocinas de Plum Village, se dice que quieren “contribuir a la civilización de un consumo saludable: no tenemos necesidad de comer carne de ternera, cerdo, pollo o pescado. Ellos quieren vivir y tienen miedo a morir como nosotros. Estos animales sufren y montan en cólera cuando los humanos los matan para comerlos. Una persona que decide dejar de comer carne, aporta felicidad y salva la vida de muchos seres vivos. Ese es el gran amor que muestra un Bodhisatva. Cerremos los ojos y visualicemos pequeños terneros que van a mamar y vacas que rumian hierba tranquilamente para alimentar a sus pequeños. Algunos pasean libremente en un prado verde, otros se tumban con tranquilidad sobre la hierba fresca, tomando el sol, con sus grandes ojos inocentes…¡Qué escena más pacífica! Es cierto, una persona vegetariana salva la vida a muchos seres vivos. Eso le aporta muchos méritos”.

En una entrevista con Oprah Winfrey sobre su libro Saborear. Mindfulness para comer y vivir bien, Thay le explica: “Cuando podemos disminuir la prisa y disfrutar realmente de nuestra comida, tenemos una calidad de vida mucho más profunda. Me encanta sentarme, comer en silencio y disfrutar de cada bocado, consciente de la presencia de quienes me acompañan, consciente de todo el trabajo duro y amoroso que ha hecho posible mi comida. Cuando como de esta manera, no sólo me estoy alimentando físicamente, también me estoy alimentando espiritualmente. Mi forma de comer influye en todo lo demás que hago durante el día. Si puedo mirar profundamente mi comida y tomar este tiempo como una meditación -tan importante como mi tiempo de meditación sentado o caminando- recibo los muchos dones del cosmos que de otro modo no me beneficiarían si mi mente estuviera en otra parte. Porque si mientras como estoy pensando en mis preocupaciones y proyectos, estaré comiendo mucho estrés y miedo, y esto es dañino para mi cuerpo y mi mente”.

En este libro, su propuesta vegana basada en una filosofía budista, es también una propuesta medioambiental imprescindible, dado el enorme impacto que la industria ganadera destinada al consumo humano tiene en el medio ambiente. Recordemos que la producción ganadera es la mayor causante de deforestación para producir pastos para unos animales que, a su vez, producen unos residuos, como el gas metano de las vacas o los purines de los cerdos, que contaminan de manera alarmante el aire y el agua que consumimos.

“Mi intención”, escribe Thay, “es que mantengamos nuestra compasión, comiendo de tal manera que reduzcamos el sufrimiento de los seres vivos, preservemos nuestro planeta e invirtamos el proceso de calentamiento global (...) Si un gran número de personas hace pequeños movimientos para comer menos carne y más alimentos a base de plantas, la industria ganadera se reducirá. Con el tiempo, los ganaderos desarrollarán otros modos de subsistencia. A través de ese despertar colectivo podemos hacer un cambio en nuestro mundo”.

La pregunta que Thay hizo al veterano soldado paralizado por el dolor de haber matado a una niña (“¿Qué haces por los niños que están vivos ahora?”) es tal vez la misma pregunta que podemos hacernos todos nosotros, los que sin pensar en ello hemos comido carne durante años. Un día nos hacemos conscientes del dolor que eso causa en las vidas de muchos seres vivos, tan inocentes como un niño, y nos preguntamos: “Y tú, ¿qué haces por los animales que están vivos ahora?”.

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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

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